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'Te hago unfollow', el nuevo podcast de Mimi XXL.
'Te hago unfollow', el nuevo podcast de Mimi XXL.
'Te hago unfollow', el nuevo podcast de Mimi XXL.
'Te hago unfollow', el nuevo podcast de Mimi XXL.

Mimi XXL le hace un ‘unfollow’ al postureo

La vida real no tiene filtros, pero tampoco te permite hacer un bloqueo preventivo para preservar tu salud mental. Miren Jaurne estrena un podcast en Podimo donde reflexiona con sus invitados sobre los límites de lo soportable y nos anima a poner barreras.

Aurora Muñoz

¡Ciao, cio ‘pescao’! Las redes sociales nos ponen fácil eso de dar carpetazo a las historias tóxicas. Al menos, en nuestro timeline. Si Miley Cyrus y Liam Hemsworth optan por dejarse de seguir para no verse en la pantalla del móvil, ¿por qué no íbamos a tirar nosotros de barrera tecnológica para hacer desaparecer a ese ex que se nos antoja más tóxico que Chernóbil? El problema es que, por mucho que intente convencernos Isabel Díaz Ayuso de lo contrario, en la vida real no es tan sencillo hacer desaparecer su lluvia ácida. Aquel que consiga dar con la fórmula analógica para el unfollow tendrá asegurado un hueco para siempre en nuestros corazones y, lo mismo, una candidatura para el Nobel de la Paz.

Entre tanto, la creadora de contenido Miren Jaurne —rebautizada como Mimi XXL en las redes sociales—, fantasea con cómo sería eso de poder hacer que se evaporasen los comentarios de ese familiar que siempre te pregunta eso del ‘anillo pa’ cuando’, el jefe que te explota mientras se da a la buena vida, los amigos que solo aparecen cuando les pega el bajón o esas influencers que promocionan cremas prohibitivas mientras se abonan a las inyecciones de bótox. Sí, toda esa peña que merecería ir a una especie de infierno paralelo para cínicos. Es posible que ni ella ni nosotros tengamos (aún) las herramientas para enviarlos a ese corralito con aroma a azufre, pero los podemos despachar dándole a la ‘sin hueso’ con sarcasmo.

No hará sola este ejercicio de salud mental. Podimo ha puesto a su disposición un plató por el que pasaran invitados del mundo de la política, las redes o la televisión que llegan dispuestos a sacudirse el postureo y los filtros. La madrileña nos regala cada semana una entrega de su podcast para aprender, en 50 minutos, a decir adiós a quienes no aportan nada positivo. Con esta charla, iniciamos el proceso de desintoxicación.

Te hago unfollow lleva cinco programas emitidos y ya figura en la lista de los que más están creciendo en Podimo. Esta es tu segunda experiencia con la plataforma, después de Mimicidios, pero es la primera vez que no estás sola ante el peligro. ¿Cómo llevas el rol de entrevistadora?

Justo lo que pretendo es crear un foro donde los invitados puedan conversar. No me atrevo a decir que es una entrevista al uso, porque eso ya es un poco de intrusismo, pero cuando tienes a alguna gente delante es imposible no preguntarle por temas que conocen a fondo. Me he encontrado Me he encontrado en una posición que nunca había tenido que hacer y la experiencia me ha sorprendido positivamente hasta ahora. Por ejemplo, no me esperaba que Carlota Corredera o Mónica García me contestaran algunas cuestiones o que se mojaran y, sin embargo, todo fluye.

Hablamos mucho de influencers a los que hay que seguir, que crean tendencia, pero se habla poco de los que solo generan una nube tóxica a su alrededor. ¿Crees que streamers como El Xokas, que utilizan su altavoz para lanzar mensajes de odio, merecen un unfollow directo o hay que plantarles cara?

Lo de El Xokas es un fenómeno que no entiendo. Tiene mucho que ver con el resurgimiento y el auge que tiene ahora la ultraderecha, se respaldan discursos misóginos, como el de Andrew Tate. Tienen derecho a tener plataforma donde vomitan, siempre y cuando no cometan un delito o animen a gente a ello. Todo el mundo puede estar en todas partes y es difícil ponerle freno cuando tienen detrás a ocho cientos mil niños rata alabándole y aplaudiendo su contenido. Lo consumen durante horas cada día y lo preocupante es que sus seguidores, probablemente, serás gente que no tiene una línea de pensamiento diferente a su alrededor.  Es el vivo ejemplo de que no existe la cultura de la cancelación.

Sin embargo, con las compañeras de Estirando el chicle se produjo una reacción en cadena este verano que parecía imparable, ¿por qué se dan estos desequilibrios?

La cultura de la cancelación, cuando se trata de mujeres, consiste en empujarnos cuesta abajo y generar una inmensa bola de nieve. En cambio, cuando el protagonista es un hombre, se les empuja escaleras arriba. Una mujer de izquierdas tiene muy fácil que se le cancele, solo hay que ver el caso del bono social. Enrique Ossorio [vicepresidente de Isabel Díaz Ayuso], Alfonso Serrano [diputado en la Asamblea y número dos de Isabel Díaz Ayuso en el PP de Madrid], Rocío Monasterio [portavoz de Vox en la Asamblea y candidata de la extrema derecha a la presidencia de la Comunidad de Madrid] y Mónica García [líder y candidata de Más Madrid], son los cuatro políticos madrileños que han admitido estar recibiendo este descuento en la factura de la luz. Si observas el discurso de todos ellos, los tres primeros se han limitado a alegar que cumplen con los requisitos que ha puesto el Gobierno para cobrar la ayuda. García, en cambio, se ha disculpado, ha hecho autocrítica y ha asegurado que va a enmendar el error. Sin embargo, ahí está todo el mundo pidiendo su dimisión. Es una campaña de desprestigio absolutamente desigual.

Esto sucede, entre otras cosas, porque el groso de la gente que va a impulsar una cancelación tiene una mentalidad mucho más radical y que admiten menos una disculpa o la admisión del error. No dejan espacio a la gente para enmendar los fallos. La revolución que se armó con Estirando el chicle empezó entre su propio público. Hubo un momento en que la gente de Twitter más hater se metió en la movida y cruzó los márgenes ide lo legal, incluso. Ni siquiera las estaban atacando porque esas personas se sintieran ofendidas o defendieran que necesariamente fuese una línea roja llevar a una determinada invitada. Se había creado la bola de nieve y llega un momento que todo es jauja.

Carlota Corredera, precisamente, inaugura el podcast con un programa dedicado al boicot a la tele e iniciáis juntas un recorrido por todos esos programas y personajes que funcionan como catalizadores del hate. Ella, en cambio, abre el melón de extender esa responsabilidad a los medios y condena expresamente la entrevista en El Mundo a Carlos Navarro, el polémico concursante de Gran Hermano 2, conocido popularmente como el Yoyas. La pregunta es obligatoria, ¿a quién no pondrías jamás delante de tu micrófono?

A las feministas transexcluyentes, eso segurísimo. Tampoco entraría a debatir con un maltratador condenado, porque no tiene absolutamente nada que decir, solo le toca presentarse en el juzgado y ya está. Antes de ver la entrevista de Jordi Évole a Macarena Olona, a lo mejor también te hubiera contestado que a alguien de extrema derecha, pero lo hizo magistral y me cambió la perspectiva. Hay que saber hacerlo como lo hace él, por supuesto, pero me pareció que no se rebajó, no le entró al trapo y consiguió ponerle cuestiones importantes sobre la mesa sin darle una plataforma. A mí, si me pones por delante a Ayuso, me saldría hablarle como madrileña y no sé s¡ tendría la picardía para hacerle una entrevista en la que quedase bien claro lo que yo quiero retratar. Eso ya lo tenéis que hacer los profesionales. Pero sí que tengo claro que hay ciertos perfiles de los que me abstengo.

Hace nada, Paula Púa nos contaba en una entrevista que ella tiene silenciado a medio Twitter por salud mental. ¿Tú también eres partidaria de sacar el dedito de bloquear a pasear cuando los troles se suben a la parra?

Lo hago incluso antes. Si veo un ruido que ya ha cogido movimiento y que me ha llegado al timeline, por ejemplo, de políticas contra el feminismo, me pongo a leer los comentarios y si empiezo a ver fotitos de dibujos animados con la bandera preconstitucional, ya hago bloqueos preventivos. Antes de que en un futuro esa persona quizás llegue a mí, la he bloqueado. Está muy mal visto pero, si lo pudiéramos hacer en la vida real, ¡madre mía, que maravilla!. Muchos de esos bloqueos, además, se tergiversan. Se envían capturas y los afectados se quejan de que no se les da derecho a réplica, pero lo que parece que no comprenden es que la libertad de expresión no funciona así. Todo el mundo puede decir lo que le parezca, dentro de los límites del derecho, en su cuenta; pero nadie tiene la potestad de hacerlo en tu casa. Las reglas del juego funcionan por ambas partes. Yo nunca he mencionado a Iván Espinosa de los Monteros, pero me tiene bloqueada en Twitter. Me imagino que espera no tener que aguantarme en un futuro y me parece muy bien. No me quejo, eso que me ahorro.

Lo que no conseguimos sacudirnos es esa mirada machista que sigue pesando sobre las mujeres, en general, y sobre las influencers, en particular. Las redes son un entorno donde el postureo reina y se acrecienta la presión por encajar en los cánones. Hace poco entrevistaste a Henar Álvarez, que se acaba de alzar con el Premio Ídolo al compromiso social. En su discurso agradeció el galardón «a las verduleras, a las barriobajeras, a las que hablan alto, a las que nos sentamos con las piernas abiertas y a las que molestamos en los sitios de los ricos». ¿Estás con ella en que ha llegado el momento de dejar de ser esa «señorita tranquila y sencilla» de la que ya se desmarcaba Mari Trini en Yo no soy esa?

No sólo ha llegado el momento, sino que tenemos que aprovecharlo, porque todo lo demás que tienes en redes sociales es justo lo contrario. Henar Álvarez e Inés Hernand son súper necesarias porque son la vida. Todas esas itgirls que se levantan para hacer deporte a las siete de la mañana, que hacen veinte mil cosas al día, siempre están arregladas y tienen la casa perfecta no son la realidad. Esa perfección fingida que solo consigues con un equipo de diez personas detrás, me cansa. El resto somos gente de barrio, gente que curra y tiene empleos normales, que coge el transporte público y decimos un montón de palabrotas. Eso no te quita clase ni educación. No resta fuerza a tu discurso. Henar es el ejemplo perfecto de eso. Representa a mucha gente a la que hasta ahora lo que se le estaba dando cabida. Ellas han llegado al mainstream, pero se han se han hecho ese hueco sin perder su esencia, sin cambiar su discurso. A Inés, por ejemplo, la puedes ver en Televisión Española, pero sigue pronunciándose a favor de del trabajador y manteniendo la coherencia. No que llegue y luego se transforme de repente en Tamara Falcó, como ha habido algunos casos.

Amazon Prime Vídeo acaba de estrenar un documental, Influencers: sobrevivir a las redes sociales, en el que se plantea entre otras cuestiones, el relevo generacional. ¿Notas ya un escalón entre pioneros y nuevos creadores de contenido?

A lo mejor yo no lo he notado tanto porque mi audiencia siempre ha tenido un arco de edad muy grande. Mi canal tiene una comunidad de mujeres mayores de cincuenta y también recibo visitas de usuarios muy jóvenes, adolescentes, que no llegan a la veintena. Es cierto que yo no estoy en las plataformas que ellos han tomado. La movida en YouTube sigue un poquito igual, las aguas están calmadas.

En esa docuserie, Marta Lozano menciona que Tik tok está fuera de su mundo y también es cierto que eso depende en gran medida del contenido que tú estás acostumbrada a hacer, porque, por ejemplo, su perfil conlleva muchísima producción. Cada foto, cada reel requiere muchísimo trabajo detrás para que todo esté perfecto. Las creadoras de contenido de la Generación Zeta, las que vienen detrás, han puesto en valor la autenticidad. Lo que se lleva es encender la cámara del móvil y empezar a grabar directamente. Da igual si no van perfectamente maquilladas, no importa si están llorando, si llevan camisetas de andar por casa. Esa es justamente la imagen que sus seguidores quieren ver. Hay influencers en el extremo absolutamente opuesto y, en esos casos, es lógico que les cueste adaptarte a esas nuevas generaciones, porque estamos hablando de un sistema de trabajo completamente diferente al tuyo.

WhereisLeto es uno de esos referentes para la generación Zeta, un cañón en Tik Tok. Ella comentaba en tu podcast que prefería moverse entre sus amigos de toda la vida y se desligaba del entorno de los influencers. ¿A ti también te parece un universo excesivamente endogámico? ¿Hay buena peña en este sector o tu prefieres dejarte de afterwork?

Hay buena gente, tienes que dar con ella, pero existe. No sé cómo irá el rollo en perfiles más jóvenes, quizás ellos tienen que jugar la baza de integrarse en grupos de influencers y tener buen rollo. A mí eso del ‘todo va bien’ me agota. Este mundo tiene mucho de postureo y hay mucha morralla también. Así que yo normalmente estoy donde tengo que estar el tiempo justo y necesario, porque estoy deseando volver a casar con mi chica.

Hace algunos meses, Lola Lolita tuvo un incendio en Gen Playz por decir que había mucho curro en este oficio. ¿Es imposible tender puentes con la audiencia y que las redes se miren más allá del privilegio?

Esto es realmente una profesión y en los perfiles grandes, hay mucho trabajo detrás. Obviamente, un micro influencer no tiene el mismo volumen de curro que alguien con millones de seguidores, pero sí es cierto que son gente tan joven que antes de llegar a redes no ha tenido un trabajo de a pie de calle. No se puede generalizar, pero hay algunos que no tienen con qué comparar lo que hacen. Cuando yo tuve mi primer trabajo a los dieciséis años como socorrista, estaba reventada y se lo decía mi padre, que repartía pan de tres de la mañana a siete de la tarde, y se reía en mi cara. Hay que poner su discurso en contexto o se hacen un flaco favor. Si comparamos lo que hacemos con empleos de calle, con salarios precarios, es normal que les parezca ridículo que alguien se queje por hacer vídeos de veinte segundos bailando. Si acompañaran ese argumento de la presión que supone esa influencia, la cantidad de horas que exige lejos de los tuyos, los conocimientos que requiere y el equipo que te acompaña, quizás se minimizaría el privilegio y el mensaje final no quedaría reducido al pastizal que una persona gana al mes.

 

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No podemos dejar de mencionar la entrevista que te marcas con Mónica García. Habláis de los cortijillos internos de la política y de cómo se gestan las vendettas, pero pongamos el foco por un momento ahí fuera, en el acoso al que se ven sometidos muchos cargos públicos por parte de algunos canales de desinformación. ¿Cómo se para ese imperio de las fake news?

Los que deberían pararlo son los más interesados en que siga pasando, que son los medios de derechas. La carta de presentación de muchos de estos canales es el morro que le echan y esa pose de poner sus cojones encima de la mesa. Tienen una audiencia a la que eso le encanta, independientemente del contenido que están difundiendo. De nuevo, estamos ante un colectivo con poco pensamiento autocrítico. Los votantes de derechas y los políticos de esos partidos siempre nos intentan exigir lo que ellos nos deben, que es respeto.

Acaba de salir un vídeo de uno de estos canales, donde persiguen a Mónica García y graban a sus hijos en la puerta del colegio. Ella se puso como nos podríamos cualquiera, claro. Obviemos la manipulación, las mentiras… Estamos hablando de la protección de menores, ojo. El tipo insistía en acusarla todo el rato, sin ninguna base, y disparaba al aire, a ver dónde caía. La culpaba de comportamientos que afeaba a otros partidos de izquierdas, como si todos los rojos fuésemos en un mismo un globo. Da igual si estás hablando de Podemos, de Más Madrid o si eres apolítico, la cuestión es que no estás en su bando. Ella es una trabajadora de la sanidad, que ha llegado ahí por denunciar lo que no funciona ahí, como una más. Ya está, pero esa gente siempre se lo van a reclamar a todo, aunque ellos no se lo aplican. Se aplauden entre ellos, desde los políticos a los medios. En ese contexto, los troles de Internet están siempre protegidos.

La única forma de terminar con eso es romper esa línea de pensamiento único. Mis padres son del Partido Popular (PP) de toda la vida y les da igual quien sea la cabeza del partido porque votan a la institución. Los de izquierdas, en cambio, no votamos a un partido; votamos a la gente de ese partido que los lleva y nos cae bien. Por eso estamos tan divididos. Tenemos más conciencia social y somos más exigentes con lo que le pedimos a un político.

Terminemos con un punto de esperanza, ¿qué está por venir?

La verdad que estoy muy contenta con Podimo, sobre todo viniendo de un sitio como Youtube, que está muy censurado y exige medir mucho tus palabras. Hay expresiones del día a día que no puedes usar delante de una cámara, incluso o relativas a temas sobre los que deberíamos hablar mucho más, como violación o pederastia. Estar, de repente, en una plataforma donde te cuidan y tienes una libertad de expresión brutal, da mucha vida.