Memento

Feijóo, Algeciras y la condena selectiva

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. -Lorena Sopêna / Europa Press
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. -Lorena Sopêna / Europa Press

Estaba claro que el ataque en Algeciras no iba a quedar como un asesinato aislado. Era obvio que no se hablaría de "lobo solitario", de suceso excepcional o que se intentaría relajar la situación en una ciudad donde desde hace años existe una convivencia multicultural sin graves problemas. Desde que el asesino pronunció 'Alá es grande' y desde la Audiencia Nacional se habló rápidamente de terrorismo, era evidente que se convertiría en el tema central de la política en un año de elecciones y que los medios de comunicación, sobre todo esos magacines matinales llenos de comentarios viscerales, iban a hacer el suceso lo más relevante posible e iban a dar paso al odio y a la xenofobia.

No voy a reproducir nuevamente algunas declaraciones y calificativos de políticos de extrema derecha o de pseudoperiodistas que se alimentan del sufrimiento ajeno, no nos sorprenderían, pero sí quiero detenerme en las declaraciones del amigo de Marcial Dorado, del moderado, del hombre de consenso, del líder del PP: Núñez Feijóo. "Desde hace siglos no verá a un cristiano matar en nombre de su religión como hacen otros pueblos", afirmó el presidente del Partido Popular.

No solo es mentira, sino que contradice lo que dijo pocas horas antes la portavoz de su partido, Cuca Gamarra, quien señaló que ellos no iban "a estigmatizar a ningún colectivo por lo que haga uno de sus integrantes". Ya sabemos cómo funciona el supuesto centro que nos venden. Dar discursos contradictorios y que cada votante de su partido se quede con el que más le gusta.

Pero más allá de la enésima incoherencia del partido azul, Feijóo podría pensar en aquellos que fundaron su partido y seguro que recuerda que no hace tantos años aquí se mataba en nombre del cristianismo. Es solo un ejemplo que conoce de cerca, hay más. Pero más allá de temas religiosos, ¿por qué no habla de los atentados perpetrados por la extrema derecha? Crímenes realizados por personas con una ideología similar a la que tienen aquellos con los que pacta para gobernar Castilla y León o que le han permitido el poder en otras comunidades. Esos atentados han ido en aumento en los últimos años y en ningún momento criminaliza a todo un colectivo porque no quiere perder su único trampolín para llegar a la Moncloa.

En los últimos años: Christchurch (Nueva Zelanda, 2019), 51 muertos; El Paso (EEUU, 2020), 22 muertos; Hanau (Alemania, 2020), 9 muertos; Pittsburgh (EEUU, 2018), 11 muertos. Son algunos ejemplos, pero hay asesinatos con menos víctimas y violencia diaria contra colectivos minoritarios. En España ha habido homicidios perpetrados por la extrema derecha en democracia y cada año se recogen cientos de agresiones, pero no se genera debate político ni espectáculo televisivo. El problema es que aquí sí que se habla de "lobos solitarios", se dice matanza muchas veces en vez de ataque terrorista y nunca se vincula con una religión, pese a que algunos de estos criminales puedan profesar la fe cristiana.

Esos muertos no cuentan. No sirven para dar votos. Está claro que no quieren señalar una ideología con la que se pacta, a la que se le puso la alfombra roja en el Congreso y la que invitan a divertirse al Hormiguero o con la que se fotografía con la popular presentadora Paz Padilla. Les hemos abierto las puertas de casa, les hemos dado voz y validez a sus argumentos, les hemos regalado parte del poder y se le quiere dar más. Hemos permitido que extiendan el odio; ese que llega hasta a los centros educativos. Pocas personas y colectivos fueron un muro contra ellos, la mayoría fueron buenos anfitriones y ayudaron a tumbar esa muralla de resistencia.

¿Y si llega a pasar alguna gran tragedia como las señaladas dos párrafos más arriba? Se harán los sorprendidos, hablarán de nuevo de "lobo solitario", no criminalizarán ni ideología ni religión y, si hace falta, señalarán a la izquierda porque siempre son los que crispan el ambiente. A la hora de politizar el dolor nos llevan ventaja. Tal vez porque no tienen estómago, porque están acostumbrados a aprovecharse de las víctimas, porque pueden hablar al lado de un cadáver caliente sin sentir ningún tipo de pudor. Pero aquí los que más sufrimos la violencia somos siempre los mismos y va siendo hora de que con nuestro dolor no juegue nadie. Y eso se consigue cerrando nuestros barrios, pueblos y ciudades a su discurso de odio. Una vez más: no pasarán.

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