Dominio público

Madrid Central marca el paso a las ciudades

Inés Sabanés

Diputada de Más País-Los Verdes Equo

Rita Maestre

Portavoz de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid

Esther Gómez

Concejala Más Madrid

Participantes en la concentración convocada este domingo en la Gran Vía a favor del mantenimiento y ampliación de Madrid Central. EFE/Fernando Villar
Participantes en la concentración convocada este domingo en la Gran Vía a favor del mantenimiento y ampliación de Madrid Central. EFE/Fernando Villar

En las últimas semanas estamos asistiendo de nuevo al debate sobre Madrid Central. Vemos cómo la zona de bajas emisiones más eficaz de Europa se elimina por el Ayuntamiento que debería haberla defendido y protegerla. A la vez, empieza la cuenta atrás para replicarse por todo el país, y otras ciudades anuncian que crearán su propia zona ‘pacífica’, París Respire, a imagen y semejanza de Madrid Central.

La reciente aprobación de la Ley de Cambio Climático, que exige a todas las ciudades de más de 50.000 habitantes que implanten zonas de bajas emisiones, ha hecho que decenas de ciudades españolas se fijen en el ejemplo de Madrid Central. Además, esta obligación coincide con la inminente llegada de los fondos europeos Next Generation, una de cuyas líneas de actuación es precisamente la creación de zonas de bajas emisiones.

Así, después de que se haya demostrado que Madrid Central no era ningún capricho, ni ningún muro, ni perjudicaba al comercio, sino que supuso una mejora de la calidad del aire y de la vida en su conjunto, Madrid Central marca el paso para el resto de ciudades. Con la creación de zonas de bajas emisiones se convertirán en lugares más amables, a la vez que reducimos las emisiones contaminantes y cuidamos nuestra salud y la del planeta.

En Madrid somos muchas las que defendemos Madrid Central, tal y como empezó su andadura, y también las que consideramos que es necesario que se extienda. Por eso, desde Más Madrid, hemos lanzado Crece, Madrid Central, una propuesta para multiplicar por 12 la zonas de bajas emisiones y replicarla fuera de la M-30, con proyectos para construir barrios más habitables.

Ha llegado el momento de reconocer la evidencia: hay cambios que deberían estar fuera del debate ideológico y centrarnos en ellos por los beneficios indudables que tienen. Por dar algunos datos, con Madrid Central la contaminación se redujo un 22% en el distrito y un 10% en la ciudad, el transporte público subió un 5%, a la par que bajó el uso del coche, disminuyó el ruido y se posibilitó la peatonalización de más de 20.000 metros cuadrados ganados al coche, dando el protagonismo a las personas, con más espacio peatonal y estancial, y más árboles. Sus efectos positivos para la salud fueron desde el principio, pues indiscutibles, y también su aceptación social.

¿Quién no querría algo así para su ciudad? Los tiempos en los que las urbes estaban estructuradas en torno al coche han quedado atrás en las capitales europeas. París no solo ha peatonalizado las márgenes del Sena, sino que va a implantar un ‘París Central’ y ha protagonizado una envidiable revolución de la bicicleta en los últimos años. Londres va a multiplicar por 18 su zona de ultra bajas emisiones. Viena es conocida por sus peatonalizaciones y su urbanismo feminista, que no es más que dar protagonismo a una movilidad y un uso del espacio público que cubra todas las necesidades de las personas, incluidos los cuidados.

Y, en España, Valencia también ha vivido el despegue de la bicicleta y continúa recuperando espacio para el peatón. Barcelona tiene una zona de bajas emisiones que ocupa prácticamente toda la ciudad y está volcada en la construcción de nuevos carriles bici, ampliaciones peatonales, supermanzanas, entornos escolares seguros. Y, para terminar esta lista que se podría extender más y más, Pontevedra, uno de los mejores ejemplos de cómo devolver la calle a sus vecinas y vecinos.

Sin embargo, vemos cómo Madrid vuelve al pasado. De ser referentes europeos en la lucha contra la contaminación a ir para atrás, José Luis Martínez Almeida solo piensa en el coche, en el urbanismo del desarrollismo, en vez de en la ciudad que pone en el centro a las personas. No estamos hablando solo de salud, que por supuesto, sino de una ciudad amable, cercana, donde de gusto pasear, con aceras anchas. La ciudad de los 15 minutos. Almeida ha revertido peatonalizaciones, carriles bici y carriles bus, ha planificado nuevos macroaparcamientos y carreteras, trayendo más humos a Madrid. Incluso se ha convertido en el primer alcalde en acabar con una zona de bajas emisiones, tras la anulación de Madrid Central por un supuesto defecto formal que recurrió él mismo cuando estaba en la oposición. En su lugar, quiere implantar una zona de bajas emisiones fallida, que nace vieja, con la que solo quiere cumplir un expediente. Necesitamos más medidas para proteger la salud, no menos.

En Madrid, el 80% del espacio público se dedica al coche cuando no supone ni un 30% de los desplazamientos que se realizan. Tenemos que redoblar la apuesta por el transporte público y la bicicleta para poner en marcha esta revolución por el derecho a la ciudad y al espacio público. Nuestros barrios no pueden ser los lugares por los que atraviesan miles de vehículos cada día con sus ruidos y sus humos, sino el lugar que habitamos y el escenario de la convivencia entre las diversas actividades que se dan cita en la ciudad y todas las personas, incluyendo a las mayores y nuestras niñas y niños. No es ninguna utopía, sino el camino que han emprendido las ciudades en el siglo XXI y del que Madrid no se puede descolgar.

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