Posibilidad de un nido

Colau, en ello nos va el beso

Un día, hace ya no recuerdo cuánto porque todo ha pasado una y otra y otra vez desde entonces, la alcaldesa Ada Colau (Comuns) me invitó a formar parte de su lista electoral para la alcaldía de Barcelona. No era la primera vez que yo participaba en la política municipal, ya lo había hecho con Pasqual Maragall (PSC). De la política, lo que de verdad me interesa son los gobiernos locales, esos despreciados por el resto. En realidad, era solo una participación simbólica. No cabía ninguna posibilidad de que yo entrara en el Ayuntamiento ya que elegí el penúltimo puesto. Y porque no quería.

Me lo pensé un tiempo. No creo en la bobada de la supuesta "imparcialidad" de la profesión periodística. Por supuesto que todos los medios toman partido, siniestramente aquí y abiertamente en muchos otros países donde nuestro oficio merece no solo mejores medios sino los medios suficientes. Me lo pensé porque quería encontrar las razones para hacerlo. Colau optaba a su segundo mandato y yo necesitaba encontrar un par de razones pesadas para un paso que nunca antes había dado.

Las encontré.

Hallé algunas más, como la retirada de la estatua en honor del brutal esclavista Antonio López o, más básica, su procedencia del activismo en el movimiento antidesahucios de la PAH. Sin embargo, dos, solo dos me bastaron para decirle que sí.

La primera fue el hecho de que, junto al entonces primer teniente de alcalde Gerardo Pisarello, decidieran retirar el busto del rey Juan Carlos I que presidía el Salón de Plenos de la ciudad de Barcelona. La segunda, y no menos importante, fue su decisión y consiguiente puesta en práctica del servicio de odontología para la población que llaman "más vulnerable".

Una de las primeras cosas que pierdes con la pobreza son los dientes. Tus dientes y los de tus hijos e hijas. ¿Por qué? ¿Por qué te pueden extraer una pieza pero no reponértela? ¿Por qué te ofrecen un diagnóstico pero no su solución? ¿Por qué se refieren a "la higiene bucodental", así, en abstracto? Es como si te dijeran "usted tiene una úlcera gástrica", y dicho esto te mandaran a casa con la lista de clínicas privadas donde recibir el consiguiente tratamiento.

Cuando te faltan dientes dejas de sonreír. Fue lo primero que pensé, porque lo conocía. He visto cómo, sobre todo desde la crisis del 2008, mis colegas caídos en el desempleo o la precariedad han ido perdiendo piezas dentales que no han podido reponer por falta de medios. Los dientes son un indicativo de la pobreza. Recuerdo a un antiguo colega de profesión que, allá por 2011, se fabricaba efímeros incisivos de yeso cuando acudía a pedir un puesto de trabajo. Un día, en el despacho del directivo de una emisora de radio, se le disparó la pieza con una carcajada y no hubo manera de encontrarla.

Da risa pero no da risa. Ríete tú sin una de las "palas" superiores. Ríete sin los "dientes de abajo".

Así que decidí que una de las razones para apoyar la candidatura de Ada Colau al Ajuntament de Barcelona, monarquía aparte, la mayor de ellas eran los dientes. Los dientes que la población pobre tapa con una mano cuando va a reírse. Los dientes que condicionan en beso a barrio abierto. Los dientes que delatan cualquier intento por esconder dónde te estás criando. Los dientes burla de tus compañeras de instituto. Los dientes dolor de una madre. La alcaldesa había decidido aprobar un servicio de odontología para "las clases más vulnerables".

Los dientes de "las clases más vulnerables" no constan en los archivos del Col·legi Oficial d'Odontòlegs i Estomatòlegs (COEC) de Catalunya. Ni en el de ningún otro lugar. ¿Qué significa "vulnerables" para ellos? ¿Qué les reporta? ¿Qué carajo pueden sacar de ese extrarradio humano? Ni para ellos ni, a la vista está, para el del Gobierno de España. Así que la medida municipal no les mereció entonces mayor atención. ¿Por qué deberían ellos intervenir en la no-sonrisa, en el no-beso, en la mano que tapa la carcajada de fiesta mayor cuando el hombre, la mujer a seducir no solo te mira a los ojos? ¿Por qué una profesión sin servicios públicos iba a preocuparse de cómo se señala al alumnado según las piezas que se le van poniendo negras una vez melladas?

Ah, pero resulta que este jueves 6 de mayo de 2021 (recuerden la fecha para la vergüenza que nuestras inacciones legan), el Juzgado contencioso administrativo número 7 de Barcelona ha aceptado el recurso presentado por el Col·legi Oficial d'Odontòlegs i Estomatòlegs (COEC) de Catalunya y declara que el Ajuntament de Barcelona no tiene competencias en esa materia. Como todo tiene su nombre y su cuerpo, el juez se llama Santiago Alejandro García Navarro.

¿Y por qué han decidido justo ahora los dentistas, ámbito extraordinario, incluso extravagantemente privado de nuestra Sanidad, intervenir en esa sonrisa de los pobres cubierta de labios, tapada de palmas de la mano, cabeza bajada? Según su sentencia "porque el Ajuntament de Barcelona no tiene competencia" en tal asunto. Más concretamente, porque tal competencia pertenece a la Generalitat de Catalunya.

El Parlament de Catalunya aprobó el 15 de septiembre de 2020 ampliar los servicios de dentista "en la cartera de prestaciones públicas" en el caso de "los menores hasta 14 años, las personas en situación de vulnerabilidad o exclusión social y las personas con diversidad funcional". Esa es su competencia, así lo aprobó y nunca se hizo cargo de lo aprobado.

Se estima que cerca de un 15% de la población no acude al dentista porque no puede permitírselo. Cunden las clínicas privadas que de repente cierran y te dejan con encías de posguerra. Pertenecemos ya a los países, qué barbaridad, en los que se conoce la clase social no por la indumentaria sino por la dentadura. La Sanidad pública, o sea nosotras, nosotros, hemos decidido pactar con la barbaridad de que se puede acudir al ambulatorio por un grano adolescente pero no para poner remedio al diagnóstico de un grave asunto dental.

Se trata de la sonrisa, de la risa, de la mano sobre los labios, del beso, de la intimidad, del reconocimiento de alguien por su cara. Se trata de nuestra identidad.

Yo decidí apoyar la candidatura de Ada Colau, con todas sus contradicciones, por el servicio público de dentistas. Ahora, el Juzgado contencioso administrativo número 7 de Barcelona acepta el recurso de los odontólogos privados. Quien tenga hijas, hijos, sabrá cómo responder. O eso espero.

Nos va la sonrisa en ello, Colau, en ello nos va el beso.

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