Punto de Fisión

Neuronas pocas

Neuronas pocas
El exlíder de Podemos Pablo Iglesias, durante la presentación de su libro 'Medios y cloacas', a 11 de noviembre de 2022 en Sevilla (Andalucía, España). El exlider de Podemos, Pablo Iglesias, acude a Sevilla a presentar su nuevo libro. Joaquin Corchero / Europa Press

Ser juez en España es muy complicado porque, en cuanto examinas unos legajos, te sale por ahí el nombre de Pablo Iglesias o las siglas de Podemos y, claro, hay que ponerse a investigar cueste lo que cueste. Que suele costar un huevo y parte del otro. Los podemitas (las podemitas también, no se crean) es que tienen una jeta de villanos que tiran de espaldas. Contra Podemos se han archivado una veintena de querellas e investigaciones en los últimos seis años, más las que quedan, un verdadero despilfarro en recursos económicos y judiciales, pero es que los podemitas se las saben todas. Que no hayan encontrado todavía ni un solo rastro de delito no quiere decir que sean inocentes, sino más bien lo contrario.

Podemos, en realidad, tenía que haberse llamado SPECTRA (Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento), pero son demasiado astutos como para dar tantas pistas y prefirieron la primera persona del plural de un verbo auxiliar que deja abiertas lecturas inquietantes: podemos engañaros, podemos timaros, podemos lo que se os ocurra. Si serán astutos los cabrones que una brigada policial creada al efecto, una escuadra al completo de los servicios secretos españoles y un batallón de jueces trabajando en exclusiva las 24 horas no han podido demostrarles ni el hurto de un caramelo.

El último tropiezo de la justicia contra Podemos ha sido en el denominado caso Neurona, un mote muy buen puesto que alude al nombre de la consultora a la que Juan Carlos Monedero emitió una factura de 26.200 euros y cuya autenticidad la Unidad de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional tardó dos años en demostrar. La Fiscalía había advertido desde el principio que el expediente no iba a ningún sitio, pero el juez Juan José Escalonilla es hombre perfeccionista y minucioso que ha rastreado hasta el último céntimo de las cuentas de Podemos buscando en vano una conexión con el programa nuclear iraní, con el peluquero de Putin o con el toro que mató a Manolete. Tan perfeccionista y minucioso que se le coló por error el nombre de Pablo Iglesias en la lista de investigados. A todo el mundo le ocurre lo mismo: cuando el ordenador por algún motivo da el aviso de error, inmediatamente aparece una foto de Pablo Iglesias. El otro día, en el bazar chino de mi barrio, el hombre se equivocó al darme el cambio y cuando se lo advertí, me dijo: "Disculpe usted, ha sido Pablo Iglesias".

Si Podemos es SPECTRA, puede decirse que Pablo Iglesias es el Moriarty de nuestro tiempo; lástima que en la justicia española no abunden los Sherlock Holmes, ni siquiera los doctores Watson. De haberlos, a lo mejor dedicaban un ápice de sus recursos, tiempo y esfuerzos a elucidar quién diantres será el misterioso "M. Rajoy" que aparece en los famosos papeles de Bárcenas, los cuales corresponden a una contabilidad falsa del PP corroborada en varias sentencias judiciales. Claro que si la policía tardó dos años en verificar una factura, vete a saber los siglos que se pueden tirar en rastrear la M mayúscula y el punto y seguido del dichoso "M. Rajoy" (que seguramente será un alias de Pablo Iglesias). En la filología española los misterios se elucidan por riguroso orden de llegada, de modo que antes de los papeles de Bárcenas están la autoría del Poema del Cid, la autoría del Lazarillo de Tormes y la verdadera identidad del toro que mató a Manolete.

Con esta profusión de inquisiciones y procesos abiertos contra Podemos, Monedero, Pablo Iglesias y una supuesta niñera salida, a lo mejor, de una película de Polanski, se entiende bastante bien que la justicia en España esté tan sobrecargada que apenas pueda ocuparse de otras cosas. Se entiende, por ejemplo, que el pasado enero la Audiencia Provincial de Tenerife tuviera que soltar al presunto asesino de su esposa, Romina Celeste, porque en dos años no habían tenido tiempo de juzgarlo pese a la cantidad de indicios y pruebas abrumadoras que la Guardia Civil había reunido en su investigación. Aquellos días la justicia también estaba muy ocupada enviando a prisión a Camilo de Ory por difundir unos chistes de mal gusto que satirizaban la repugnante cobertura mediática del caso del niño Julen, aunque se les pasó por alto que el chiste más negro de todos lo hizo la cadena televisiva que alternó los carroñeros reportajes sobre el imposible rescate con la emisión de una comedia de Manolo Escobar, ¿Dónde estará mi niño? De verdad que no lo entiendo, pero es que yo, en cuestión de neuronas, pocas.

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