Rosas y espinas

Cintora y Rufián (o viceversa)

Parece ser que hoy dan la última emisión de Las cosas claras, que a la nueva dirección de TVE1 no le interesa que la cadena pública se meta en política. Si es que ya se lo advertía Franco a otro ilustre español: "Haga como yo, y no se meta en política". Lo de la política, o sea, se lo dejamos en exclusiva a los grandes trust televisivos, caracterizados precisamente por su pluralidad ideológica. No hay más que ver todos los días a Ana Rosa y a Ferreras abanicándose mutuamente con todo el abanico ideológico abierto.

Dentro de poco, la televisión pública dejará de programarnos películas de Berlanga, Saura, Bardem, Cuerda y Buñuel porque tampoco la cadena de todos está para ponernos cine político. Como si existiera el cine no político. Cualquier actividad artística, comunicativa, familiar, sexual, intelectual, animal y humana es política. No podremos ver aburridos documentales sobre la vida y muerte de Federico García Lorca, pues sería tomar partido que la cadena pública los emitiera. Ni escuchar a Serrat cantando Para la libertad, qué horror, cómo se puede poner algo tan rojo en la pública, si Miguel Hernández tuvo la desfachatez de morir de hambre y crueldad en una cárcel fascista.

Varias personas muy principales de nuestra vida pública han salido en la tele a defender la permanencia del programa de Jesús Cintora, y a mí me parece francamente mal. Lo que deben hacer nuestros representantes públicos no es defender un programa o a un periodista, sino un modelo de televisión pública (no externalizada, como el magazine catódico en cuestión) educativa, crítica, cultural, diversa: o sea, política

Ensayaba el otro día Gabriel Rufián, precisamente en ese programa y sobre el desquiciamiento judicial al que estamos sometidos, una variante del poema de Martin Niemöller aplicada a nuestra radiante democracia: "Primero han ido a por los independentistas, después irán a por toda la izquierda", vino a decir más o menos. Y lleva razón. Cada tertulia política que no es florentinamente correcta, y menos en la tele pública, está condenada a desaparecer.

No quiero defender este programa, que tampoco me parece un bomboncillo intelectual, ni mucho menos. Pero es un síntoma su cierre, ahora que ha asegundado en audiencia a Ferreras, Al rojo vivo, más periodismo y menos rechistar, banda de rojos. Es curioso que un programa que se llama al rojo vivo no haga más que anhelar al rojo muerto.

En resumen, que no nos metamos en política y dejemos el debate ideológico en manos del grupo Planeta, de Ana Rosa, de Susanna Grisso y de Vicente Vallés. Vosotros dedicaos a la floristería, pues no es imposible que se pueda repetir una revolución de los claveles. Tened paciencia.

Que un gobierno progresista nos diga que una tele pública no se va a meter en política no viene más que a dar la razón a los fascifachas que, alegremente, van poco a poco acabando con todo lo público, incluido el derecho a la información, a la educación que nos aparte del soma de Tele5.

Veré hoy el último programa de Las cosas claras, solo por el morbo de ver morir algo inocente, como un toro. Pero si un gobierno progresista nos quita por cojones ese portal de información, frívolo pero digno, y con una audiencia que compite con formatos similares destinados a villarejear y enturbiar, pensaré más o menos los mismo que Niemöller y Rufián.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata,Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
ya que no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Lo que yo no me explico es por qué no vamos a tener un medio público donde guardar nuestros silencios.

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