Otras miradas

El éxito de la vacunación es una lección civilizatoria

Naiara Davó

Diputada de Unides Podem en Les Corts Valencianes

El éxito de la vacunación es una lección civilizatoria
Una usuaria de una residencia en Mahón recibe la tercera dosis de la vacuna contra la covid-19, destinada a personas mayores.- EFE / David Arquimbau

La OMS acaba de felicitar a España por el proceso de vacunación y por la gestión de la pandemia. Un reconocimiento del máximo organismo internacional a un proceso que no contó con el apoyo de todos los actores políticos, pero que ha supuesto una validación a una gestión pública muy complicada que ha logrado salvar decenas de miles de vidas.

La vacunación ha sido un ejemplo civilizatorio en un mundo que presiona para privatizarlo todo y entregar la gestión de todos los asuntos públicos al mercado. La vacunación ha sido un ejemplo porque ha demostrado la capacidad del sector público para coordinar a decenas de miles de profesionales y a 35 millones de españoles. No es nada fácil coordinar a una cantidad de gente semejante, como tampoco es fácil asignar los recursos (económicos y de personal) para que no se produzca ninguna distorsión. Los gurús del neoliberalismo siempre intentan situar la superioridad del mercado por encima de la gestión pública, desde mitologías en torno a la supuesta eficiencia de gestión de una información ingente que solo se podría dar mediante los mecanismos de los mercados privados hasta la asignación de los intercambios.

Del mismo modo, hemos visto el incremento de la presión de relatos catastrofistas que quieren situar al hombre como un lobo para el hombre. Relatos donde prima la competencia descarnada y donde se sitúan las distopías de las películas apocalípticas como única escapatoria al capitalismo.

Sin embargo, la realidad es que la gestión pública de la pandemia ha demostrado que el Estado es capaz de hacerse cargo de procesos que implican a centenares de miles de personas, generando certezas, asignando correctamente los recursos y garantizando los derechos de todas. De la misma manera, ha sido capaz de construir una idea de comunidad que se cuida y un sentimiento de pertenencia colectivo que apuesta por la cooperación antes que por la competición.

No ha sido fácil. Existe un contexto político que intenta erosionar los pilares de la convivencia democrática, de asalto judicial al poder ejecutivo y de polarización para sacar réditos electorales del dolor ciudadano. La gestión de la pandemia ha sido un éxito, pero no ha sido gracias a todos.

Vox cargó desde el minuto uno contra las medidas para combatir la pandemia. Organizaba manifestaciones en los privilegiados barrios de Madrid, Valencia y Barcelona mientras el resto de españoles se esforzaban para combatir al virus. En medio de lo peor de la pandemia, cuando más fuerte atacaba la enfermedad, más subían el tono político para intentar sacar votos de las más bajas pasiones. No arrimaron el hombro en ningún momento, no hicieron ninguna propuesta, no cerraron filas con la ciudadanía para lograr vencer al virus. Todo ello tenía un objetivo último: desacreditar al sector público como garante del bienestar social y acentuar el intento de reforzar al mercado contra el Estado, para que las problemáticas sociales se resuelvan con sus reglas y no con las reglas democráticas de convivencia.

Por suerte, sus ataques no funcionaron y tanto las instituciones públicas como el conjunto de la ciudadanía dieron un paso al frente y lograron aplicar una lógica de protección y cuidados frente al sálvese quién tenga.

Una lección que no puede olvidarse de ahora en adelante y que, en cierto modo, ya se empieza a percibir en los estudios de opinión. En la última encuesta del CIS, un 70% de los españoles aseguraba querer un Estado protector y lo situaba como responsable del bienestar ciudadano.

Existe un proceso profundo que está anclando la necesidad y el deseo de un Estado protector, es decir, un deseo por una mayor actuación pública ante los vaivenes de los mercados. Este deseo es transversal a las ideologías y a las clases sociales, como demuestra la encuesta del CIS, pero todavía no tiene traducciones culturales concretas. Aún falta que eso se termine de convertir en rutina, en familiaridad, se haga pueblo.

Es aquí donde tenemos que seguir avanzando en una dirección concreta: hay un aval ciudadano en ciernes para aumentar el peso del Estado en las áreas estratégicas de la economía y para proteger a la ciudadanía. Dónde cierta gente quiere ver caos, catástrofes e incertidumbre, el Estado proporciona certezas, orden y un rumbo. El proceso de vacunación ha sido una lección de lo común: nadie preguntaba por tu origen, tu condición social o tu riqueza para ponerte de forma gratuita la vacuna. Eso es el sector público, la sanidad pública.

Privatización viene del latín "pri-vare" que significa privar de algo a alguien. Esta raíz etimológica de la palabra ha sido recogida por una campaña francesa con enorme éxito: "cuando todo sea privado, estaremos privados de todo". Es afirmando al sector público que lograremos imponer una nueva lógica de los asuntos políticos, imaginemos que hubiera ocurrido si la gestión de la pandemia hubiera estado en manos privadas: como ocurre en otras áreas de la vida, solo se hubiera salvado quien hubiera podido pagárselo.

Nuestro sistema económico sigue dominado por la racionalidad neoliberal, dónde el que gana se lo queda todo y al resto nos deja las sobras. Cambiar el paradigma debe ser el punto de inflexión para construir un nuevo futuro en común, en comunidad, gracias al refuerzo de todo aquello público. En este sentido, la vacunación ha sido un éxito pero no debemos olvidar que en los países avanzados, una campaña de vacunación se da por hecha (derecho adquirido) aunque esto no sea una verdad dada. La percepción puede terminar asentando que estar vacunado era algo dado, sólo el neoliberalismo nos recuerda que esos derechos conquistados pueden perderse.

Por estas razones, es necesario seguir construyendo un nuevo sentido común en torno a los consensos sociales del Estado protector. Un Estado que cuida y garantiza derechos, pero también ofrece un rumbo de transformación social sin excluir a nadie. En esta disputa central, está la posibilidad de recuperar nuestro futuro.

Más Noticias