Latinoamérica, presente

Latinoamérica, presente
Congreso de Periodismo de Mérida. Fotografía: Mohammed Subat

Lucía Franco (@luciafrancov)

  • Así vi el encuentro de periodistas del Congreso de Mérida, que trajo consigo una reivindicación: hay que relatar más y mejor las historias de migrantes para no aburrir, para ser relevantes, para contarnos mejor

El fenómeno de la movilidad humana ha existido desde siempre, aunque tengo la sensación de que en Europa se vive como algo reciente. Por esto mismo, espacios como el Congreso de Periodismo de Migraciones organizado por la Fundación porCausa son ahora más que nunca necesarios  El intercambio anual permite desmontar una buena cantidad de mitos sobre las migraciones y los discursos de odio que giran a su alrededor.

Yo soy migrante. Esto quiere decir que salí de mi país, Colombia. Lo hice hace más de cuatro años porque buscaba nuevos retos profesionales, conquistar la vieja Europa, ya saben.

Lo sé, hablo desde una situación más o menos privilegiada porque los migrantes de los que estamos acostumbrados a escuchar en las noticias pasan días, tal vez semanas, viajando, comiendo lo justo y llevando con ellos apenas lo puesto. Yo llegué a Madrid en avión. Lo sé, muchos de ustedes están aburridos de estas historias.

Se ha normalizado el escuchar en las noticias cifras de personas muertas en el mar, se ha normalizado hablar sobre menores no acompañados como delincuentes o situar a los inmigrantes como personas inferiores. Incluso entre quienes apoyan la apertura de fronteras y lo natural de los movimientos migratorios (que se han dado antes incluso de que el ser humano fuese ser humano), se da una cierta condescendencia para con el migrante. Hasta entre ciertas personas migrantes que, como yo, no saben lo que es pasarlo mal de verdad, muchas veces se habla del fenómeno como quien habla de pobres niños indefensos. "Pobres, ellos no se supieron apañar tan bien como yo", dicen a veces mientras llenan la nevera con el sueldo europeo que reciben por exhibir sus raíces y limpiar conciencias, tranquilizar al europeo.

Pero esto está mal. Está mal que lo hagan ustedes y está mal que lo haga yo. Por eso, aunque les aburra, hay que seguir hablando de migración. Por eso, y porque la vida da muchas vueltas. Tal vez un día, antes de lo que ustedes esperan, tengan que abandonar su barrio, su ciudad, su país. En el interior de cada uno de nosotros late un migrante.

Por eso, creo que hay que buscar nuevas formas de hablar de migración, maneras que superen los estereotipos y la victimización.

Eventos como este obligan a los periodistas a revisar la calidad de su trabajo y los compromete a no bajar la guardia. Escuchar las voces de grandes periodistas latinoamericanos, que tienen mi mismo acento, me reafirma en la importancia de sentirme orgullosa del mío. Aunque a veces no me entiendan. Porque la migración no es contar la movilidad de las personas, sino contar qué consecuencias tiene y por qué ocurre:¿fue la cuestión de género, el cambio climático, la pobreza, la violencia? ¿Fue todo a la vez? Casi siempre es todo a la vez.

Pero no hablemos solo de los que llegan hoy. Hablemos también de los que lo hicieron hace 30 años. ¿Qué pasó con ellos? ¿Se quedaron? ¿Formaron una familia? ¿En qué condiciones lo hicieron? ¿Sienten sus hijos apego por la tierra de origen de sus padres? ¿Les gustaría volver?

Aunque esos dos días de noviembre fueron muy valiosos, permitan que me quede con la presencia de Latinoamérica en el Congreso de Periodismo de Mérida. La tierra tira, ya saben.  No se trata solo de que yo sea latina, que también, sino de que mis compañeros de profesión me hicieron sentir orgullosa del periodismo de migraciones que se hace en América Latina. Su periodismo no se ve mucho a este lado del charco. Más nos valdría tomar nota.

Los muros del periodismo de migraciones

Directores de medios que hacen su trabajo desde países con democracias débiles como El Salvador que se juegan el tipo en cada historia y aun así se atreven a contar. Cuando digo tipo me refiero al físico de verdad, a sus vidas. Esto es de admirar. "El periodismo tiene la capacidad de cambiar cosas, pero necesita de la gente para poder hacerlo", me cuenta Óscar Martínez, director del periódico de El Faro. "Este congreso sirve para saber que no estamos solos en contar este tipo de historias". Es verdad.

Y no es únicamente contarlo. Es llevarlo a cabo, como explica la venezolana Laura Weffer,directora de Efecto Cocuyo que dijo que le llamaba mucho la atención el compromiso de la gente con las nuevas narrativas. Ojalá esté en lo cierto. Desde Cocuyo se han dedicado a escribir sobre lo que muchos venezolanos y sus familias tienen que vivir cuando son ellos los que se quedan. De alguna manera, eso también es migrar.

Salí del congreso convencida del potencial que tenemos los migrantes de relatarnos a nosotros mismos.

La periodista y directora de la Voz de Guanacaste, Gabriela Brenes, se queda con la sensación de que este año era más importante que nunca este congreso. "Compartir con otros periodistas ha sido muy enriquecedor porque son un ejemplo a seguir, porque ellos hacen un trabajo más difícil y nosotros queremos poderles prestar toda nuestra ayuda para que esas historias no se queden sin ver la luz".

Al final me quedo con una frase de la directora general de la Fundación porCausa, Lucila Rodríguez-Alarcón: "Lo valioso no es centrarse en los temas, sino en cuál es el problema a la hora de abordar las migraciones por parte de los periodistas".

Salgo del congreso, como muchos de los que asistieron, preocupada por mi manera de contar las historias sobre migración, incluida mi propia historia. Supongo que este es el primer paso. También lo hago más convencida del potencial que tenemos los migrantes de relatarnos a nosotros mismos. Al fin y al cabo, si lo nuestro no lo contamos nosotros, pues paila.