Punto de Fisión

Villarejo y los altos fondos

Villarejo y los altos fondos
El comisario jubilado José Manuel Villarejo ofrece declaraciones a los medios de comunicación tras salir de la Audiencia Nacional para declarar en un juicio por una pieza del caso ‘Tándem’, a 6 de julio de 2021, en Madrid, (España).- EUROPA PRESS

Lo reconozco, soy un hincha a muerte de los nombres en clave con que se bautizan las operaciones policiales en España. Sé de sobra que no es el procedimiento oficial, pero me gusta imaginar a un montón de señores (y alguna señora también) en mangas de camisa, embutidos en un despacho de seis metros cuadrados, con círculos de sudor en los sobacos, barajando palabras como locos, poetas o filósofos y fumando como carreteros. Gürtel se llama así porque significa "cinturón" o "correa" en alemán; Púnica alude a la nomenclatura científica de la granada, punica granatum; Pokemon es una mención al gran número de sospechosos que iban cayendo en el saco, uno tras otro. Al parecer, la Operación Tándem, que incluye los delitos de blanqueo y organización criminal y que supuso el ingreso en prisión del célebre comisario Villarejo, recibió su bautismo gracias a la supuesta colaboración en equipo entre el BBVA y Villarejo.

El tándem, según la primera acepción de la RAE, es una bicicleta de dos asientos y dos juegos de pedales, pero a medida que se van sumando ciclistas a la pesquisa judicial es evidente que la denominación se queda corta. Ahora mismo, entre La Caixa, Repsol y la filial de Iberdrola que acaban de entrar en la investigación, más que un tándem, la colaboración con Villarejo recuerda aquella bicicleta múltiple con que los Osos Montañeses iban de excursión, Apá, Amá y sus dos oseznos pedaleando tranquilamente por los Apalaches. Villarejo, en vez del sombrero de Apá, lleva gorra y no fuma en pipa de maíz, pero se le entiende parecido.

De momento, la principal línea de defensa del ejército de abogados de estas grandes compañías del Ibex que reclutaron a Villarejo para labores de espionaje es que desconocían que todavía fuese un funcionario público en activo y no un detective por libre, algo difícil de creer cuando los jefes de seguridad de Repsol y Caixabank que contrataron sus servicios también habían pertenecido al Cuerpo Nacional de Policía. De modo similar, Cospedal ha admitido que se reunió varias veces con Villarejo, pero no porque fuese policía, qué va, sino por sus contactos en los medios de comunicación y sus relaciones sociales; se ve que quería ficharlo como agente de prensa y luego descubrió que su conversación era la monda: el Truman Capote de los altos fondos a base de grabaciones de tapadillo.

Gracias a la gorra y a la cartera de cuero con que se cubría el rostro -un adelanto de la mascarilla -Villarejo disfrutaba del don de la invisibilidad, igual que en aquel relato de Chesterton en el que todos los indicios apuntan a que el criminal es el hombre invisible y el padre Brown descubre que el hombre invisible, capaz de entrar en cualquier sitio y de no ser detectado por nadie, en realidad era el cartero. Los mandamases de los mayores bancos y las grandes empresas de este país no tenían ni idea de quién era Villarejo ni a lo que se dedicaba, a pesar de que Villarejo iba por el mundo con el mismo desparpajo de aquel policía de Paraguay que llevaba una gorra con la siguiente inscripción: POLICÍA SECRETA DE PARAGUAY. Está claro que James Bond, al lado de Villarejo, es una mierda pinchada en un palo.

 

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