Dominio público

Lo de Feijóo y lo contrario

Ana Pardo de Vera

Andan muy cabreados en ámbitos de la derecha rancia y ultraderecha porque las encuestas dan a Vox una caída, que parece que va en aumento tras la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP, y algunos analistas empiezan a hablar del comienzo del fin del partido de Santiago Abascal. Comentan que este declive se inició en Andalucía, tras las altísimas expectativas que el partido se creó con la candidatura de Macarena Olona, a la que le pusieron cara de vicepresidenta de la Junta y se quedó con la del emoticono pasmado del whatsapp, aun con dos escaños más (14) que en 2018 (12).

Tras el debate sobre el estado de la nación, que ha supuesto un balón de oxígeno para la coalición de Gobierno, al menos, hasta después del verano, el expresidente de la Xunta de Galicia ha confirmado que su asistencia al debate sin poder abrir la boca y el mensaje de "ETA, ETA, ETA" del grupo parlamentario del PP ha sido un error y ha rescatado la peor cara de la oposición de Mariano Rajoy y de su antecesor, Pablo Casado, utilizando a las víctimas de esta banda terrorista para la foto en el Congreso y arrogándose la representación de todas ellas. Como si estos heridos y familiares, amigas o compañeros de asesinados, fueran un ente compacto, sin sentimientos distintos, con situaciones idénticas o las mismas sensibilidades. Varias de ellas han respondido a su manejo que no; que no aceptan que su dolor sea utilizado por el PP de Rajoy ni el de Casado ni el de Feijóo, que las dejen en paz resolviendo -si pueden- su dolor y su duelo.

Es evidente que la estrategia del moderado Feijóo pasa por hacerse con el voto de Vox y ahí no puede faltar ETA, aunque haya que arrancarla de su negra historia, donde habita desde hace diez años. Por eso protesta la ultraderecha, indicando a sus votantes que Feijóo es un traidor, "un nacionalista", que no cumple, como desmostró en Galicia, y que lo mismo te dice una cosa y la contraria, según el público al que se dirige. Y no me queda más remedio que dar la razón a Vox en esto, lo cual no los convierte en la opción buena, sino en la peor de todas. Veamos.

Para acercarse a ese electorado ultraderechista que salió del PP en su mayoría, y una vez recuperado Ciudadanos, el también senador gallego se ha comprometido a derogar la ley de memoria democrática impulsada por el PSOE si llega a La Moncloa en 2023. Vox se rasga las vestiduras: lo está prometiendo, dicen, el mismo que en 2021 mostró la disposición del PP gallego a apoyar la institucionalización del Día da Galiza Mártir el 17 de agosto, una iniciativa del BNG (¡el socio de Bildu!) que reclaman entidades y asociaciones de memoria histórica, así como la familia de Alexandre Bóveda, el político del Partido Galeguista fusilado por los franquistas ese día de 1936, pocas horas antes que Lorca.


Feijóo, su Gobierno y su partido también apoyaron el 18 de julio de 2016 una declaración institucional en el Parlamento de Galicia con motivo del 8oº aniversario del golpe de Estado franquista (literalmente escrito como "golpe de Estado"). El texto recoge que "el Parlamento de Galicia reitera la importancia de proseguir con las acciones dirigidas a recuperar y dignificar la memoria de las víctimas de la represión ejercida en la Guerra Civil y durante el franquismo, eliminar los símbolos, las denominaciones y las referencias franquistas de calles y edificios públicos, así como a colaborar en la identificación de los desaparecidos y enterrados en fosas comunes durante la dictadura franquista".

La ultraderecha avisa: Feijóo es un traidor y no va a derogar nada, como no hizo el PP de su mentor Rajoy con la ley de memoria histórica (2007) de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque la estranguló con sus políticas negacionistas. Y se trata de eso. Los hechos avalan la desconfianza de Vox en Feijóo: ni decretó la "libertad lingüística" que le pedía el ala más radical de su partido, para imponer el castellano y cargarse el gallego; ni renegó jamás de la ley de memoria del PSOE. Feijóo llegó a pedir un "canon eólico" a las empresas del ramo para no subir impuestos a los ciudadanos en 2009, cuando gobernaba un PSOE acosado en España por la crisis financiera y el austericidio impuesto por la troika Comisión Europea-BCE-FMI y el presidente de la Xunta tenía que llevarle la contraria con medidas de las que ahora reniega: "Creemos que es mucho mejor que determinadas actividades que generan muchos beneficios sean solidarias con la hacienda de todos y no que los ciudadanos vean incrementados sus impuestos".

Feijóo es exactamente eso que repito hasta el agotamiento: un excelente gestor de sí mismo, y eso y solo eso define su ideología del poder. Tal cosa, además de tener bien amarrado el flanco mediático, exige renegar de unos principios y sacar otros de la chistera cuando la urna manda. En Galicia, el franquismo es residual y el nacionalismo español, casi motivo de chanza. Feijóo lo sabe y actuó en consecuencia, pero eso no significa que el expresidente gallego no pertenezca al partido que hoy lidera, ni mucho menos; o que por hablar más bajito y aburrido que Isabel Díaz Ayuso no fuera a hacer lo mismo que ella hace en Madrid si le hubiera tocado este territorio. Pero le tocó Galicia, y aunque nos fue procurando mucho blablabá, también se emperró en no dar ni un euro para ayudar en la búsqueda y exhumación de las víctimas franquistas o en tratar de equiparar el inglés con el gallego en las escuelas. Por suerte, en este último punto, es un hecho que gallegos y gallegas van por delante de Feijóo y nuestra lengua pelea contra su desidia.


Al expresidente de la Xunta le ha sobrado intuición, pero le falta conocimiento del terreno que pisa ahora, con una crisis económica global y una situación internacional enrevesada. Tiene menos de año y medio para demostrar que lo suyo es un proyecto compacto, no ese blablablá para intentar contentar a todos, lo cual puede volvérsele en contra, por más que apele a la diversidad territorial de España como excusa para no meterse en charcos y a un centralismo neoliberal desaforado para contentar a los de Vox. A lo mejor, Feijóo no sabe que, incluso él, es más fácil de desmontar de lo que el PP cree. Basta mirar al norte incendiado con unos equipos de extinción en la miseria.

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