Dominio público

Gernika, Ucrania y la extrema derecha española

Alfredo González-Ruibal

Doctor en Arqueología Prehistórica por la Universidad Complutense de Madrid y científico titular en el Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC

Gernika, Ucrania y la extrema derecha española
Gernika tras el bombardeo de 1937.- EFE

El presidente de Ucrania Volodomir Zelenski ha declarado ante el parlamento español: "Estamos en abril de 2022, pero parece abril de 1937". Hablaba del bombardeo de Gernika, que supuso la destrucción de esta ciudad durante la Guerra Civil. Zelenski y sus asesores tienen una extraordinaria capacidad de adaptarse a su audiencia y en cada caso explican el conflicto en su país en términos locales ¿Es acertada la referencia a Gernika? ¿Se puede comparar, por ejemplo, con el ataque ruso a Mariúpol? Podemos preguntarnos si la comparación es acertada desde un punto de vista técnico y desde un punto de vista simbólico.

Desde un punto de vista técnico militar, en principio parece que el objetivo inicial de los rusos no era arrasar Mariúpol para sembrar el terror, como sí fue la intención de los sublevados y sus aliados fascistas en Gernika, sino apoderarse de la ciudad en su intento de controlar el país. Lo cierto es que el bombardeo estratégico con los medios actuales habría dejado Mariúpol reducida a cenizas en pocas horas. No obstante, los bombardeos rusos no han destruidos solo objetivos tácticos, como infraestructuras y posiciones militares, sino que se han cebado en multitud de edificios residenciales e infraestructuras civiles—las autoridades ucranianas hablan de hasta un 90% de edificios dañados. Parece que, fracasados los objetivos tácticos, los rusos han recurrido al bombardeo indiscriminado, típico de la guerra total, para doblegar la resistencia ucraniana. No es la primera vez que lo practican: destruyeron Grozni por completo durante la segunda guerra chechena (1999-2009).

¿Es la comparación con Gernika acertada como símbolo? Como decía, el ataque a la villa vasca tuvo como objetivo sembrar el terror mediante el bombardeo sistemático de una población civil. En realidad, no fue la primera ciudad bombardeada desde el aire: lo fue Londres durante la Primera Guerra Mundial y diversas poblaciones en países colonizados (de Marruecos a Irak) en los años 20. En la propia Guerra Civil, el ataque a Durango el 31 de marzo de 1937 causó daños similares y probablemente más víctimas humanas—como los ataques aéreos sobre Madrid en noviembre-diciembre de 1936. Pero fue Gernika la que se convirtió en símbolo, gracias a los reportajes del periodista Georges Steer, y, por supuesto, a la obra de Picasso. Y es un símbolo potente, en España e internacionalmente: una metáfora de la guerra total, la agresión militar, los crímenes de guerra y el ataque indiscriminado contra civiles. A todo lo cual estamos asistiendo en Ucrania.

A la ultraderecha, como era de esperar, no le ha gustado el uso del símbolo de Gernika. Zelenski (o sus asesores más bien) debieron de pensar, equivocadamente, que era un símbolo hegemónico en España, fuera de toda duda. Que no lo sea vuelve a demostrar la falta de una narrativa básica y compartida sobre la guerra y la dictadura en nuestro país y el fracaso de más de 40 años de democracia en crear una. En España los símbolos históricos compartidos escasean.

Conviene recordar que frente a la realidad del bombardeo de Gernika, la extrema derecha ha recurrido (y recurre) a tres argumentos: la ciudad fue destruida por los propios republicanos (el primer argumento, insostenible, que casi nadie defiende hoy); el ataque tenía objetivos militares: el puente y la fábrica de armas (el análisis espacial del bombardeo demuestra que no es así, además de que resultaron ilesos); en Gernika casi no murió nadie. El último argumento es al que se aferran ahora algunos ultraderechistas. Es en sí mismo repugnante. ¿Le restaríamos importancia a los 21 asesinados por ETA en Hipercor por el hecho de que el terrorismo islámico mató a 193 en los trenes del 11M? De la misma manera que cualquier acto terrorista es execrable, cualquier ataque militar contra población civil lo es. En Mariúpol, Bagdad o Durango. Y minusvalorarlo es indigno de alguien que se declare demócrata. El desprecio ultraderechista a Gernika es, una vez más, un desprecio a los símbolos y valores que comparte la Europa democrática desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Gernika dice algo, sin duda, sobre la invasión rusa en Ucrania; dice mucho también, sobre la guerra total característica de nuestro tiempo. Y dice, ante todo, sobre nuestra averiada memoria colectiva y sobre nuestra ultraderecha, siempre más cercana al franquismo que a la democracia.

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