Dominio público

La guerra continua en Ucrania, y también más allá de Ucrania

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

La guerra continua en Ucrania, y también más allá de Ucrania
VIajeros en el metro de Kharkiv, este de Ucrania, el 24 de mayo de 2022. Dimitar DILKOFF / AFP

Los acontecimientos de las últimas semanas están mostrando que, si bien hay una guerra convencional que se libra en Ucrania, sin embargo, el carácter global de este conflicto se extiende mucho más allá del territorio europeo. A estas alturas parece que es cada vez más evidente que en esta guerra se está jugando mucho más que la integridad territorial de Ucrania.

Todo depende de cuáles sean las gafas con las que se desee leer el desarrollo de la guerra, sus causalidades y sus consecuencias, cuándo comenzó y cómo evoluciona. Poniendo el foco sobre el terreno, parece que a Rusia no le ha ido como esperaba, los datos de bajas (muertos, heridos o desaparecidos) alcanzan las 90.000 según datos proporcionados por Meduza, una cifra desorbitada y que se aproxima a lo datos ofrecidos por el Pentágono y el Ministerio de Defensa Británico, ayudan a entender las razones por la que Putin se ha visto forzado a dar un paso que nunca estuvo en agenda, la movilización de reservistas.

Esta situación, junto con el éxito de la contraofensiva ucraniana, ha provocado un cambio en la estrategia militar rusa. Este cambio se sostiene sobre el reemplazo de los jefes de las cinco regiones militares rusas, incluyendo el nombramiento de un veterano de Siria, Sergei Surovikin, como nuevo comandante ruso para Ucrania, y que, al igual que sus antecesores aplica técnicas de destrucción ya utilizadas en Aleppo o Grozni como manual de instrucciones. Surovikin no es nuevo en esta guerra, hasta ahora había sido el comandante de las fuerzas en el sur y fue el encargado de bombardear Odesa en el mes de junio. Con estos antecedentes no debería sorprender la dureza de los ataques con misiles que se ha vivido durante los últimos días sobre las ciudades ucranianas.

La ofensiva que se observa no es algo improvisado, ni tampoco es una reacción ante la voladura del puente de Kerch el día del cumpleaños de Putin. El propio ministro Kuleba habla de una estrategia deliberada de Moscú lanzada contra infraestructuras eléctricas, logísticas y de inteligencia. Así, la central de la inteligencia ucraniana, la SBU, fue uno de los edificios atacados, también un número importante de infraestructuras esenciales para proveer de electricidad no sólo a Ucrania, sino también a otros países del Este europeo. Con esta operación, si bien Rusia no consigue avanzar su ofensiva, sí que consigue que Ucrania pierda, por un lado, los ingresos que obtenía de la exportación de energía, por otro que las autoridades ucranianas centren su atención en la reparación de la red eléctrica y las telecomunicaciones sin las que el ejército ucraniano estaría desamparado. Y esto junto con la amenaza de una intervención más activad de Bielorrusia distrae energías al enemigo y frena su avance en el terreno, algo que le permite, al menos, tomar aire.

Pero además, se acerca el famoso general invierno y se verán cambios en lo climatológico que frenarán las campañas y las condiciones de vida de los y las ucranianas se verán muy disminuidas. Por el momento, la OTAN y, sobre todo, EEUU se ha comprometido a seguir enviando ayuda no sólo económica, también militar en forma de defensas antiaéreas. Veremos si este compromiso continua una vez pasadas las elecciones Mid-term norteamericanas donde parece que hay muchas posibilidades de que ganen los republicanos poco favorables a mantener un nivel de gasto en Ucrania similar al desplegado hasta ahora por la administración Biden.

De este modo, se vienen semanas de vértigo y de incremento de la tensión no sólo verbal, también militar, pero en todo caso, no veremos un fin de la guerra próximo. Más bien al contrario, caminamos hacia una guerra de desgaste en la que la partes extenuadas probablemente bajarán el ritmo en guerra convencional para tomar fuerzas de cara a la primavera, pero donde se recrudecerá la guerra energética y de sanciones fuera ya del teatro de operaciones. Y ahí ya sí cada uno de los actores involucrados jugará sus cartas de la manera más estratégica posible.

EEUU intentará aprovechar su ventaja y la dependencia creada de la UE en términos de Seguridad y Defensa y energéticos, tal y como ha quedado de manifiesto en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional publicada el 10 de octubre: "Las inversiones europeas en defensa, a través de la OTAN o de forma complementaria, serán fundamentales para garantizar nuestra seguridad compartida en este momento de intensificación de la competencia". Pero dónde también deja muy claro que el rival sistémico que realmente le preocupa es China. Por su parte Rusia continuará blandiendo la disuasión nuclear y profundizando la baza energética, dónde ya ha ofrecido la reapertura del North Stream 2 de cara al invierno europeo. Y, por último, la UE, que intenta recomponerse, como puede, de los estragos que le está causando esta guerra y de la que es, junto con Ucrania, la gran perdedora. Aunque aparentemente más unida que nunca, y, sin embargo, es menos autónoma y estratégica y mucho más dependiente de las decisiones norteamericanas de lo que nunca antes fue.

El fin de esta guerra aún está por escribir, pero en este contexto parece poco probable que podamos situarnos en posiciones maximalistas que apuestan por la destrucción total de Rusia. Parece mentira que a estas alturas haya quien piense que las guerras se ganan con victorias totales e incuestionables. Nadie que sepa lo más mínimo al respecto estaría en estos postulados. Sólo se saldrá de esta guerra, al igual que de otras a través de la negociación entre las partes. Y esto es algo que convendría comenzar a transmitir a las opiniones públicas.

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