Otras miradas

El efecto mariposa y la política navarra

Ricardo Feliu

 

El presidente de UPN, José Miguel Esparza, atiende a los medios de comunicación, a su llegada a la sede de UPN donde se va a celebrar un Consejo Político tras el voto de los diputados contrarios a la reforma laboral contra el criterio del partido, a 5 de febrero de 2022. Eduardo Sanz / Europa Press
El presidente de UPN, José Miguel Esparza, atiende a los medios de comunicación, a su llegada a la sede del partido donde se va a celebrar un Consejo Político tras el voto de los diputados contrarios a la reforma laboral, a 5 de febrero de 2022. Eduardo Sanz / Europa Press

Lo ocurrido el pasado jueves en el Congreso de los Diputados con los parlamentarios de UPN ha abierto un espacio de incertidumbre en el complejo ecosistema político navarro, cuyas consecuencias a medio plazo son difícil de prever. A corto plazo, lo más probable es que los dos parlamentarios sean expulsados del partido al no entregar las actas parlamentarias, pasando así al grupo mixto. En todo caso, el daño que está sufriendo a UPN es muy importante, y eso que a largo de su historia ha conocido crisis tan traumáticas como la ruptura protagonizada por Juan Cruz Alli en 1995, que dio lugar al nacimiento de CDN (partido que desapareció en 2011).

UPN nació en 1979 a raíz de una escisión dentro de UCD como consecuencia del voto favorable de este a la transitoria cuarta de la Constitución (que recogía la posibilidad de que Navarra pudiera unirse al País Vasco mediante un referéndum). Su ideario es una combinación de liberalismo económico, la defensa de la identidad navarra (cuya máxima expresión son los fueros) y conservadurismo, pero el elemento aglutinante es el antivasquismo político. La mejor síntesis se recoge en la expresión Navarra foral y española. Desde un primer momento, UPN tuvo la capacidad de acoger personas que provenían de la derecha tradicionalista mientras se ubicaban en el espacio del centro/derecha, democracia cristiana, liberales económicos, y con un carácter menos identitario en relación con el navarrismo, logrando así convertirse en el principal partido del espacio conservador navarro.

Con la crisis actual, los principales interrogantes que están encima de la mesa son tres. El primero, que pasará con la coalición de Navarra Suma. A un año de las elecciones forales y municipales, todo apunta a una ruptura entre el PP y UPN y el espacio de la derecha en Navarra se vuelva a fragmentar. Sin embargo, no podemos perder de vista que la relación de UPN y el PP (dos partidos con una gran afinidad ideológica) viene de lejos. Para finales de los ochenta del pasado siglo, el único competidor electoral que tenía UPN en Navarra era el PP. En 1991 llegan a un acuerdo por el cual el PP se integra en UPN y, a cambio, los representantes de UPN en el Congreso, Senado y en el Parlamento Europeo pasan a estar bajo la disciplina de voto de los populares. Este acuerdo, con sus tiras y aflojas, estuvo vigente hasta el 2008. Ese año UPN decidió a favor de los presupuestos generales del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Uno de los parlamentarios Santiago Cervera no aceptó la disciplina de voto y abandonó las filas regionalistas para pasarse al PP. La cuestión de fondo es que UPN necesitaba de los socialistas navarros si quería seguir gobernando y, sobre todo, evitar que se abriera una ventana de oportunidad a las fuerzas políticas vasquistas para llegar al poder. Ese planteamiento chocaba de bruces con la estrategia que estaba siguiendo el PP a nivel estatal en relación con el gobierno socialista.


Tendrían que pasar más de diez años para que se volviera a elaborar un acuerdo para aglutinar a UPN y el PP bajo un mismo proyecto político que se denominó Navarra Suma, y que incorporaba a Ciudadanos. Sin embargo, hay un dato que no podemos perder de vista. Según el Barómetro de Opinión Pública del Parlamento de Navarra del 2021, la intención de voto de Navarra Suma desciende cinco puntos en relación con los votos que obtuvo en 2019, no tanto porque se produzca una transferencia de voto a otras fuerzas políticas sino porque el 27% de sus votantes no saben lo que van a hacer.

El segundo interrogante gira alrededor de las consecuencias de la crisis interna abierta en UPN y si la dirección será capaz de atajarla de una manera rápida y contundente. Aunque dentro del partido regionalista existen diferentes sensibilidades políticas, solo en momento concretos se han articulado corrientes internas propiamente dichas, sobre todo alrededor de los congresos. En el 2020 se celebró el último, en el que Sergio Sayas compitió con Javiera por la presidencia. Aunque perdió, obtuvo un apoyo del 41,7% y aglutinó a los sectores más identificados con el Partido Popular. Con la crisis abierta, todo apunta a que la fractura interna se incremente de manera exponencial y aquellos que apoyaron a Sayas valoren hacer movimientos internos que pueden acabar en ruptura. Habrá que estar al tanto de lo que ocurra en las Juventudes Navarras (rama juvenil de UPN) así como en algunas agrupaciones locales ubicadas en la Ribera Navarra, que es donde Sergio Sayas tiene mayor respaldo. En todo caso, la imagen de Javier Esparza para un sector del partido ha quedado tocada y los únicos apoyos públicos que ha tenido ha sido el expresidente foral Miguel Sanz y el alcalde de Pamplona, Enrique Maya, mientras que el alcalde de Tudela o la representante de las Juventudes Navarras se abstuvo de votar a favor del expediente de expulsión en la reunión de la ejecutiva.

La tercera cuestión gira alrededor de las consecuencias en Navarra de la estrategia de la geometría variable del PSN. Entre el lunes y el miércoles se produjeron varias reuniones entre Javier Esparza, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños y el secretario de organización Santiago Cerdán (hombre de confianza tanto de Pedro Sánchez como de María Chivite). El acuerdo al que llegaron era el voto favorable a la reforma laboral y, a cambio, el PSN en el Ayuntamiento de Pamplona apoyaría las inversiones presupuestarias de Navarra Suma y retiraría su propuesta de reprobación contra el alcalde Maya por sus declaraciones xenófobas al vincular delincuencia con los menores extranjeros no acompañados. Durante el transcurso del pleno municipal, el PSN cumplió con lo pactado y votó a favor de las inversiones, pero cuando se enteró de lo que estaba ocurriendo en el Congreso, no retiró la reprobación. Esto ha provocado un profundo malestar entre sus socios de gobierno (sobre en Geroa Bai); de telón de fondo están las negociaciones de la Ley de Convenio (una norma fundamental que recoge el convenio económico entre Navarra y el Estado) que están llevando Navarra Suma y el PSN, dejando fuera a sus socios en el Gobierno Foral. Es muy difícil que se produzca una crisis en el gobierno foral, pero a las relaciones se van a tensar en lo que queda de legislatura.


Por último, la búsqueda de apoyos a la Reforma Laboral por parte del PSOE había abierto una ventana de oportunidad política a UPN que le permitía tener una gran visibilidad a nivel estatal y presentarse como un partido con visión de estado (y, de paso, tender puentes con Ferraz para, a medio plazo y en función de los resultados electorales del 2023, plantear un acuerdo de gobierno entre los regionalistas y los socialistas navarros). Era una jugada política arriesgada porque le obligaba a marcar distancias con el PP y romper Navarra Suma, pero la posibilidad de volver al poder y cerrar el paso al vasquismo, bien vale una misa.

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