Tentativa de inventario

Llorados de casa

Llorados de casa
Ayuso contempla la ciudad desde la Torre de Cristal, a 11 de mayo de 2022, en Madrid.- EP

Una red de telescopios repartida por toda la Tierra ha compuesto la primera foto de Sagitario A*, el agujero negro supermasivo situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Una especie de sumidero galáctico por donde se cuela todo lo imaginable, incluida la luz. El asunto, como diría aquel, no es cosa menor. No en vano consta de un diámetro de 44 millones de kilómetros. Dicen los que saben que ahí dentro, un poquito antes de ser arrastrados por ese inmenso vacío nos topamos con lo que se conoce como "horizonte de sucesos". Que es lo más parecido a un limbo. Un sitio difícilmente habitable, pues o ya has sido engullido o vas camino de ello.

El tema es farragoso. Adentrarse ahí, yo lo hice a través de la Wikipedia, implica someterse a un trajín numérico hecho de curvaturas Riemann, constantes cosmológicas y ecuaciones de Christoffel. Por no hablar del célebre diagrama al que da nombre un tal Hermann Minkowski, señor lituano que abordó el vacío con fervor geométrico para luego, poco después, fallecer de apendicitis. Nos legó eso sí, antes de su infausto deceso, una frase de belleza poética y precisión matemática (si es que hay alguna diferencia). Dijo: "El espacio y el tiempo por separado están destinados a desvanecerse entre las sombras y tan solo una unión de ambos puede representar la realidad".

Se te va de las manos. Cualquier intento por acotar el vacío nos devuelve a uno más pequeño y así hasta llegar a nuestro vacío interno. Similar a cuando al despertar en la mañana, fruto de ese festín de gramíneas que sacude la Villa, comenzamos a encadenar estornudos y llegamos al sexto de la serie sin nada dentro. Un espectáculo dantesco que nos deja el vacío pintado en la cara y el lacrimal a grifo abierto. Lo cual, bien mirado, puede ser incluso ventajoso. A fin de cuentas la ciudad es nuestro "horizonte de sucesos" particular, uno tirando a pequeño, a la escala de nuestros sueños. Y en ese limbo, a la espera de ser engullidos, conviene salir llorados de casa. Por lo que pueda pasar.

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