Otras miradas

Populismo reaccionario y profecías autocumplidas en la UE

Luis Moreno

Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

Populismo reaccionario y profecías autocumplidas en la UE
Macron y Trump en una imagen de archivo.- Shealah Craighead / White House / dp / DPA

Ganó Emanuel Macron. Su victoria en la segunda vuelta de las presidenciales francesas fue neta e incontestable: 5 millones y medio de votos más que su contrincante en un tipo de elección binaria singular como es el ballotage galo. Para la perdedora Marie Le Pen, sin embargo, el resultado supondría su victoria rotunda.

O sea, el mundo al revés o la verdad y la mentira simultaneándose en los medios y redes de comunicación social con descaro y desvergüenza. Y todo ello jaleado por gacetilleros que nos avisan, una y otra vez, de la llegada del lobo; es decir, de la toma del poder por parte de los representantes del populismo reaccionario.

No conviene confundir el clima de descontento existente entre sectores sociales como son las clases subordinadas -principalmente medias- con un cuestionamiento de todo lo que hemos avanzado y conseguido desde que la UE existe. Sería como "tirar al bebé con el agua de la bañera", según expresión tradicional alemana, y que significa que lo bueno no debe descartarse junto con lo malo por falta de atención. O, peor aún, por pensar que las conquistas de las políticas públicas solidarias y de los derechos de ciudadanos que sustentan nuestros Estados del Bienestar ya no sirven para domeñar al capitalismo depredador o las autocracias iliberales.

La evidencia incontestable es que los ciudadanos de la UE han reiterado en los últimos lustros su negativa a las opciones que pretenden destruir nuestro Modelo Social Europeo. Ellos han sido quienes han frenado ‘en seco’ los intentos de los nacionalismos continentales por hacer prevalecer sus particularismos frente al reto de la unidad por la construcción continental. Así queda reflejado en las elecciones al Parlamento europeo. Se argüirá que algunos destacados países europeos, como el Reino Unido, han seguido la senda del Brexit en un intento patético de reconstruir un imperialismo trasnochado e impotente, como ahora pretende revivir a su manera Putin y su cruzada de destrucción en Ucrania. Otros, como Hungría, coquetean torticeramente para sacar provecho entre la incipiente disputa occidente-oriente.

En Francia la pasada confrontación de opciones políticas futuras ha sido entre optar por la Europa democrática unida o la Francia nacionalista reaccionaria. Tal ‘dilema’ tratan de replicarlo otras formaciones y plataformas populistas en el Viejo Continente siguiendo el ejemplo trumpista allende el Atlántico. Allí el populismo reaccionario sí triunfó momentáneamente mostrando su propuesta de hacer USA grande otra vez (Make America Great Again) con el asalto al Congreso estadounidense tras la derrota electoral de Trump en las presidenciales de 2020. Recuérdese que la ‘revancha’ del multimillonario neoyorquino no ha desaparecido. Dejamos para otro artículo un análisis de cómo prosigue discretamente moviendo los hilos del partido republicano desde su suntuosa residencia de Mar-a-Lago en Florida. Sus habilidades como dadivoso repartidor de futuros puestos institucionales hacia sus candidatos republicanos en las próximas elecciones de medio mandato, el próximo mes de noviembre, no han perdido un ápice de efectividad. Él es un maestro de pagar favores, lo que se conoce como la clientelista política de pork barrel; y ciertamente no se olvidará de quienes eventualmente vayan a apoyar su candidatura a la presidencia en 2024.

El caso del populismo reaccionario en Europa bien podría considerarse una tentativa de articular una profecía autocumplida, según ya enunció en su momento el sociólogo Robert K. Merton. En su libro, Teoría social y estructura social, el seminal maestro del funcionalismo sociológico nos avisaba que la profecía que se autorrealiza puede ser, al principio, ‘falsa’ respecto a una situación dada. Pero puede despertar un nuevo comportamiento en las gentes que induzca que la falsa concepción original de la situación se vuelva ‘verdadera’.

Ya los sociólogos norteamericanos W. I. Thomas y Dorothy Swaine Thomas habían desarrollado en 1928 lo que se ha dado a conocer posteriormente como el Teorema de Thomas, que establece que si las personas definen ciertas situaciones como reales, tales situaciones se convierten en reales en sus consecuencias. En su vertiente cultural como percepciones sociales, tales conductas pueden manifestarse políticamente y tomar cuerpo en el apoyo a programas políticos que las personas asumen desnaturalizando sus propios orígenes y asumiendo un sobrevenido desclasamiento social.

La real situación del populismo reaccionario en Europa no es la que los populistas nos hacen creer. Claro que en Europa las dificultades y los problemas por consolidar la unidad continental proliferan y amenazan con una implosión que turbios personajes de la extrema derecha quisieran provocar. La UE resiste y no lo hace a la ‘defensiva’, pese a que la acción más o menos coordinada de los partidos y de los movimientos neofascistas pretende ‘invadir’ los territorios de justicia y libertad que tanto nos han costado auspiciar e incorporar en nuestras leyes y acquis communaitaire.

En el mundo cansino e insustancial en que se ha convertido la minimalista pugna política por ganar elecciones al coste que sea, los europeos han ensamblado razonablemente las weberianas éticas de la responsabilidad y la convicción en un agregado de sensatez democrática. No dejemos por asomo que las machaconas ‘autoprofecías’ se conviertan en ‘autoderrotas’ en beneficio de los autócratas o los nostálgicos de una Europa que nunca fue... ni puede volver a ser.

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