Dominio público

Cómplices del muro y la rabia

Ana Pardo de Vera

El episodio de violencia machista en entorno político contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, todavía resuena en nuestras mentes. ¿Qué puede llevar a una mujer -con "hombría", según su compañero de Vox, lo que da la medida de qué mujeres quiere la ultraderecha- para tratar de degradar así a otra mujer? Y digo "tratar de" porque Vox ha logrado el efecto contrario al que buscaba y ha sido gracias al unánime grito feminista que se escuchó en el Congreso, sí, y fuera de él: mientras el fiscal general y varios jueces van confirmando que hay que interpretar bien la ley del solo sí es sí y dejarse de excarcelaciones automáticas, una inmensa mayoría de la soberanía popular que nos representa en la Cámara Baja ha cerrado filas en torno a Montero, discrepen o no con la ley; compartan o no todos, alguno o ninguno de los postulados de Podemos. Redes sociales, medios de comunicación (digo "medios de comunicación", no "trituradoras de información") y la calle, como comprobaremos estos próximos días con varias inciativas, han dicho "¡Basta!".

El Partido Popular, por su parte, perdió ayer una inmensa oportunidad para situarse del lado de las derechas europeas modernas y avanzar en la construcción real de un espacio de centro-derecha democrático y, por tanto, de oposición creíble. Pero no es la primera vez que el PP deja escapar este tren -lo hizo gobernando a cambio de acuerdos con Vox por toda España y cogobernando en Castilla y León y Murcia con ellos-, así que poco podíamos esperar el miércoles, por muy salvaje que resultara la situación contra la ministra de Igualdad, en particular, y contra todas las mujeres, en general. Una solo es digna de ostentar un cargo político si tiene "hombría" (RAE: "Conjunto de características y cualidades morales que se consideran propias de un hombre", que a saber cuáles son, porque de la "mujería", la Real Academia no dice nada). Es decir, para Vox, una mujer es apta para un puesto político si es sumisa al patriarcado establecido y ni se le pasa por la cabeza cuestionar el papel de ciudadana de segunda que éste le otorga. Pues allá ellas, el feminismo seguirá batallando por la igualdad, también por la suya.

Este miércoles quedó archidemostrado que, desde la democracia y desde la decencia, con Vox es imposible intentar cualquier tipo de relación política: no van a debatir propuestas, van a destruir al adversario, deshumanizarlo y convertirlo en un objetivo a abatir para los y las suyas. Mientras no tengan el poder, utilizan las herramientas democráticas para tratar de aniquilar el debate y la convivencia en las instituciones; cuando logren el poder, se dedicarán a cargarse esas instituciones que les han acogido gracias a la democracia, transformándolas en artefactos cargados contra la gente que no piensa como ellos.

Este miércoles quedó archidemostrado también que con el PP aliado de Vox, tampoco puede haber entendimiento alguno, debate de ideas o intercambio de propuestas. Es imposible, pero aunque parezca que es algo nuevo porque la brutalidad de Vox lo contamina todo, no lo es, y no por haberlo repetido muchas veces, vamos a dejar de recordarlo en estas líneas. Desde José María Aznar hasta Alberto Núñez Feijóo, no topamos con debates serenos sobre los grandes derechos democráticos, que son los que atañen a dos hechos conocidos, contrastados, reales, que el PP se empeña en negar: la pluralidad, la diversidad de España y los derechos de las mujeres. Vaya por delante que la monarquía se yergue, precisamente, como símbolo de esa visión cerrada de nuestro país que niega una realidad objetiva y legítima y por eso -y con la complicidad del PSOE, aunque algo me dice que por poco tiempo, porque los jóvenes republicanos/as del partido vienen pisando fuerte-, es intocable.

¿Ustedes recuerdan algún debate sereno, largo, profundo sobre cuestiones trascendentales como las que he citado y las muchas que se relacionan con ellas? ¿Algún debate en el que el PP -no digamos su apéndice Vox, que Feijóo aspira a reabsorber- no haya arremetido contra los Gobiernos del PSOE tratando de arrancarles la piel de su legitimidad con acusaciones que, si no fuera por su gravedad, serían solo chuscadas? Vender España, romperla, traicionar a los muertos de ETA, humillar a la Guardia Civil, pactar con terroristas, cómplices de violadores, crear efecto llamada sobre éstos, utilizar el Código Penal para soltar a delincuentes, para matar niños, para alentar la pederastia ... Gobierno traidor, golpista, felón, ilegítimo, asesino, inútil, filoetarra, indocumentado ... Seguro que me dejo algo porque la retahíla de descalificaciones gruesas del PP a los gobiernos del PSOE y a éste de coalición dan para un evangelio del juicio final.

Ahora, todo esto se ha recrudecido, y precisamente con quien venía a moderar el debate político, el gran gestor de sí mismo Feijóo, hemos llegado a un punto de no retorno, encima, en periodo electoral, con Isabel Díaz Ayuso diciendo ya hace tiempo lo mismo que dijo este miércoles la diputada ultraderechista ungida por la "hombría": que Montero está donde está por ser pareja de Pablo Iglesias.

Visto lo visto, el Gobierno tendrá que abstraerse, prietas las filas, y seguir gestionando con los apoyos de los socios de investidura sin mirar a la bancada de la (ultra)derecha. Pactos para acabar con la inconstitucionalidad del Poder Judicial, por ejemplo, son impensables e imposibles en este momento: no queda ni una rendija por la que colar una mano para negociar con el principal partido de la oposición. El PP ha cambiado la política de los puentes por seguir a Vox, a su fascismo y construir un muro de odio y rabia. Para los/as demócratas, eso los convierte en cómplices.

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