El desconcierto

¿Sánchez contra Sánchez?

Pedro Sánchez, en el Congreso. EFE.
Pedro Sánchez, en el Congreso. EFE.

Medio en broma, medio en serio, un importante dirigente socialista se preguntaba, la noche en que la escoba de Ayuso barrió a Gabilondo, si existía algún topo en la Moncloa que trabajase para el Partido Popular. Ya en serio, Adriana Lastra, según un medio de comunicación, atribuía la autoría de cargarse al PSOE a Iván Redondo que aparece como el valido del presidente de Gobierno. Días después, en otro medio de comunicación catalán se absolvía al susodicho, devolviendo la imputación a algunos dirigentes del partido. Lo que está claro es que ni uno, ni otro, nadie quiere asumir la enorme estupidez del mate del pastor murciano, la moción de censura en Murcia, y mucho menos el impulso de ese errático caballo loco que ha protagonizado el ajedrez electoral de Madrid.

Polémica algo bizantina porque, sea quien sea el asesor culpable, la responsabilidad principal recae en el asesorado que siguió el consejo. Pedro Sánchez no podía desconocer lo que hacía su mano izquierda en Murcia y su mano derecha en Madrid. Precisamente, porque puede haber perdido el olfato político que le ha caracterizado y la baraka que le ha acompañado, necesita contar ahora con una brújula eficaz, y abandonar la muy desnortada que le proporcionaron en Moncloa, según unos, o en Ferraz, según otros. Así, nadie hizo más daño a Sánchez que el propio Sánchez al desconocer esta primavera donde están los cuatro puntos de la coyuntura política.

Los idus de marzo, que han confundido a la Moncloa hasta el funesto 4 de mayo, parecen indicar que si Sánchez rectifica podría superar el callejón sin salida en el que le han encerrado sus asesores. Ni los necesita ahora, ni los necesitó para asentarse en Ferraz de la mano de los militantes del PSOE. No se entiende bien por qué los políticos, una vez que han logrado sus objetivos, prescinden de su capacidad analítica, y se entregan a los gurús del marketing. Y extraña mucho más en un partido como el PSOE que posee todavía una buena cantera de cuadros. Creer que se puede pasar de Ferraz sin coste alguno, es olvidar que sin Ferraz hubiera sido imposible alcanzar la presidencia, y contra Ferraz sería fácil perderla.

Visto lo visto, es evidente que lo que necesita Pedro Sánchez es concentrarse en sí mismo. La legislatura ha vuelto a la inestabilidad, la fragilidad del gobierno es su seña de identidad, y su futuro es tan incierto hoy como ayer. Si el presidente no saca la lección pertinente del 4 de mayo, la amplia derrota del PSOE y Podemos en Madrid, puede colocar a los pies de los caballos del PP al Gobierno progresista. La aplazada renovación del Consejo General del Poder Judicial, ya pactada, y la próxima sustitución legal del Estado de Alarma ante la pandemia le esperan  ya a la vuelta del mes de mayo. Otros nombramientos pactados como el Defensor de Pueblo se complican bastante después de la histórica derrota protagonizada por Gabilondo.

A los problemas de la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez tiene que sumar los problemas de la secretaría general del Partido Socialista. Por vez primera en casi siglo y medio de historia, el PSOE ha quedado por detrás de un partido situado a su izquierda. La espectacular subida de Mónica García apunta a una clara alternativa radical de corte europeo, verde y feminista, con suficiente capacidad de atracción en el electorado sociológico de izquierdas. El sorpasso de Más Madrid al PSOE puede hacer variar la correlación de fuerzas progresistas, si el Partido Socialista no logra salir del letargo político en que se encuentra tras las urnas madrileñas.  Si es preocupante que Moncloa pierda el norte mucho más lo es que Ferraz lo pierda.

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