Dominio público

La rebelión de los ‘juancarlistas’

Ana Pardo de Vera

He asistido con auténtica perplejidad al boicot que, desde el Club Náutico de la localidad gallega de Sanxenxo (Pontevedra) y el nuevo Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, se ha ejercido este fin de semana y con particular ensañamiento contra Felipe VI, en particular, y la monarquía, en general. En su esfuerzo visible -que lo de "esfuerzo" es raro, pero lo de "visible", más- por separar su reinado del de su padre, el monarca actual ha chocado de bruces con un grupo de fanáticos juancarlistas a los que la ley les importa un carallo mientras sea el emérito quien la incumpla.

El alcalde de Sansenxo, Telmo Martín (PP), y el presidente del Club Náutico de la localidad, Pedro Campos, han recibido al mayor delincuente del Reino de España, protocolariamente hablando al menos, como si Juan Carlos de Borbón volviera de luchar en Ucrania contra su amigo Putin. Y nada más lejos de la realidad, como saben, ya que el emérito viene de vacaciones, a las regatas de las Rías Baixas, desde su residencia ya fijada en un Estado offshore, Emiratos Árabes Unidos, donde no tendrá que rendir cuentas ni de este carísimo viaje ni de todas las comisiones que pudiera cobrar a partir de ahora, y como antaño, pongamos, por ejemplo, con la venta de armas a los ucranianos, una industria que está desatada gracias a la nueva guerra europea. No crean, por tanto, que el padre de Felipe VI ha instalado su residencia en Abu Dabi con gran dolor de su corazón regio, sino con todo el interés de sus avariciosas entrañas.

Toda la discreción que el jefe del Estado buscaba para el viaje de su padre a España, con escuetos comunicados y silencios telefónicos a la prensa, se la han reventado desde la derecha, que lo mismo utiliza a la Casa Real para agitar la banderita y el patrioterismo que le escupe en sus teóricas ansias de desmarcarse de los desmanes cometidos por Juan Carlos I durante 40 años, aprovechando su cargo en la Jefatura del Estado. Porque el emérito, y un puñado de iluminados que se hacen llamar Concordia Real Española, entre otros, pretenden hacernos creer que el trabajo (un decir) del sucesor de Franco dio réditos económicos a algunas empresas -y nunca tantos como a él- por la cara bonita de Juan Carlos y no porque ostentase la más alta representación de un país, España, que con sus más y sus menos, es un país con inmensas posibilidades.

Felipe VI, la reina Letizia, la princesa de Asturias, tienen al enemigo en casa, en la Familia Real que lo sigue acogiendo; y, concretamente, este lunes, de cuerpo presente en La Zarzuela, además. Y la derecha partidista, o no lo entiende, o no lo quiere entender, o Aznar aspira a ser el presidente de la III República y a los del PP, ante tanto derroche de poder, lo de la monarquía, ya tal. A las republicanas nos parece mejor que el exlíder del PP aspire a presidir un Estado republicano -fíjense hasta dónde llegan nuestros afanes democráticos-, siempre que pase por las urnas, que siga existiendo una institución anacrónica y antidemocrática como la monarquía. Lo que no entendemos de ninguna manera es que un sujeto que ha robado a manos llenas -ahí está el escrito de la Fiscalía para corroborarlo- se plante en Galicia (encima, en Galicia) haciendo la "V" de la victoria ante los fotógrafos por haber ganado el pulso a las instituciones, que son las nuestras y nuestro dinero nos cuestan.


Desconozco si es verdad que Felipe VI y el Gobierno no pueden hacer nada para evitar esta actuación obscena del emérito y sus corifeos, que o sacan rédito de esta visita o les gusta que les roben. Pero si la Justicia fuera igual para todos, a este sujeto lo habrían detenido nada más pisar suelo gallego por corrupto y por intento de desafío a la autoridad. Empezando por la de su hijo.

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