Ecologismo de emergencia

La necesidad de legislar el uso de los disruptores endocrinos

Ethel Eljarrat

Investigadora científica en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) - Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Barcelona

Pixabay.
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Durante las últimas semanas, y a raíz de la nueva Ley de Residuos, hemos estado escuchando diversas informaciones referentes al bisfenol A (BPA) y a los ftalatos. Pero, ¿qué son estos compuestos? Y ¿por qué distintas entidades sociales, incluyendo varios científicos, han apoyado la prohibición del uso de estos compuestos en los envases?

El BPA y los ftalatos son sustancias químicas de alto volumen de producción que se utilizan desde hace varias décadas para fabricar plásticos. El primero se usa principalmente para fabricar policarbonato y resinas epoxi, ya que les proporciona la robustez que necesitan. Los segundos se aplican como suavizantes para hacer que los plásticos, como el cloruro de polivinilo (PVC), sean más flexibles y duraderos. Todos estos plásticos se utilizan para fabricar recipientes alimentarios, como botellas reutilizables para bebidas, vajillas (platos y tazas) y recipientes de almacenamiento, así como para recubrimientos protectores y láminas para latas de bebidas y alimentos.

Para todos estos usos alimentarios, el riesgo está en que tanto el BPA como los ftalatos pueden migrar en pequeñas cantidades a los alimentos y bebidas almacenados en estos materiales plásticos que lo contienen. Así pues, los humanos estamos expuestos a estos compuestos de forma continuada. Esta exposición no va a provocar efectos adversos inmediatos. Sin embargo, sí que produce una toxicidad crónica, es decir, provoca efectos adversos como resultado de pequeñas dosis diarias, e incluso concentraciones pequeñísimas (del orden de partes por billón) pueden producir daños. Y es que tanto el BPA como los ftalatos son disruptores endocrinos, lo que quiere decir que alteran nuestras funciones hormonales. Existen evidencias científicas de que el BPA puede afectar al desarrollo neurológico en los niños, a la fertilidad, y puede provocar diabetes y obesidad. También se asocia con el cáncer de próstata. En cuanto a los ftalatos, algunos están vinculados a resultados reproductivos y metabólicos adversos. También existen estudios que los vinculan con un mayor riesgo de problemas de aprendizaje, atención y comportamiento de los niños.

Debido a todos estos efectos tóxicos, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la EFSA, ha establecido niveles de ingesta diaria tolerable (TDI) para estos compuestos. La TDI es una estimación de la cantidad de una sustancia que se puede ingerir diariamente durante toda la vida sin un riesgo apreciable. En su evaluación de riesgos de 2015, la EFSA estableció una TDI para el BPA de 4 microgramos por kilogramo de peso corporal y por día. Pero, recientemente, en diciembre de 2021, el Panel de Expertos de la EFSA redujo esta TDI en 100.000 veces, estableciendo el nuevo valor en 0,04 nanogramos por kilogramo de peso corporal y por día. Esta reducción resulta de los nuevos estudios científicos que han surgido desde 2013, y particularmente aquellos que indican efectos adversos del BPA en el sistema inmunológico.

Si comparamos los estudios que muestran estimaciones de la exposición de los consumidores al BPA en la dieta con los nuevos valores de TDI, observamos que se supera este nuevo valor máximo aconsejado, lo que indicaría posibles problemas de salud. Por eso, es necesario reducir los niveles de exposición actual a este compuesto. Y para lograrlo, son necesarias medidas más restrictivas en las aplicaciones del BPA para usos alimentarios, como las que recoge la nueva Ley de Residuos, donde se prohíbe la utilización de BPA y ftalatos en envases.

De hecho, en el año 2011, la Unión Europea ya prohibió el uso del BPA en los biberones y en juguetes infantiles. Y en el 2018 se prohibió su uso en cualquier envase alimentario para niños de 0 a 3 años. Si bien es cierto que la prohibición en cualquier tipo de envases no existe en la Unión Europea, otros países como Francia ya prohibieron en el 2014 su uso en todos los usos alimentarios, aplicando el principio de precaución.

Así pues, la nueva Ley de Residuos es un importante avance en la eliminación de compuestos tóxicos para mejorar la salud humana. Sin embargo, no hay que olvidar que el BPA y los ftalatos no son los únicos disruptores endocrinos presentes en los materiales de uso cotidiano. Existen más de 3.000 sustancias químicas diferentes asociadas a los materiales plásticos, de entre las cuales más de 60 están caracterizadas como sustancias de alto riesgo para la salud. Por lo tanto, estos compuestos nocivos también requerirían de medidas similares a las aprobadas recientemente.

Asimismo, no hay que bajar la guardia y es necesario controlar las alternativas químicas que surgen en sustitución de los compuestos ahora prohibidos. Por ejemplo, el Bisfenol S (BFS) o el Bisfenol F (BPF) aparecen como alternativas al BPA. Éstos son productos químicos de estructura y propiedades muy similares y, por consiguiente, suelen conllevar a un impacto medioambiental y en la salud humana de características semejantes a su antecesor. Lo mismo ocurre con los ftalatos. La Unión Europea y los Estados Unidos han restringido el uso de algunos ftalatos, como el di(2-etilhexil) ftalato (DEHP) y el di-butilftalato (DBP), en algunos productos comerciales. Como resultado, otros plastificantes como el adipato de di(2-etilhexilo) (DEHA), el éster de diisononilo del ácido dicarboxílico de 1,2-ciclohexano (DINCH) y el tereftalato de di(2-etilhexilo) (DEHT) surgen como plastificantes de reemplazo. Es ahora, por lo tanto, necesario disponer también de estudios sobre los posibles efectos de estos nuevos compuestos, y poder evaluar si este reemplazo es seguro o no.

Por último, es importante reflexionar sobre el rastro de todos estos contaminantes en la llamada Economía Circular. Para lograr una Economía Circular, debemos ser capaces de controlar la contaminación en todas las etapas del ciclo de vida de un producto, incluida la etapa de reciclaje. El reciclaje es un elemento clave en la Economía Circular. Sin embargo, los compuestos químicos, como el BPA o los ftalatos, presentes en los diferentes residuos pueden ser liberados durante los diversos procesos de reciclaje y recuperación, y pueden también estar presentes en los productos producidos a partir de materiales reciclados. Por ello, debemos controlar su presencia en todos los materiales que ya los contienen y que, al reciclarse, re-introducen estos compuestos tóxicos en nuestro medio ambiente impactando de nuevo en nuestra salud.

Por otro lado, hay que considerar que cuando un producto llega a una planta de reciclaje, han pasado varios años desde su fabricación, por lo que, a menudo, algunos compuestos químicos permitidos en aquel momento, ya no lo están en la actualidad. Se genera así un problema para las plantas de reciclaje, ya que es muy difícil, por no decir imposible, poder discriminar entre los residuos que contienen y los que no un determinado compuesto químico. Por ello, es necesario avanzar en el etiquetado de los productos comerciales. Los productores deberían proporcionar un etiquetado del producto claro y visible con información sobre todos los aditivos químicos presentes, a fin de facilitar su discriminación en las plantas de reciclaje.

Así pues, podemos concluir que la nueva Ley de Residuos es un importante paso adelante en la protección de la salud humana, pero que aún queda mucho recorrido por delante para poder minimizar en mayor medida los impactos negativos en nuestra salud debido a la presencia de disruptores endocrinos en los materiales de uso común.

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