Dominio público

Dolores Delgado habría seguido

Ana Pardo de Vera

Seguramente, de no necesitar tanto reposo como dice el Gobierno que necesita Dolores Delgado y que su delicada intervención de columna avala, la ya exfiscal general del Estado seguiría en su puesto. Tiene el apoyo del Ejecutivo y así se ha constatado al anunciarse su renuncia, pero además, si algo destacan sus excolaboradores de la también exministra de Justicia es su cabezonería, contra viento y marea. Así la conocimos muchas feministas, a nuestro lado y firme en la presión al Gobierno por que se ocupase de una vez por todas de sacar una ley que aboliese la prostitución y sacara de ese inframundo a las mujeres compradas y vendidas sin tregua. Al César lo que es del César.

Es posible que el cargo abandonado por Delgado sea uno de los más delicados del Estado: todos los fiscales generales que en la democracia han sido salieron con críticas, o bien de la oposición al Gobierno o bien internas de la Fiscalía. En 2014, el fiscal general Eduardo Torres-Dulce, nombrado por Mariano Rajoy, se fue "por razones personales", aunque sus choques con el Ejecutivo del PP eran un secreto a voces, particularmente, por el conflicto en Catalunya. Que la marcha de Delgado haya tenido que ser por una lesión grave, para la que le deseamos la total recuperación, cierra un ciclo oscuro y torpemente manejado por el presidente del Gobierno y la propia exfiscal general. Quedan muchas incógnitas y parece que, escudándose en su salud, ni la ministra de Justicia, Pilar Llop, ni Pedro Sánchez ni la propia Delgado darán nunca explicaciones.

Público ha sido uno de los pocos medios que puso el foco hace tiempo sobre la fiscal general en la trama de José Manuel Villarejo: denunciamos sin efecto sus reuniones con el excomisario -negadas y reconocidas pero no del todo, más allá de la comida publicada en una grabación con Fernando Grande-Marlaska de protagonista involuntario- o con sus sicarios mediáticos en un piso de su pareja, Baltasar Garzón, que además, es socio del despacho que defiende a destacados miembros de las cloacas de Interior; contamos la cacería contra el fiscal Ignacio Stampa, que abandonó la causa de Villarejo -en la que estuvo desde los inicios prácticamente- cuando no logró una plaza en la Fiscalía Anticorrupción como resultado de "maniobras de dilación" supuestamente dirigidas por Delgado, según denunció el propio fiscal.

Nada hizo caer a Dolores Delgado salvo su salud, mantienen con ímpetu ella y el Gobierno, y ese es el peor de los síntomas de la política, particularmente de la española: que nadie vaya a creer que la fiscal general se va porque su hoja de servicios, en general, está llena de sospechas, malas compañías y decisiones presuntamente interesadas; que nadie vaya a creer que Delgado dimite porque la situación es insostenible, y lo de menos ya parece ser que pasara directamente del Ministerio de Justicia a la Fiscalía General del Estado, que ya es. Lo de más es pretender que un cargo de tan alta responsabilidad como este en la vida de todos y todas las ciudadanas quede tocado por el hedor de la cloaca, una investigación privilegiada al rey Juan Carlos y el cierre de la causa de las residencias de mayores durante la pandemia.


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