Otras miradas

Asfixiadas por el entusiasmo

Carla Berrocal

Ilustradora y dibujante de cómics

Asfixiadas por el entusiasmo
.- PIXABAY

293 euros de la Seguridad Social. Redondeando, 300 euros de cuota que sumados a otros impuestos, el alquiler y los gastos (sin muchos lujos, eso sí) apenas dan para vivir dignamente. Quizás podrían llegar a la conclusión de que he ingresado muchísimo dinero en diciembre, pero nada más lejos: he hecho varias facturas, pero ninguna cobrada hasta la última semana de enero. No es de extrañar que durante esos días el ritual era el que sigue: nada más abrir los ojos, lo primero que hacía era coger el móvil, me metía en la app de mi banco y rezaba para que alguno de mis clientes me hubiera pagado, porque si no tendría que pedir dinero prestado a mis padres... Y hasta en eso tengo suerte, porque muchos compañeros ni siquiera pueden permitirse esa posibilidad. 

Siempre se dice aquello de que no todo el mundo sirve para ser autónomo, pero lo cierto es que es el sistema el que nos despedaza. Sin soporte económico, con cuotas inasumibles y una competición salvaje, lo normal es que muchos abandonen para buscar trabajos más estables. Los que habitamos este infierno de libertad lo hacemos siempre en la cuerda floja, pendientes del próximo trabajo, contestando mails, llamando a clientes. Apenas podemos permitirnos coger una bocanada de aire. Trabajo. Más trabajo. Una voz obliga a coger y coger y coger encargos, hasta el límite de nuestras fuerzas, por si el día de mañana no llamaran, por si el día de mañana no existiera. ¿Cómo no va a repercutir este modo de vida en nuestra salud mental? No es que los autónomos estemos hechos de otra pasta, es que somos los peores patronos y los mejores obreros. Obedientes, hiperexplotados, con miedo al futuro. Controlables.

A Escrivá (y a todos los que estuvieron antes que él) nuestras quejas les dan igual. No se nos escucha. Es el sector con menos movilización sindical, pero es obvio el por qué: estamos desprotegidos, atomizados. Las instituciones nos han abandonado, las cuotas suben y nos ahogan. Por supuesto que creo en la obligación de pagar impuestos, pero estos deberían ser proporcionales, equitativos y acorde a los ingresos. Y no solo eso, también creo en mi derecho a exigir al sistema bienestar y protección: poder estar de baja, proteger a las compañeras que son madres, tener derecho a paro o una pensión digna. 

Si esto fuera poco, los clientes también nos maltratan y si nos quejamos la amenaza siempre es la misma: otro dirá que sí. El cliente se vuelve el patrono antiguo, ese que asomaba por la puerta de la finca y tenía tres almas peleándose por una migaja de jornal. O lo tomas, o lo dejas. Por no hablar de los tiempos de pago de nuestras facturas, que en muchos casos se pueden llegar a extender hasta tres meses. O lo tomas, o lo dejas. Los honorarios bajan cada año, empeorando además para los profesionales que se dedican a la cultura que tienen contratos cada vez más abusivos y difíciles de negociar. Son solo unos pocos privilegiados los que tienen margen para negociar. La minoría. O lo tomas, o lo dejas. Y es que entre unos y otros, muchos lo acaban dejando. 

Quizás nuestro mayor pecado es dedicarnos a lo que nos gusta. El "entusiasmo" que decía Remedios Zafra.

 La solución no pasa solo por repensar las cuotas de la Seguridad Social y buscar un modelo más equitativo según ingresos, en el caso de la cultura también es prioritario aplicar el Estatuto del Artista y del trabajador/a de la cultura. Aprobado en 2018, en él ya se contemplaban los problemas que nos afectan (alta temporalidad, ingresos inestables, desprotección de los profesionales frente a las empresas...) y las asociaciones profesionales proponían soluciones que a día de hoy siguen ignorándose desde las instituciones. Me temo que falta voluntad política y coordinación entre Ministerios, lo que aboca a los profesionales a la destrucción de su proyecto para alargar la cola del paro. Prefieren volver al trabajo por cuenta ajena. Lo entiendo. La seguridad y estabilidad económica es demasiado tentadora para cualquiera, por mucho entusiasmo que tengan.

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