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Misofonía: causas y síntomas de la hostilidad a ciertos sonidos

La misofonía o Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS) constituye un auténtico problema para aquel que lo padece. Sin embargo, no todo el mundo sabe siquiera que existe, por lo que vale la pena conocerlo para poder detectarlo. De este modo, será posible conocer cuál es la mejor forma de actuar si nos la diagnostican, tanto a nosotros mismos como a alguno de nuestros seres queridos.

Nos ocupamos hoy de la misofonía para conocer este síndrome mejor, y te explicamos su origen y los síntomas de la hostilidad a ciertos sonidos que provoca.

¿Qué es la misofonía?

mujer
Mujer con gesto de ansiedad/Foto: Unsplash

El término misofonía significa odio al sonido, y consiste en una hipersensibilidad hacia los sonidos por debajo de una conversación en un volumen normal, que se estima en torno a los 40 o 50 decibelios. Por ello, también es conocida como el Síndrome de la Sensibilidad Selectiva al Sonido, porque solo se produce a cierto rango de sonidos y no a todos en general.

Aunque la misofonía fue catalogada como tal en el año 2001 por los neurocientíficos Margaret y Pawel Jastreboff, hubo que esperar algo más de una década para que pasara a clasificarse como un desorden psiquiátrico.

Y es que esa hipersensibilidad de origen neurológico genera una respuesta del sistema nervioso que resulta desproporcionada ante los sonidos de nuestro día a día. Esas reacciones pueden llegar a ser incontrolables y violentos. Las primeras señales de que se padece este síndrome suelen producirse al dejar atrás la infancia o al entrar en la adolescencia.

Síntomas de la misofonía

Mujer con gesto de enfado (misofonía)
Mujer con gesto de enfado/Foto: Unsplash

Los sonidos que provocan los síntomas de la misofonía pueden ser tan dispares como el que se produce al hacer crujir los nudillos, al explotar los globos que se hacen al mascar un chicle, al entrechocar los cubiertos o las copas para brindar, al morder una pieza de fruta, al sorber la sopa o un refresco, al toser y al comer en general, entre otros.

Quienes padecen la misofonía, presentan ante algunos de estos sonidos importantes síntomas de ansiedad, ira, enfado, pánico, malestar y/o temor, e incluso pueden llegar a imaginar que atacan a aquellas personas que está provocando el ruido o a sufrir ellos mismos ataques de pánico.

Como resultado, resulta habitual que quienes padecen este trastorno presenten tendencia a evitar determinadas reuniones y situaciones sociales, como fiestas, celebraciones y comidas o cenas con amigos, de trabajo o con la familia.

Además, una vez que escuchan ese sonido que los altera, la única solución que tienen es alejarse de él, por lo que tienen que ausentarse, para no oír ese elemento que los irrita y desestabiliza. Y no todo el mundo comprende ese comportamiento cuando se produce. No obstante, a pesar de alejarse del ruido que los ha alterado, el malestar ocasionado puede prolongarse durante varias horas.

Tratamiento de la misofonía

terapia de pareja
Personas en consulta/Foto: Unsplash

Las personas afectadas por la misofonía tienen puntos en común con aquellas que padecen algún tipo de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), por lo que a menudo pueden confundirse ambos trastornos. Para solucionar este problema de salud no existe todavía un tratamiento definido.

En la actualidad, para aprender a vivir con el Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido suele recurrirse a las terapias psicológicas, como las cognitivo-conductuales o cognitivas, con la finalidad de comprender cómo le afecta la enfermedad a quien la sufre, qué siente ante la percepción de esos sonidos y el modo de hallar el mejor método para gestionarla. En otros casos, también se recurre a algunas técnicas como la hipnosis psicoterapéutica y las terapias de respiración abdominal, para aprender a controlar los posibles ataques de ansiedad o de pánico.

Relaciones familiares y misofonía

Comida familiar
Comida familiar/Foto: Unsplash

Además, hay que tener en cuenta que un problema como la misofonía afecta a toda la familia, en especial, a las personas que conviven con el que la padece, por lo que también deberán involucrarse para que el paciente pueda afrontar esta situación lo mejor posible.


De hecho, muchos de los desencadenantes de ese ruido que le desestabiliza son producidos por las personas del entorno, que deberán tratar de evitarlos lo máximo posible y ser comprensivos con aquel que tiene este síndrome. Si les pide que intenten no hacer determinado ruido o que, en su caso, dejen de hacer el gesto o la actividad que lo provoca, deberán ser empáticos y cesar en ello, por el bien del que lo sufre. Hay que comprender por qué se producen sus reacciones y evitar que estas se originen siempre que sea posible.

En todo caso, los psicólogos y psicoterapeutas tendrán en cuenta la necesidad de ayudar a gestionar estas relaciones familiares, ofreciendo pautas de comportamiento adecuadas para que todos podáis convivir sin problemas y mantener al máximo vuestra calidad de vida.



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