Ecologismo de emergencia

Minas en las aguas oceánicas profundas: el futuro que viene

Rosa M. Tristán

La firma Rosie Chambers (NOOA) . Criatura de las profundidades marinas en zonas destinadas a la extracción minera
La firma Rosie Chambers (NOOA) . Criatura de las profundidades marinas en zonas destinadas a la extracción minera

Si hay un lugar en la Tierra que aún está prácticamente inexplorado, posiblemente habitado por seres que no conocemos, en un ambiente que es un misterio, es sin duda todo ese territorio que ocultan los océanos, tres cuartas partes del total del planeta superficie de la corteza terrestre que están cubiertas de agua, a varios miles de kilómetros de profundidad en una gran extensión. Esos lugares son hoy objeto de deseo porque ocultan minerales que resulta que son muy valiosos para la tecnología que hemos inventado ya sea para estar conectados o con objeto de frenar el cambio climático, sin tener que cambiar nuestra forma de vida.

Hace unos días, la compañía belga Global Sea Mineral Resource (GSR) logró recuperar del fondo del Océano Pacífico, a 4 km de profundidad, un prototipo de robot de 25 toneladas de peso llamado Patania II, que exploraba una gigantesca zona entre Hawai y México conocida como Clarion Clippeton, más de 4,5 millones de kms2 donde se han descubierto nódulos de manganeso hoy codiciados para las baterías, la electrónica o los paneles solares. GSR tiene una concesión para extraer metales de ese lecho oceánico y un grupo de científicos que trabaja para la empresa quería probar con el Patania el impacto ambiental que tendría la "mina". Pero el robot acabó en el fondo. "Es irónico que una industria que quiere extraer metales del lecho marino termine dejándolo caer allí", declaraba al respecto Sandra Schoettner, bióloga de aguas profundas de Greenpeace Alemania, en un comunicado donde alertaba de que "la minería en aguas profundas es un riesgo demasiado grande".

La cuestión lleva a preguntarse quién es quien otorga esas autorizaciones y resulta que existe un Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISA) de la que forman parte 167 estados y la UE , creada en 1982 bajo el paraguas de la ONU. Su sede está en Jamaica. La ISA tiene el mandato de cuidar los fondos del 54% de los océanos y la presión minera es tremenda, mientras por otro lado hay países que intentan que su plataforma continental aumente de las 200 millas náuticas (y en excepciones  de 350) para llegar a esas aguas mineras. Un informe de la  Coalición para la Conservación de las Aguas Profundas , que reúne a 80 ONGs, especifica que España está en esa línea y reivindica el Monte Tropic, rico en telurio, cobalto y tierras raras, que está al sur de Canarias y que se disputa con Marruecos. En el informe, además, se mencionan fondos ricos en minerales cerca de Galicia.

Hasta ahora, según la web de ISA, ha habido 31 contratos para minería subacuática con 22 contratistas de diversos países, varios chinos, rusos, japoneses, coreanos, los belgas. De ellos, 19 son para la exploración de nódulos polimetálicos en la zona de Clarion-Clipperton (17), uno en la Cuenca Central del Océano Índico y otro en el Océano Pacífico Occidental. Otros siete contratos son para la exploración de sulfuros polimetálicos en el Indico (cerca de Mozambique), en el suroeste de Indian Ridge, Central Indian Ridge y mid-Atlantic Ridge y cinco más para la exploración de costras ricas en cobalto en el Océano Pacífico Occidental. En el caso de los nódulos polimetálicos, el área de exploración autorizada asignada a cada contratista es de 75.000 km2. De momento, además de Bélgica, sólo Japón ha iniciado algunas pruebas en su plataforma, en 2017. Pero es el comienzo...

Antes del accidente del robot, éste ya había recolectado rocas del tamaño de una patata, ricos en manganeso, níquel cobalto y tierras raras. Toda una bicoca en estos tiempos donde estos minerales tienen tanta demanda y de los que la UE, como ya conté en otro artículo, es totalmente dependiente de China.

De momento, la ISA no ha acordado un reglamento que respalde esta minería emergente, así que los contratos de exploración están parados, entre ellos los de varias empresas europeas (belgas, británicas, eslovacas, polacas...). La ONG Ocean Panel ha pedido que sigan así hasta que se llenen todos los agujeros de conocimiento que hay sobre estas zonas del océano profundo y se comprueben los impactos que tendrían en la vida marina. La misma postura ha adoptado el Parlamento Europeo, que en 2018 votó por una moratoria minera en los mares abisales.

Curiosamente, las empresas se defienden con el argumento de que los daños serían menores que los que se generan en tierra. Deep Green llega a decir que "la vida a 4.000 metros de profundidad es 1.500 veces menor que en la superficie" . Pero la realidad es que grupos científicos independientes recuerdan que remover los fondos provocaría columnas de partículas en suspensión que afectarían a la fauna que se alimenta por filtración, que se dañarían los respiraderos hidrotermales subacuáticos asociados a sulfuros claves en la regulación del clima y la geoquímica oceánica, que podrían afectar a los ecosistemas y los nutrientes que hay en la cadena alimentaria marina. ¿Y qué pasaría con los residuos tóxicos devueltos al mar?, se preguntan.

Cabe recordar que investigadores de Hawai revelaron en noviembre pasado que precisamente en la zona Clareon Clipperton existía la mayor concentración de peces jamás registrada en las profundidades abisales, tras una expedición oceanográfica al lugar. Y eran montes submarinos de hasta 3.000 metros, que se imaginaban casi vacíos de vida.

La nota positiva es que empresas como BMW, Volvo, Google o el fabricante de baterías coreano Samsung SDI ya han anunciado que no comprarán metales extraídos a través de la minería en aguas profundas hasta que los riesgos ambientales de la actividad se "comprendan completamente". Ahora, las ONGs europeas quieren conseguir el compromiso firme de que la UE vetará esta posibilidad y de que presionará para que ese veto sea universal.

Nos arriesgamos a perder un mundo bajo las aguas que ni siquiera conocemos y lleva ahí, seguramente, miles de millones de años... Hay otros caminos.

 

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