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Cartel promocional de 'Fboy Island'. Foto: WarnerMedia
Cartel promocional de 'Fboy Island'. Foto: WarnerMedia
Segunda Gala de nominaciones de 'Fboy Island'. Foto: WarnerMedia
Segunda Gala de nominaciones de 'Fboy Island'. Foto: WarnerMedia

Valeria Ros contra los ‘fuckboys’

HBO Max estrena un concurso en el que destapar a los picaflores tiene premio. 50.000 euros, en concreto.

Aurora Muñoz

¿Qué es un fuckboy?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Y tú me lo preguntas, man whore? La versión evolucionada eres tú.

Cualquier buena lectora de Cosmopolitan sabe que hay una criatura nocturna que nos acecha desde la barra. Ese tipo que tiene más horas metidas en el gimnasio que jugadas al League of Legends (LoL). Ese, justamente que —el primer paso es admitirlo— te ha atrapado. Sin embargo, el concepto de fuckboy no es un mal exclusivo de nuestro tiempo. Urban Dictionary sitúa el fenómeno en torno a 2004. Olvidémonos de la Real Academia Española (RAE) y el largo viaje que tienen que hacer las palabras hasta figurar como voces admitidas en el diccionario. En la Red todo sucede mucho más rápido y esta web se ha convertido en una auténtica autoridad viral en la caza de nuevos ‘palabros’. Este diccionario urbano tiene el poder de transformar la lengua, documentar la cultura popular y recoger lo que está pasando ahí fuera en tiempo real, gracias a centenares de editores voluntarios y un ejército de seguidores que votan las definiciones para validarla. Entre ellas, amigas mías, se coló la primera acepción de fuckboy hace casi dos décadas. En ese tiempo, cientos de cosas han pasado de moda, como los vaqueros pitillo, las manicuras craqueladas o el contouring extremo. Sin embargo, estos especímenes siguen ahí.

Al principio, el término respondía a «una persona cobarde, alguien débil» y se utilizaba para insultar a los hombres que se salían del modelo de masculinidad tradicional —tóxica, para que nos entendamos—. Es aquí, darlings, donde llegamos al núcleo. Para los señoros es casi un hábito folclórico desplegar su misoginia y denigrar a las mujeres en función de su libertad sexual. Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, Internet ha llegado a nuestras vidas para hacer su magia y recortar la brecha de género, aunque a veces esto signifique darles la vuelta a las palabras. En 2014, se anotó una segunda entrada, donde los fuckboys adoptaban ya un conjunto de rasgos radicalmente contrarios. El vocablo cobró un nuevo uso mordaz e irónico para dar nombre a aquellos que «dependen de su madre, pero no respetan a las mujeres» y «no pueden encontrar el clítoris». Venganza poética.

Un programa para destaparlos a todos

Ahora el término se acorta a «fboy» y se ha popularizado hasta llegar a la cumbre de lo mainstream para titular el nuevo dating show que se estrena hoy en HBO. Fboy Island nos lleva hasta una isla paradisiaca —sí, otra— para acompañar a tres mujeres que tendrán la misión de separar el polvo de la paja. Lo harán por su propio bien pero, con un poco de suerte, nos desquitaremos todas por extensión. En esta adaptación española de Warner Bros, se verán alojadas en una villa de ensueño donde todo está dispuesto para que haya fuegote. El equipo de casting les ha preparado una selección de 22 tentadores con mucha pinta de tener una relación seria con los batidos de proteínas y las mancuernas. Hasta aquí, lo mismo podríamos pensar que nos hemos equivocado de canal y hemos terminado desembocando en el universo Mediaset. Todo se nos hace inevitablemente familiar pero, ojo, porque se viene giro del guion.

La mitad de los elegidos se consideran «chicos majos», como todo hijo de vecina, pero los otros once no tienen problema en admitir que serían capaces de jugar con los sentimientos de cualquier chica que se les ponga a tiro para tener sexo, utilizarla para alcanzar un objetivo mayor… o todo a la vez. En este emplazamiento tropical, además, tienen un aliciente todavía más atractivo que el todo incluido, los cuerpos torneados y la infinity pool. Aquí están en juego 50.000 euros para el que conquiste a las ‘tronistas’. Si su elegido es un ‘buen tipo’, compartirán premio; pero si caen en la trampa mortal de uno de los fboys, se pueden ir de vacío y con el corazón roto. Aquí se apuesta al doble o nada, como en el blackjack. “FBoy Island España no se toma en serio ni a sí mismo en algunas ocasiones. Es un buen muestrario de lo que en España conocemos como el picaflor, una divertida vendetta hacia esa figura en clave de comedia, que aspira responder a la eterna pregunta de si un Fboy puede llegar a redimirse», explica Yolanda Martín Campayo, productora ejecutiva del programa.

La contestación fácil —y casi automática— sería un «no» rotundo. En aplicación de la célebre teoría del pato, es tentador resolver que, si algo parece un pato, anda como un pato y dice ‘cuack’, entonces muy probablemente lo será. En la vida real, sin embargo, las cosas a menudo se vuelven un poco más complicadas y por eso las tres protagonistas de este dating show contarán con la ayuda de una host cañera que les propondrá una serie de pruebas y citas con los candidatos para que sean capaces de tirar la fachada y encontrar una conexión auténtica. No podía haber nadie mejor para esta labor que Valeria Ros: capaz de dar más cera a los sobraditos que Mónica Naranjo y tirar de carisma para reírse hasta de su sombra, al clásico estilo Luján Argüelles. Este híbrido puede resultar explicativo, pero no es más que una simplificación, porque lo que de verdad desmonta el género es el trabajo de la cómica de Getxo.

El siglo XXI ya no quedan casamenteras

Puede que a la Celestina de Fernando de Rojas le funcionara aquello de manipular a la peña para amañar parejas, pero a Valeria Ros lo que le va es poner las cartas sobre la mesa. «El papel de la presentadora se aleja del rol habitual del maestro de ceremonias de este tipo de programas y transita por divertidos momentos en los que somete a terapia de choque a los FBoys o castiga a los que se resisten a la reeducación», adelanta Martín Campayo, porque en este casino de hormonas revolucionadas, la banca siempre gana. En cada proceso de eliminación se revelará la auténtica naturaleza de cada uno y aquí llega otro elemento diferenciador de este formato ideado por Elan Gale, creador del ya mítico —y replicadísimo— The Bachelor. El programa contará con un “Disfrutorio” y un“Redentorio” al que irán a parar los descartados. Los “chicos majos” vivirán una experiencia de lujo y placer como recompensa por su nobleza en el cortejo, mientras que los FBoys se verán expulsados a una especie de palafito donde probarán de su propia medicina.

«Es divertido hasta el final», adelanta Ros. «Warner ha priorizado la comedia ante todo, desde el montaje hasta escoger a alguien como yo de conductora, que vengo del stand-up«, advierte la presentadora. El sello de la casa se imprime desde el arranque y, en ocasiones, recuerda poderosamente al universo de tróspidos que nos descubrió Quién quiere casarse con mi hijo y las posteriores variantes que lo sucedieron. «Se crean personajillos por todos lados», afirma. Sin embargo, en FBoy Island no se trata de forzar las risas en situaciones concretas, sino de hacer un ejercicio de cinismo y ser capaces de quitarse las caretas en un divertido ejercicio de autocrítica. Habrá italianos haciendo de italianos —conquistadores, se entiende—, vendemotos que tratarán de fingir que solo montan sobre una, pagafantas y seres cansinos con un don para hablar de sus ex hasta el infinito. Todos los tópicos están servidos. La gracia será ver cómo se van desmontando y si aquella teoría del pato termina por hacer aguas.

Merece la pena ver el programa armados con libreta y bolígrafo para ir haciendo apuestas sobre quién es quién. Ros irá descubriéndolo al mismo tiempo que las propias concursantes. HBO sabe bien lo bien que funciona la autenticidad en pantalla y lo han fiado todo a que la cómica parta con la misma información que cualquiera de nosotros. Tabula Rasa. «Me sentí casi como si fuese la cuarta chica», asegura. «Estuve todo el tiempo intentando descubrir yo también si les iban a tomar el pelo y aconsejarles como lo haría con mis amigas en un bar. Me impliqué al cien por cien porque eso es lo divertido, ¿o no?», añade. Desde el principio, Valeria Ros avisa a los ‘tapados’ que tiene mucha calle. «Estoy segura de que con un cubata ya te puedo decir si el tipo quiere algo serio o no», aventura la presentadora. «Otra cosa sería ver que haría yo en la posición de ellas. Ahí adoptas una perspectiva que tiene mucho que ver con la emoción que te da esa persona. Hay gente que prefiere vivir una historia con boicot. Igual ya sabe que se la va a pegar, pero le divierte tanto que prefiere arriesgar. Otras personas tienen un punto de pensar que pueden cambiarlos, que esa vez será especial, y este espacio tiene mucho de eso. Es muy interesante ver cómo se va fraguando y estoy segura de que los espectadores se van a sentir muy identificados», pronostica.

Todo por la pasta

Las traiciones están a la orden del día. Hace solo un mes que HBO estrenaba Traitors, un concurso de roles ocultos donde para llevarse el gato al agua es imprescindible encontrar una estrategia y sumar aliados. Aquí sucede algo parecido y las chicas tendrán que hacer equipo para quitarse de encima a los fboys. «Al final esto es un concurso, como Pasapalabra y ellos vienen a comerse el rosco», señala Ros en alusión a los 50.000 euros que hay en juego. «La idea de que haya un premio final es muy interesante, porque el dinero puede llegar a corroernos. De repente hay participantes que se plantean hasta dónde pueden llegar, si les merece hacerle un poco de daño a alguna de ellas o no. Sobre todo, el dilema es interesante porque no podemos olvidar que estamos en un juego. En ese contexto es lícito que haya gente que vaya a muerte, han ido a eso y se ve de todo. Tenemos ejemplos de algunos que solo tienen eso en mente y disimulan increíble. Igual otros lo pensaron así en un inicio, pero se encuentran con que acaban sintiéndose muy atraídos por alguien y empiezan a construir una relación. Es la prueba perfecta para para ver el comportamiento humano», resume.

 

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Este dating show que desembarca este viernes en España cuenta con antecedentes en otros tres territorios europeos en los que opera la plataforma: Suecia, Dinamarca y los Países Bajos. En Estados Unidos, FBoy Island tuvo el mayor lanzamiento de un reality en HBO Max y ​​la audiencia creció semana tras semana. De hecho, The Washington Post calificó el programa como «deliciosamente retorcido» y Time lo definió como una «obra maestra convincente e inteligente» pero, si algo pudiera resultar verdaderamente sagaz en este contexto es saber detectar las red flags que nos alertan de que estamos ante un fuckboy, con todas las letras. «La manipulación ligüística es importantísima, fijarse en qué términos utilizan al hablar y cómo se contradicen; pero lo mejor para saber de qué pie cojean es observar su lenguaje no verbal. Hay tíos que no te miran a los ojos, que no escuchan, que se están mirando los bíceps todo el rato o que se quedan embobados mirando un culo, que podía ser de una chica como podría ser de otra. No son muy sutiles», ironiza Ros. Si con eso no queda claro, no queda más remedio que busquéis la masterclass definitiva en Fboy Island , mucho más ilustrativa que cualquier videotutorial para incels en TikTok.