Tentativa de inventario

Despelote facial

Despelote facial
El príncipe Carlos se ajusta el cubrebocas durante una visita oficial en Londres el 14 de diciembre de 2021.- AFP

El fin de las mascarillas en la vía pública nos depara, además de un ansiado respiro cutáneo, una ingente cantidad de rostros. Los hay para todos los gustos; molludos, pizpiretos, con forma de papaya, tipo hogaza, huesudos y hasta oblongos. Pasear estos días por la Villa es asistir a una procesión de rostros a la intemperie cuyas implicaciones psicológicas la prensa –siempre al quite en labores de etiquetaje– ya ha bautizado como 'síndrome de la cara vacía'. Dos años de mascarada oficial que nos desvela ahora lo que siempre estuvo ahí, al acecho; un mundo piñatas, mofletes y mostachos vedados al gran público en pro de la prevención.

Y ahora que se impone el destape, ahora que el despelote facial es un hecho, conviene sondear un poquito lo que mostramos al resto. Confirmar que regresamos en condiciones óptimas, someternos a una suerte de reconocimiento con vistas a una adecuada puesta en escena. Le invitamos por tanto a que escrute frente al espejo su propio reflejo, examine esa napia aguileña, ese mentón difuso o esa piel macilenta, contemple de cerca todo ese cargamento de atributos que le fue legado por sus ancestros y le convierten, mal que le pese, en miembro vitalicio de una determinada estirpe.

Yo hice lo propio la mañana del sábado camino del festín librero. El Día del Libro deja sueltos por la Villa a multitud de escritores que, como todo el mundo sabe, son seres muy observadores y la mar de prejuiciosos. Quise estar a la altura. Encontré un escaparate lustroso y me revisé el gepeto. El caso es que ahí en frente, con la mascarilla en el bolsillo, libre como el viento, me topé de nuevas con mi yo del 2020, le dije hola qué tal y me dio los buenos días. Me confesó con franqueza que me veía algo desmejorado y barajé la posibilidad de mandarlo a la mierda, pero me contuve. Le comenté un poquito de soslayo lo acontecido, lo de la pandemia global, el teletrabajo, la guerra en Ucrania y la crisis energética. Le puse al tanto de las peripecias de Medina y Luceño, también de las de Rubi y Geri. Creo que le aturullé un poco con tanta cifra, con tanta cara y tanto rostro. Me pidió una mascarilla y se cubrió los ojos. Como un antifaz.

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