Se llamaba Néstor

Repartidor Rider
Fotografía: Brett Jordan / Unsplash

Damaris Rachel Sobejano Agustín (@racheldamaris99)

  • Se cumplen tres meses de la muerte de Néstor Pérez, abogado venezolano, mientras trabajaba como repartidor de Deliveroo en Madrid
  • Las empresas del sector del ‘delivery’ no reconocen a los trabajadores como propios, algo que quiere corregir la recién aprobada 'Ley rider'

Antes había flores. Ahora, solo quedan una papelera y un parquímetro, testigos únicos de lo que ocurrió la noche del 7 de febrero en el cruce de las calles Tomás Borrás y Embajadores, en el centro de Madrid. En el lugar exacto del accidente solo queda una botella de cerveza hecha añicos. Como si ahí no hubiera pasado nada. La zona acordonada dejó de serlo. Los viandantes continúan su ruta y las motocicletas mantienen su trayecto. La normalidad se apodera del lugar. Aquella noche de domingo, sobre las once y media, en ese cruce fallecía Néstor, repartidor sustituto de Deliveroo, tras un accidente en moto contra un camión de basura mientras se dirigía a realizar su última entrega.

"Escuché pum, abrí la ventana y llamé a la ambulancia". María fue testigo directo y aún recuerda aquella noche. La ambulancia no tardó en llegar. Los conductores del camión de basura se quedaron paralizados ante lo ocurrido mientras una pareja de jóvenes sanitarios y un enfermero jubilado intentaban reanimar el cuerpo del joven venezolano. "Estuvieron una hora asistiéndole; se quedó inconsciente y en parada: fue instantáneo", señala la sanitaria. Esa madrugada, la cuenta del SAMUR comunicaba el fallecimiento de Néstor a través de Twitter.

Las noticias al día siguiente amanecieron con un relato: la muerte de un repartidor sin nombre. Pero lo tenía: se llamaba Néstor Alexander Pérez Martínez. Tenía 48 años. Era abogado en Venezuela y en España trabajaba como repartidor sustituto de la empresa Deliveroo en Madrid. Néstor es una de las víctimas anónimas que provocan las injusticias laborales y la precariedad del sector del ‘delivery’ en España.

El rostro de la precariedad laboral

El pasado martes, el Consejo de Ministros ha aprobado el Real Decreto-ley de la conocida como 'Ley rider', que regula las condiciones laborales de los repartidores a domicilio por parte de las plataformas digitales, y por la que se obligará a contratar a estos trabajadores como asalariados en lugar de como autónomos.

Jorge Maeso, secretario de Política Sindical contra la Precariedad del sindicato Comisiones Obreras (CC.OO.) explica que estas empresas no reconocen a estos trabajadores como propios, sino como clientes de su plataforma. "Ellos te dicen que puedes decidir cuándo coges tu bici, cuándo me quiero conectar, cuánto voy a cobrar al cliente", afirma este sindicalista.

"Es una explotación absoluta; son inmigrantes con buena formación, personas que por culpa de la precariedad no tienen otra alternativa; los que alquilan cuentas están en tierra de nadie", explican desde CCOO

"Es una explotación absoluta y exponencial; son inmigrantes con buena formación, personas que por culpa de la precariedad no tienen otra alternativa a la que están haciendo; los que alquilan cuentas están en tierra de nadie", indica Maeso. Una opinión con la que coincide un grupo de riders a la espera de recoger su pedido a la salida de un restaurante de la cadena de comida rápida KFC bajando la calle Embajadores. "Esto solo lo hacen inmigrantes; solo conozco a un español que haga esto", explica un repartidor en plena calle sobre su trabajo.

Ya sea en bicicleta o en moto, los conocidos "falsos autónomos" comienzan a trabajar "por cuenta ajena" una vez activada su sesión en la aplicación de estas empresas. Los repartidores son penalizados si no entran en la plataforma durante los horarios de menor demanda ya que es la plataforma quién fija su salario en función de los servicios realizados. "Las estrellitas no son puntos que te dan por cliente; sino que monitorizan que hagas el trayecto más corto, que el pedido llegue bien en hora, etc.; no deciden absolutamente nada", asegura el secretario de política sindical de CC. OO.

Se llamaba Néstor
Esquina de la Calle Embajadores y la Calle Tomás Borrás, en la que falleció Néstor. Foto: Damaris Rachel

Aquel domingo, un pedido de Deliveroo se perdía en el camino. La plataforma avisó al cliente de la imposibilidad de entrega a la vez que enviaba un mensaje a toda la comunidad de reparto de comida, ante la preocupación del colectivo, lamentando la pérdida del abogado. "Os escribimos con una profunda tristeza para informaros del fallecimiento de uno de los riders de Madrid, Néstor Alexander Pérez [...] Queremos trasladaros nuestro apoyo y animaros a todos los que así lo deseéis a que contacteis con nosotros si necesitáis hablar de cualquier tema".  Cuatro días más tarde, Glovo anunció que el venezolano no pertenecía a la compañía. Néstor portaba una mochila con el logo de Glovo en el momento de su muerte y eso generó confusión. Se trata de una práctica común entre riders.

David Placer, periodista venezolano, explicaba en Instagram ante sus seguidores que la firma británica, Deliveroo, asumiría los costes funerarios de Néstor. Un gasto de 3.000 euros que, según Jordi Mateo, presidente de la Asociación Profesional de Riders Autónomos (APRA), se incluye en el seguro de accidentes y que fue aceptada por la familia debido a la falta de recursos para hacer frente al sepelio. Deliveroo también activó una indemnización incluida en el seguro de accidentes de 50.000 euros. La familia de Néstor no responde a este medio sobre si aceptó o rechazó ese dinero. La empresa tampoco aporta detalles al respecto.

"Sin declaraciones", es la postura que ha decidido mantener la empresa, Ferrovial - Urbaser, del camión de basura de aquella noche. Su entorno más cercano en Venezuela decide contar más sobre su historia mientras el silencio se apodera del caso de Néstor al otro lado del charco.

"¿El pedido está bien o no?"

Cuestiones como qué era Néstor a ojos de la empresa, por qué contaba con un seguro de accidentes laborales o por qué Deliveroo ofreció a su familia 3.000 euros sin supuestamente estar obligada a hacerlo quedan en el aire. Cabe recordar que, tras más de 40 juicios, el Tribunal Supremo ya dictó sentencia el pasado año aclarando la figura de los repartidores como "falsos autónomos", según La Información.

Sin embargo, esta cuestión conduce a una de las más discutidas en el sector rider: las cuentas subalquiladas. Rubén Ranz, coordinador de plataformas de UGT, explica que no se puede sustituir el puesto de trabajo de una persona asalariada ni, por tanto, se puede contratar y subcontratar a nadie. "Eso de sustituto que Deliveroo dice que se puede hacer, en la legislación española no se puede hacer", explica Ranz. "Esta es la primera vez en la que nos encontramos un contrato por medio; porque Néstor fue dado de alta de la seguridad social para cubrir un puesto de trabajo pensado para un ‘autónomo’, detalla el coordinador de plataformas de UGT.

Néstor trabajaba para Deliveroo, una empresa dedicada al reparto a domicilio, una actividad que, en opinión de este sindicato, implica una cesión ilegal de trabajadores. Una cuestión por la que el sindicato ha denunciado a Glovo, Amazon y Uber Eats. La falta de mecanismos de control en la cesión de usuario y contraseña agravan la inestabilidad laboral e incluso fomentan el trabajo irregular. "Hay gente que dice ‘tú me tienes que facturar como mínimo 1.000 euros al mes, si no, te quito la cuenta’; por eso están todo el día en la calle; son los que aceptan todos los pedidos y los que interesan a las plataformas", explica Fernando García, repartidor de Glovo.

Por otra parte, el tema de la seguridad social es el más demandado por el colectivo repartidor en cuanto a la mejora de las condiciones. García asegura que existe un chat al que pueden dirigirse los repartidores en caso de accidente. "Lo primero que te preguntan es: ¿el pedido está bien o no?, apunta este joven rider. Una pregunta a la que tuvo que contestar Pujan Koirala, un nepalí de 23 años, repartidor sustituto de Glovo, mientras yacía en el suelo tras ser arrollado por un camión de limpieza en la confluencia de la calle Balmes y Gran Vía de Barcelona.

Una mochila llena de sueños

La historia de Néstor no fue sencilla. Desde pequeño, tuvo clara su pasión por la abogacía y con tan solo 19 años terminó una de sus primeras carreras en la capital de Venezuela para inmiscuirse en el mundo del derecho como ayudante auxiliar. Ejerció como fiscal en el Ministerio Público en la provincia venezolana de Puerto La Cruz, pero decidió renunciar y desarrollar su profesión por la vía privada, participando en cinco bufetes de abogacía. "Fue fiscal de la República, pero no quiso ser juez; siguió trabajando por su cuenta como abogado privado", explica su hermano Pérez. Amigos y familiares señalan que su nivel de vida era estable en Venezuela, pero su pasión por el derecho le llevó a elegir un nuevo destino: Néstor puso rumbo a España junto a su exmujer para reanudar sus estudios y poder ejercer su profesión al otro lado del charco. "Cuando tú sales de tu país, sales sabiendo; mi hermano no se fue porque estaba mal; su nivel de vida estaba muy bien; pero la calidad de vida va cambiando con el tiempo", expresa Pérez.

Sin embargo, para continuar, no tuvo otra opción que trabajar por el día y trabajar por la noche, renunciado a su oficio como abogado. Néstor dedicaba sus mañanas como repartidor de comida a domicilio de varias empresas y al llegar la madrugada continuaba otros trabajos fuera del reparto, según las declaraciones de su amiga Jennezaret Sánchez, su amiga, también abogada, desde Argentina. Pero la pandemia de Covid-19 llegó. Y lo caótico se volvió más inestable. Néstor continuó su vida laboral como sustituto en la empresa Deliveroo, con una cuenta que le alquilaba su compañero de piso. "Habitación, comida, muchos gastos; por eso no paraba, no podía", señala Sánchez.

Sin esperarlo. Fue un empleo que sorprendió a muchos de sus seres queridos, que conocieron las condiciones de precariedad de Néstor como repartidor tras la noticia de su muerte.  "Estaba haciendo de todo un poco para tener estabilidad económica; pero no sabíamos nada de eso, nadie sabía exactamente de las condiciones", asegura su prima Liliana.

Jennezaret Sánchez, amiga de Néstor, explica que salir de tu país de residencia es duro, pero que lo es aún más sabiendo que la mayoría de sus compatriotas lo hacen bajo un equipaje de formación cuyo resultado se vuelve en la falta de oportunidades en el exterior. "Dejamos la piel en un aeropuerto cuando dejamos nuestra patria; y llegamos a una nación con una maleta de años de estudios, solos; porque no sabemos cuándo podremos volver a ser lo que un día fuimos", explica Jennezaret, con la voz entrecortada.

El anhelo de ejercer como abogado en España fue siempre la meta de Néstor. Trabajador y honesto, la precariedad y la pandemia no le detuvieron. Continuó recorriendo las calles de Madrid mientras no dejaba de echar currículums para cambiar de trabajo. "Para que una persona esté trabajando a las once de la noche con frío y en una moto un domingo es porque definitivamente luchaba a capa y espada por sobrevivir; tenía miles de sueños; lograr lo que fuese por ser abogado allá", manifiesta su amiga. Con los papeles en regla, tenía en mente estudiar un máster de derecho y ser secretario auxiliar de un abogado. "¿La vida es injusta?; no lo sé, pero lo que sí sé es que Néstor no lo merecía", manifiesta su amiga.