Memento

Deliveroo go home

Deliveroo go home
Un repartidor de la empresa Glovo en la Puerta del Sol.- Marta Fernández / Europa Press

La ley de causa y efecto determina que a toda acción le corresponde una reacción, consecuencia o efecto. Si hace unas semanas el efecto fue Deliveroo anunciando que abandonaba España tras esa causa llamada Ley Rider, esta semana la reacción ha sido la pérdida de 9.000 millones en Bolsa de los grandes grupos especializados en la entrega de comida a domicilio en el continente europeo. ¿La causa? Que Bruselas también quiere regular la situación de los millones de falsos autónomos de estas plataformas. Por decirlo de otra manera, la causa es otorgar derechos laborales y el efecto es que esas empresas asumen que se enriquecen gracias a la explotación de los trabajadores.

Pues nada, podéis coger vuestras bolsas azules, amarillas o rojas e ir marchando a otro lugar. Jugad con el despido de cientos de personas si queréis. Pedid ayuda a los medios de la derecha que aprovechan cualquier acto para atacar al Gobierno, fingiendo incluso estar al lado de los trabajadores, cuando realmente viven de las limosnas de quienes pisotean sus derechos. Hablad de libertad, de que son sus propios jefes, de que eligen sus horarios, de que ellos son felices así, de que lo contrario es la nada. Nos sabemos todas vuestras teorías, pero ahora también empezamos a saber que sin explotación no sois nadie. O peor, sí que lo sois, pero preferís largaros y patalear que ganar un poquito menos para dar salarios y condiciones dignas. Pues la puerta es grande. Cruzáis Pirineos o cogéis un avión en Barajas y cerráis al salir.

Pero no lo harán, porque saben que siguen ganando dinero. Lo único que juegan es a patalear porque muchas veces les funciona. Ya sabemos que algún ministro o político socialista titubea al primer titular de prensa incendiario. Lo hemos visto otras veces. Y ante una caída en Bolsa, una pequeña protesta patronal o un Pablo Casado con una mochila de Deliveroo a su espalda en las puertas del Congreso, les entrarán las dudas y estarán a puntito de pulsar el botón de abortar. Por suerte, el espaldarazo de Bruselas y la convicción de la ministra de Trabajo parece que no tiene vuela atrás. Les ha enseñado la puerta a quienes quieran tener esclavos. Y por mucho que la prensa conservadora saque entrevistas a trabajadores afectados y tristes, la realidad es que hay una amplia mayoría que exige derechos laborales. Parece mentira que en pleno 2021 todavía debe ser una exigencia y no una realidad.

Queda demostrado que el negocio de estas empresas no es el reparto mediante plataformas, sino la explotación de sus trabajadores. Cuanto menores son los derechos y más ínfimo el sueldo, mejor para sus aspiraciones y sus ganancias. Les importa bien poco si en sus mochilas llevan un kebab, una hamburguesa o un feto humano. Lo que les importa es exprimir al máximo al que conduce y cargar sobre él la responsabilidad del éxito o del fracaso. Le dirán que, si reparte más, si se esfuerza, si lo hace rápido, tendrá grandes ganancias. En cambio, si trabaja y no le da ni para vivir, algo ha hecho mal. Cargan sobre él la culpa mientras se juega (y se deja) la vida por una empresa que ni se hace cargo si le sucede algo en carretera. ¿Y la culpable de esta situación es quien quiere legislar para evitar eso? Con esa trampa juegan. Por eso están mejor lejos de aquí.

Dice el refrán que a buen hambre no hay pan duro. Y saben que ante la necesidad van a tener personas dispuestas a ser explotadas porque no tienen más opciones. Por ese motivo es necesario tener empresas de reparto que respeten la ley, que paguen salarios dignos y que ofrezcan protección laboral. El reparto a domicilio seguirá porque hay demanda. Echar fuera a esclavistas no terminará con el negocio, sólo mejorará las condiciones de quienes lo hagan. Por eso, Deliveroo o Glovo , cerrad al salir y tirad la llave. Si nuestros derechos no caben en vuestras mochilas, vuestras empresas no caben en nuestras calles.

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