Otras miradas

La columna Vendôme y el internacionalismo de la Comuna de París

Miguel Urbán y Jaime Pastor

Coordinadores del libro '¡Viva la Comuna! 72 días que conmocionaron Europa'

Destrucción de la Columna Vendôme durante la Comuna de París
Destrucción de la Columna Vendôme durante la Comuna de París

El internacionalismo de la Comuna puede que sea uno de sus legados políticos más importantes y originales. Demostrando la complejidad de un movimiento que anudó múltiples motivaciones políticas, desde su nacimiento como revuelta patriótica ante el asedio prusiano de París, aunque este impulso nacional no tomara de ninguna manera una forma nacionalista; por el contrario, derivará en el desarrollo de una práctica y un discurso entusiastamente internacionalistas. "Como recordaba años más tarde uno de sus antiguos integrantes, fue, por encima de todo, ‘un acto audaz de internacionalismo. Con la Comuna, París no quería ser la capital de Francia, sino una colectividad autónoma de una federación universal de los pueblos. No deseaba ser un estado, sino un elemento, una unidad en una federación de comunas que debería ser, en última instancia, internacional`" (Ross, 2016: 17).

A partir de la proclamación de la Tercera República, en la revuelta del 4 de Septiembre de 1870, comienza una gradual dualidad de poderes en el seno de París entre el Gobierno de Defensa Nacional y el Comité Central de la Guardia Nacional. Una disputa que se centra entre quien ostenta la legitimidad de la revolución republicana de septiembre y la resistencia frente a las tropas prusianas en la defensa nacional. Pero que realmente no solo será un choque de legitimidades, sino que paulatinamente, según avanza el asedio a París, se convertirá en un choque de proyectos entre la República burguesa y la República universal. Como expresa Marx, la consigna de "república social" expresaba "el vago anhelo de una república que no acabase sólo con la forma monárquica de la dominación de clase, sino con la propia dominación de clase" (Marx, 2010, 33).  En este sentido, es importante recordar la vehemencia con la que muchos supervivientes de la Comuna combatieron la idea de que habían actuado para "salvar la república". "La república de nuestros sueños no se parecía en nada a la que tenemos. Queríamos una república democrática, social, universal y no plutocrática" (Ross, 2016: 48)

De hecho, la República Universal, lejos de implicar un retorno a los principios de la Revolución burguesa de 1789 más bien marcaba una ruptura con su legado, apostando por un internacionalismo proletario verdaderamente consecuente con la idea de igualdad y fraternidad. Esta ruptura fue especialmente simbólica con la quema de la guillotina en la plaza Voltaire el 10 de abril, rompiendo cualquier equivalencia entre la revolución y el cadalso; y la destrucción el 16 de mayo de la columna Vendôme como una reafirmación antiimperialista: "Se decidió el derribo de la columna Vendôme, símbolo de la fuerza brutal, afirmación del despotismo imperial, porque este monumento atentaba contra la fraternidad de los pueblos" (Michel, 2016: 148)

Para la mayoría de los historiadores, el internacionalismo de la Comuna se mide en el número de extranjeros que incorporó bajo su bandera y la importancia de los cargos que ocuparon: un húngaro-alemán, Frankel como ministro de Trabajo, un polaco, Dombrowski, como responsable de su defensa, y una rusa, Dimitrieff, como fundadora de la Unión de Mujeres.  Y la verdad es que la presencia de tantos extranjeros en la Comuna obsesionaba a los versalleses. De hecho, la imagen de la Comuna repleta de polacos, alemanes e italianos era un insulto habitual en el discurso anticomunero, generado en parte por la asimilación recurrente del extranjero con la figura del "agitador exterior" y de la Comuna con la Internacional, a la que se la acusaba de servir a intereses extranjeros ocultos y contrarios a los de la nación.

El propio Marx tuvo que desmentir estas acusaciones en sus escritos, "las cabezas burguesas, con su contextura policiaca, se representan a la Asociación Internacional de los Trabajadores como una especie de conspiración secreta con un organismo central que ordena, de vez en cuando, explosiones en diferentes países. En realidad, nuestra Asociación no es mas que el lazo internacional que une a los obreros más avanzados de los diversos países" (Marx, 2010: 82).

Pero el internacionalismo comunal era mucho más que el número o el nombre de los extranjeros que participaron en su desarrollo. Como afirmó Marx, la Comuna "era un gobierno internacional en el pleno sentido de la palabra (...) que anexionó a Francia los obreros del mundo entero" (Marx, 2010: 54). El internacionalismo de la Comuna se construyó como antítesis al colonialismo y al chovinismo nacionalista del Imperio. Quizás la muestra más genuina del internacionalismo comunal como antagonismo al imperialismo francés, fue el decreto del 12 de abril por el que se decidió el derribo de la columna Vendôme. Que decía lo siguiente:

"Consideramos que la columna imperial de la plaza Vendôme es un monumento a la barbarie, un símbolo de la fuerza bruta y la falsa gloria, una afirmación del militarismo, una negación del derecho internacional, un permanente insulto de los vencedores a los vencidos, un atentado perpetuo contra uno de los grandes principios de la República Francesa, la fraternidad: 

Decreto:

Articulo Único: La columna de la plaza Vendôme será demolida."

 Finalmente, la columna Vendôme no fue destruida hasta un mes después, el 16 de mayo, cuando ya la Comuna estaba al borde del agotamiento y de la derrota, lo que le da al hecho, además de su valor político, una connotación en cierta medida heroica. Y si juzgamos la fuerza e impacto político del gesto por las reacciones que generó entre sus detractores que lo consideraron como un atentado contra la propia historia de Francia, comprenderemos la importancia del propio hecho en pleno auge del colonialismo.

La fuerza del gesto iconoclasta comunero como acto antijerárquico y antimperialista puede calibrarse por la histeria registrada en la narración del suceso por parte de los versalleses, que denunciaron el derribo de la columna como un intento de destruir la propia historia francesa. Los comuneros fueron tachados de "vándalos" y Gustave Courbet, uno de los que acusaron como responsable político del derribo de la columna, fue encarcelado y condenado de por vida a pagar una indemnización para su reconstrucción. Pero mas allá de la propaganda reaccionaria, la verdad es que la Comuna si quería ajustar cuentas con la historia del Imperio francés, pero no como una cuestión del pasado sino más bien como una afirmación en el presente, como una declaración antiimperialista y anticolonial que conectaba con su idea de "república universal".

Lo cierto es que la "furia iconoclasta" se ha reproducido prácticamente en todas las revoluciones o movimientos de protesta a lo largo de los 150 años de historia desde el derribo de la columna Vendôme hasta nuestros días. Una manifestación que ha recobrado actualidad, situándose en el centro del debate político con la emergencia de un movimiento antirracista y decolonial que ha puesto en el punto de mira de su "furia iconoclasta" a las estatuas de militares, colonizadores y esclavistas. Si bien el movimiento comenzó en EE UU, pronto prendió por medio mundo llegando también a Europa, en donde se sucedieron ataques a diferentes estatuas generando una airada respuesta por parte de las elites y partidos conservadores que, como en un autentico revival de la Comuna, acusaban a los manifestantes de  vándalos y de intentar borrar la historia.

Por ejemplo, Emmanuel Macron se quejó amargamente de las acciones iconoclastas contra las estatuas y, en un mensaje dirigido a la nación francesa que podría haber pronunciado el mismísimo Thiers, cargó contra los manifestantes antirracistas por intentar borrar la historia de Francia: "Esta noche les digo muy claramente, queridos conciudadanos, que la República no borrará ninguna huella ni figura de su historia. No olvidará ninguno de sus logros. No derribará ninguna estatua" (Traverso, 2020). Por cierto, en el discurso dirigido a la nación, Macron nunca mencionó ni a las víctimas del racismo ni al colonialismo francés, curioso descuido. En este mismo sentido, cuando los manifestantes derribaron la estatua del esclavista  Edward Colston, la ministra del Interior británica, Priti Patel, calificó el acto de "totalmente vergonzoso" y  de "vandalismo inaceptable".

Queda así patente que las estatuas, cuando se convierten en objeto de disputa, dejan de ser una cuestión del pasado para forma parte directa de nuestro presente. Demostrando que el racismo o el neocolonialismo no son ni mucho menos pasado sino elementos vivos de nuestro presente, por lo que la "furia iconoclasta" contra estatuas supuestamente pasadas, da una dimensión histórica a las luchas del presente contra el racismo y la opresión. Un hilo rojo que conecta el derribo de la columna Vendôme durante la Comuna y su idea internacionalista de "república universal" con las protestas antirracistas que han recorrido las calles de medio mundo. Recordar la Comuna 150 años después no debe de entenderse, por tanto, como un ejercicio nostálgico o académico, sino militante, rescatando para nuestras luchas presentes legados políticos tan imprescindibles como el internacionalismo antiimperialista comunal.

 

Marx, Engels, Lenin (2010) La Comuna de París. Madrid: Akal.

Michel, Louise (2016) La Comuna de París. Madrid: La Malatesta.

Ross, Kristin (2016) Lujo comunal. Madrid: Akal.

Traverso, Enzo (2019) Melancolía de izquierda. Barcelona: Galaxia Gutenberg

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