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El experimento de la cárcel de Stanford

El experimento de la cárcel de Stanford es uno de los más famosos (y criticados) experimentos de psicología social de la historia: 24 voluntarios divididos en guardias y reclusos en una prisión fingida en el sótano de la universidad californiana.

El experimento de la cárcel de Stanford es uno de los más famosos experimentos de psicología social de la historia: 24 voluntarios divididos en guardias y reclusos en una prisión fingida en el sótano de la universidad californiana.  

Tras solo seis días de encierro, el investigador Philip Zimbardo canceló el experimento tras la “intensificación de las vejaciones a los reclusos” y las críticas por parte una colaboradora. Acusado recurrentemente de fraude, el experimento de Stanford suma diversos libros, películas y documentales habiéndose convertido en un mito de los experimentos psicológicos.  

El experimento de la cárcel. El planteamiento 

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford. Fuente: PrisonExp.org

Un anuncio en un periódico local solicitaba voluntarios para un estudio sobre los efectos psicológicos de la vida en prisión, a cambio de 15 dólares diarios. Contestaron 70 personas, de las cuales fueron elegidas 24: todo ellos estudiantes universitarios “saludables, inteligentes y de clase media”. Se lanzó una moneda al aire para dividir al grupo entre estudiantes y reclusos.  

La principal referencia en la que se apoyó Philip Zimbardo para desarrollar este ensayo fue el experimento de Milgram en la Universidad de Yale en el que los ‘maestros’ perdieron el control dando (falsas) descargas eléctricas a los actores que fingían ser alumnos. Zimbardo quiso dar un paso más allá eliminando a los actores. Solo él actuando como superintendente y un colaborador asumiendo el papel de alcaide se encargarían de ‘vigilar’ el experimento. 

Su objetivo era similar al de Milgram: quería conocer hasta qué punto una persona normal y corriente puede cambiar su comportamiento en una situación extrema, qué camino tomará una persona normal para ejercer la autoridad, con moderación y sentido de la justicia o con descontrol y sadismo.  

El experimento de la cárcel. El desarrollo 

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford. Fuente: PrisonExp.org

Un domingo de agosto de 1971, policías de verdad que aceptaron colaborar con el estudio detuvieron en sus casas a los 12 reclusos. El objetivo era que, desde el principio, todos los participantes tuvieran la sensación de encontrarse realmente presos en una cárcel.  

Por su parte, los guardas no recibieron ninguna formación específica, tan solo tuvieron una reunión de orientación, pero se les dio libertad “dentro de unos límites para mantener la ley y el orden en el interior de la prisión”

Nada más llegar a la cárcel, los reclusos fueron desnudados, recibieron un uniforme que parecía un vestido, se les ató una cadena al tobillo y se les puso un gorro en la cabeza. Además, se les dio un número, no pudiendo decir su verdadero nombre.  

El primer día de experimento no pasó nada, pero a la mañana del segundo día se produjo una rebelión entre los reclusos que hicieron barricadas en las celdas colocando las camas contra la puerta, quitándose además los gorros y los números. Fue el inicio del conflicto que derivaría cinco días más tarde en la cancelación del experimento. 

Los guardas usaron todo tipo de estrategias para retomar el control de la situación: desde amenazar con un extintor, hasta crear celdas de privilegio, castigar a los cabecillas de la rebelión desnudándolos y quitándoles la comida. Con ello consiguieron empezar a dividir a los reclusos que ya no actuaron como grupo. 

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford. Fuente: PrisonExp.org

Entre los guardas se distinguían diferentes actitudes: estaban los “duros, pero justos”, los “colegas” que hacían favores a los reclusos… Y luego estaba ‘John Wayne‘, un guarda demasiado metido en su papel que vejó y humilló repetidamente a los presos. 

Por el lado de los reclusos, también había diferentes tipos según Zimbardo. Cuatro de ellos tuvieron crisis nerviosas incluyendo una erupción psicosomática por todo el cuerpo. Otros actuaron con “buenos reclusos” haciendo todo lo que los guardas les ordenaban. Y luego estaban #5401 y #416.  


El primero de ellos fue ‘desenmascarado’ por Zimbardo y sus colaboradores después de leer el correo que recibían los reclusos en el que se descubrió que era un activista radical y que pretendía vender la historia a un periódico clandestino creyendo que era un experimento del gobierno para controlar a estudiantes radicales. Se desconoce hasta qué punto #5401 sufrió la ira de los guardas de Zimbardo por este ‘descubrimiento’. 

Por su parte, #416 llegó a última hora para sustituir a un recluso que abandonó el experimento y se “enfrentó al horror de golpe”. Nada más llegar inició una huelga de hambre para “forzar su liberación” siendo sancionado en la celda de castigo.  

Finalmente, Zimbardo puso fin al experimento tras seis días al comprobar que las vejaciones subían de tono por las noches cuando los guardas creían que no estaban siendo observados y cuando una colaboradora que accedió al sótano de Stanford protestó airadamente por la situación denigrante de los reclusos

El experimento de la cárcel. Las conclusiones  

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford. Fuente: PrisonExp.org

Cuando el prisionero #416 se puso en huelga de hambre y fue castigado, los guardas ofrecieron al resto de reclusos una alternativa para sacarlo de la celda de castigo a cambio de entregar sus mantas: nadie entregó su manta para que el compañero fuera liberado.  

Este es tan solo uno de los muchos ejemplos que Zimbardo citó como conclusión para su estudio, reforzando la idea del experimento de Milgram: cualquier persona puede comportarse de forma despiadada si tiene ‘la sartén por el mango’ en una situación crítica y que cualquier persona puede derrumbarse psicológicamente sometida a una gran presión.  

No obstante, las derivaciones más interesantes sobre el experimento de Zimbardo se vinculan al concepto de encierro, sobre la propia noción de cárcel, una solución siempre polémica para ‘castigar’ a los delincuentes, especialmente cuando las condiciones del encierro son humillantes o vejatorias.

Aunque el ser humano no ha encontrado una solución ‘menos mala’ que esta para disuadir a las personas de cometer crímenes, no cabe duda de algo en falla en una sociedad cuando unas personas son privadas de algo tan esencial como su libertad


¿Fue el experimento de la cárcel de Stanford un fraude? 

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford. Fuente: PrisonExp.org

Las críticas al experimento de Zimbardo son innumerables. Desde un punto de vista científico se le acusa de no tener un control sobre las variables que pueden influir en los resultados sacando conclusiones tan solo de evidencias anecdóticas.  

De hecho, tal y como cuenta el propio investigador, un colega le llegó a preguntar al propio investigador dónde estaba la variable independiente del estudio: Zimbardo no tuvo respuesta, estaba demasiado preocupado en evitar un supuesto plan de huida de los reclusos.  

El propio Philip Zimbardo es el principal blanco de las críticas. Se dice que fue él el principal instigador de los guardas tras un día “en el que no pasó nada”.  John Mark, uno de los guardas —que aseguró ir hasta arriba de marihuana durante todo el experimento— declaró después que era Zimbardo el que creaba tensión forzando a los prisioneros a quedarse despiertos, ‘sugiriendo’ castigos a los guardas basados en técnicas alienantes usadas en cárceles reales:

Creo que Zimbardo quería crear un crescendo dramático y luego terminarlo lo más rápido posible. Sentí que a lo largo del experimento, él sabía lo que quería y luego trató de darle forma al experimento, por cómo se construyó y cómo se desarrolló, para que se ajustara a la conclusión que ya había elaborado“.

Dave Eshelman, alias John Wayne que, en realidad, basó su personaje en el director de la prisión de La leyenda del indomable, declaró lo siguiente: “Estaba planeado. Me puse en marcha con un plan definido en mente, para tratar de forzar la acción, forzar que algo sucediera, para que los investigadores tuvieran algo con qué trabajar. Después de todo, ¿qué podrían aprender de los chicos sentados como si fuera un club de campo?

Así mismo, algunos reclusos también fingieron crisis nerviosas, supuestamente, porque era la única forma permitida de abandonar y cobrar su paga.

Y, en suma, el experimento de Zimbardo —que ha cimentado su exitosa carrera de divulgador en estos seis días de estudio—, además de inmoral para muchos psicólogos, parece enfocado de forma tendenciosa, tal y como afirmó Mark, encaminado desde el principio a demostrar una hipótesis, unas conclusiones obtenidas a priori, olvidando cuál es la esencia de un experimento científico: refutar una hipótesis, no probarla



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