Dominio público

Gallardo, el anormal ensayo de Abascal

Ana Pardo de Vera

Santiago Abascal, líder de Vox (d), y Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León, durante la campaña electoral en la comunidad.-EFE
Santiago Abascal, líder de Vox (d), y Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León, durante la campaña electoral en la comunidad.-EFE

¿Qué es la normalidad para el vicepresidente de la Junta de Castilla y León? Juan García-Gallardo es el número dos de Gobierno autonómico que no tiene competencias y está en en su cargo para torpedear el Estado de las autonomías, la democracia, los consensos básicos en política y la decencia -además de para cobrar una sueldo mayor que el del presidente Pedro Sánchez- es la heterosexualidad, la piel blanca, el ultracatolicismo, el machismo -puede que la misoginia si eres feminista-, hablar castellano, nacer en España hijo/a de españoles, comprarte un arma para poder defenderte de agresores y anteponer tus derechos individuales a los colectivos. Por ejemplo, adquiriendo esa pistola o eligiendo educar a tu hijo como tú quieres, aunque sea en la ignorancia científica, sexual, de respeto a la diversidad y democrática. Esto es, anteponiendo tus derechos como padre autoritario a los derechos del niño como ser humano. Casi nada.

¿Qué es la normalidad para los demócratas? El respeto a los Derechos Humanos en el marco de la diversidad de todas las personas. No hay un ser humano igual que otro, pero todos y todas tenemos los mismos derechos y deben garantizársenos las mismas oportunidades independientemente de esa diversidad, independientemente de su lugar de origen, de sus creencias, de su orientación sexual, de su sexo, de su lengua, de su ideología... Un demócrata, de izquierdas, de derechas o medio pensionista, cree en esa igualdad y respeta la diversidad humana en todas sus manifestaciones; cree en el Estado de derecho y el Estado social para garantizar la justa aplicación de la igualdad de derechos y libertades.

El debate, por supuesto, sobre los medios de conseguir estos objetivos varían según la ideología del demócrata, por descontado, pero para manejar esas diferencias está el debate político articulado en torno a consensos que no incluyen, desde luego, la criminalización y la deshumación del adversario, que pasa a enemigo o enemiga para neutralizarlo con ataques personales frente a los electores, generar violencia institucional y, mucho más peligros, violencia social. En esto están Vox e Isabel Díaz Ayuso, entre otros menos conocidos y otros mucho más famosos en todo el mundo, como Trump o Putin.

Y ahora, después de leer este pequeño esbozo básico -y que ustedes ya conocen seguro- de lo que es (y no) la normalidad democrática, díganme, ¿quién es el anormal aquí? Porque me cuesta mucho escribir sobre las barbaridades de Vox, créanme. Los periodistas nos debatimos siempre entre si es positivo o es negativo informar sobre este partido, cuando desde la estricta perspectiva de la democracia y la libertad de prensa, además, solo te trae amenazas, insultos y tienes la sensación de que pinchas en hueso entre quienes apoyan este neofascismo.


Tener que hablar aquí sobre lo que Gallardo le dijo a la procuradora a Cortes del PSOE, Noelia Frutos, es para plantearte el oficio. Pero hay algo que tengo muy claro: informar sobre Vox no es otorgar ni debe serlo, sino subrayar que sus comportamientos autoritarios y fascistas, con los que la ultraderecha considera ciudadanos de segunda (los no normales para ella), incluidas las mujeres, no pueden ser normalizados y son una aberración. Hay que enseñar a la gente lo que es Vox y la gangrena que supone para la democracia, aunque algunas escribamos con una pinza en la nariz impudicias como ésta de Gallardo. Por cierto, el vicepresidente castellano y leonés es el ensayo general de Abascal para su cogobierno con Feijóo. Ya puede este atarse bien la normalidad, si es que pactar con la ultraderecha se considerá normal.

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