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Segunda temporada de 'Soy Georgina'. Foto: Netflix
Segunda temporada de 'Soy Georgina'. Foto: Netflix
Segunda temporada de 'Soy Georgina'. Foto: Netflix
Segunda temporada de 'Soy Georgina'. Foto: Netflix

‘Soy Georgina’: ¿por qué fingimos que nos creemos los realities sobre ricos?

Netflix tiene un amplio catálogo de placeres culpables entre los que se encuentran títulos como ‘Mujeres ricas de Beverly Hills’, ese famoso reality donde varias multimillonarias se convierten en las reinas del drama. ‘Soy Georgina’ es el diamante de esa colección de joyas para olvidar que no llegamos a fin de mes mientras nos sumergirnos en vidas de amor y lujo. Más allá de eso, la cuestión es, ¿alguien se cree el relato de sus protagonistas?

Aurora Muñoz

El pasado 24 de marzo se estrenó la segunda temporada de Soy Georgina en Netflix y, es muy probable que muchos de los que se asomen a estas líneas, ya la hayan devorado a poco más de una semana de su lanzamiento. Según datos de VOD Ratings, herramienta de Goldmedia, el docu-reality ha conseguido ser el segundo contenido más visto bajo demanda en España en marzo, solo por detrás de la serie de HBO, The Last of Us. En ese escaso margen de tiempo, ya había acumulado algo más de tres millones de visionados. La cifra no parece escandalosa si recordamos que, en la temporada inaugural, que vio la luz en enero de 2022, se sitúo en el número uno de los contenidos más vistos de Netflix en muchos países del mundo. Entonces, lo más seductor del formato era descubrir la vida secreta de las ‘WAGS’ [término con el que se conoce, por sus siglas en inglés, a las esposas y novias de deportistas de élite]. Hasta ahora, lo poco que conocíamos de esta tribu formada, en su mayoría, por modelos, exmodelos e influencers eran los posados pactados con revistas de otra era durante viajes como acompañantes de ellos y los titulares que acaparan por su belleza, bodas y embarazos. Poco más. Figuras como la cantante Shakira o la periodista Sara Carbonero vinieron a desmontar esa imagen generalizada (y sexista) de las parejas de los futbolistas como mero objeto decorativo y, aun así, seguíamos queriendo saber mucho más. El público siempre ha ansiado conocer qué sucede cuando se apagan los focos y, sobre todo, si los ricos también lloran. De eso va la marcha, en realidad.

El duelo, como elemento ‘humanizador’

Algunos de los momentos más entrañables de la primera temporada trascurren durante su regreso a Jaca, la capital del Pirineo aragonés. «Jaca para mí es el lugar donde crecí, donde tengo los recuerdos de mi infancia. Donde bailé, disfruté del amor de mi familia y todo eso es lo que me ha marcado», comenta Georgina Rodríguez al inicio del episodio titulado Volver, lo que fui es lo que soy. Hacía nueve años que no estaba allí, pero no duda en repasar su etapa escolar en el colegio Santa Ana y, sobre todo, su formación en danza en la Academia Susana Ara, junto a Ivana, su hermana mayor. «En momentos de tormenta y oscuros en mi infancia me iluminó, fue la clave y mi vía de escape, y me ayudó a evadirme de muchas cosas. Sin duda, la maestra de mi vida es la danza y le agradezco muchísimo a mi madre haberme apuntado a bailar porque sé que soy lo que soy gracias al ballet», destacaba. Ese feedback a su pasado hace que la trama toque suelo.

En esta nueva entrega, Rodríguez vuelve a acordarse de su tierra natal en varias ocasiones y, en paralelo, de las estrecheces que vivió su familia. «De pequeñas dormíamos juntas en la cama con una bolsita de agua caliente para las dos y como estábamos juntando los pies, nos arañábamos con las uñas; nos llamábamos Gaviota y Gavilán», comenta entre risas. Su compañera de anécdota recuerda que pasaron de vivir en un apartamento pequeño a un adosado hasta que llegó la crisis y se vieron de regreso al domicilio de 27 metros cuadrados. Sus dificultades económicas no son muy distintas a las que probablemente vivieron otros muchos españoles en esa etapa y, quizás por eso, conectan brevemente con el espectador, que decide comprar un cuento de hadas que podría haber dirigido Bigas Luna. «Yo llegaba a mi trabajo en autobús y me iba en Bugatti», relataba cuando nos introducía su historia de amor con el exjugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, en aquellos tiempos en los que era empleada de una tienda de Gucci en la Milla de Oro de Madrid [que tampoco es un empleo muy de ciudadano medio, reconozcámoslo]. En varias ocasiones, lo llama «príncipe azul». No hay forma de perderse en la narrativa.

 

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Aquella presentación de la protagonista en el universo de la telerrealidad tenía todos los elementos de una exclusiva de ‘¡Hola!’: viajes en jet privado, escapadas en barco con amigos, shootings, alta joyería y la confirmación de un embarazo de mellizos.  Sin embargo, en abril del pasado año, ambos hicieron público en sus redes sociales que uno de los bebés que esperaban murió en el parto. Era inevitable arrancar esta temporada con una mención expresa. «Este año he vivido el mejor y el peor momento de mi vida en un instante, un pedazo de mi corazón voló», dice al referirse al nacimiento de su hija mejor, Bella Esmeralda [en honor a sus dos princesas Disney favoritas] y el fallecimiento de Ángel, su mellizo. Hay momentos en los que se encoge el corazón, como cuando Ivana, al recibir la noticia, se apresura a ir a casa de su hermana y convertir el nido doble en uno individual antes de que Georgina regrese del hospital. Allí recibe la visita del resto de sus hijos y no se siente capaz de contarles lo que ha sucedido e incluso confiesa a cámara que había pensado retrasar ese momento, contarles en inicio que el pequeño llegaría más tarde; pero finalmente es Ronaldo quien se lo comunica a los niños, en una de las escasas apariciones que hace en esta temporada. Ella se tatúa un ángel como recordatorio imborrable y dice a su prole: «Vuestro hermanito está en el cielo, él no quiere andar, él quiere volar». Esta frase plantea un contraste duro con la estampa glamourosa y perfecta que dejaba en la alfombra roja del festival de Cannes, que Rodríguez recorrió con un vestido de 120.000 cristales de Swarovski, solo un mes después de haber dado a luz.

De ahí en adelante, las menciones a la urgencia de recuperar su figura van apareciendo, casi como una broma inocente, pero de forma incesante. «Vivir a la sombra de un hombre no te convierte en una it girl, sino en una chica que caducará muy pronto. La apariencia es un bien perecedero, y el futbolista te sustituirá a la primera de cambio por un modelo nuevo y de mejores prestaciones», relataba Kathy Lette, escritora y periodista del diario The Daily Telegraph en un reportaje sobre las WAGS que se publicó durante el Mundíal de Catar. La pieza era casi un avispero que planteaba que su estilo de vida era profundamente antifeminista. Georgina se queda fuera de estas batallas, pero sus decisiones empresariales parecen evidenciar que tiene claro que el show bussiness es una máquina voraz que no se detiene y que tampoco espera a nadie que se quede en el hangar. Ella es la española con más seguidores en Instagram (47,6 millones, es decir, 12 más que hace solo un año cuando salió la primera temporada) y esa legión tampoco se alimenta sola.

El poder de saber (cómo) contar historias

La de Georgina no es la primera ni será la última producción que retrata la vida de amor y lujo de algunas de las estrellas de las revistas. Recientemente han pasado por nuestra retina realities como First class y Tamara Falcó: La marquesaAlgunos han llegado directamente para irritarnos la vista, pero dicen que sarna con gusto, no pica y, en cualquier caso, todo está inventado desde que irrumpió en la televisión Keeping up with the Kardashians. Aquel programa tuvo un éxito sin precedentes. Fueron 14 años, 19 temporadas y cientos de spin-offs con una audiencia absolutamente imbatible. La boda de Kim Kardashian con Kris Humphries en 2011 concentró frente al televisor a más de 10 millones de espectadores.

 

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Los televidentes más fieles se fueron trasladando al universo paralelo de la familia en Instagram, donde Kim, Kris, Kourtney, Khloe, Kendall, Kylie y Rob superan los 782,4 millones de seguidores en total. Ninguna de las celebrities que ha seguido esa estela cuenta con números tan deslumbrantes, pero lo cierto es que tampoco ofrecen la frescura de los tiempos gloriosos de las Kardashians. El formato original era casi una fantasía voyerista que permitía experimentar con la sensación de haber derribado la cuarta pared y contemplar pedazos de su intimidad desde dentro de esas mansiones infranqueables. Rosa Olucha, directora de Alaska y Mario, asegura que la magia radicó en la entrega de las protagonistas y su confianza ciega en el equipo: «Jamás pidieron ver un programa editado, ni el primero», contó en un reportaje para Mujer Hoy.

Georgina Rodríguez, en cambio, figura en los títulos de crédito como productora ejecutiva de Soy Georgina, lo que significa que, más allá de dejarse grabar, tiene la decisión última sobre el producto y ese «poder» tan tentador hace que, en ocasiones, pierda naturalidad y se adivine el prefabricado. «La primera temporada acercó al gran público su figura, la de una persona que, ante todo, sabe que es famosa y que es quién es por la relación sentimental que le une al jugador de fútbol. Ella quiso dejar muy clara su faceta de madre, de empresaria y los sueños que tiene. Sin embargo, esta vez las tramas vuelven a ser un poco las mismas y pierde la oportunidad de ir un poco más allá, de salirse de esa imagen encorsetada», opina Berto Molina, periodista especializado en información de televisión en El Confidencial.

En efecto, los ibéricos pasan de ser un sello casi almodovariano en la primera entrega a acaparar memes en redes sociales durante esta nueva temporada. No sin razón, el crítico de televisión, Juan Sanguino, llega a decir en su pieza para Icon, que el embutido español tiene más cuota de pantalla en los nuevos episodios del reality que el futbolista portugués. A veces, el refrán de «lo bueno, si breve, dos veces bueno», tiene mucho de verdad en el ámbito audiovisual.

Camina entre nosotros, pero no es una más

«En principio, Georgina como personaje resulta muy atractiva porque bascula de un origen humilde a una vida multimillonaria. Sin embargo, la sencillez le queda impostada y como rica, tampoco resulta muy creíble. Ha conseguido un reality que refleja perfectamente su universo propio, que al final resulta ser un selfie en movimiento, pero es un movimiento en espiral hacia dentro. No ves nada, porque no hay nada. Tengo la sensación de que me están escroleando su Instagram o sus stories cuando veo el reality. De hecho, el nudo o el conflicto necesario en cualquier narración pasa aquí como si fuera una foto, como si no sucediera en el mundo real», observa Diana Aller, guionista y crítica de televisión en El Mundo. El propio editor principal de la primera temporada de Soy Georgina, David Huergo, le daba la razón en cierto modo. «Hay mucha polémica con si es muy banal o si es una chorrada, si se debe hacer o no, pero es un puro divertimento, un espectáculo televisivo que lo que consigue es que te relajes viendo la vida de los ricos”, alegó en declaraciones para La Ventana de la Tele, en la Cadena Ser.

Tik Tok está sembrado de pequeños cortes en los que aparece con Las Queridas, el grupo de amigas que acompaña siempre a Rodríguez, entre los que se encuentran Elena Pina, Iván García, Sofía Mezquida, Mamen Morales y su propia hermana. En teoría, estos momentos con su círculo más íntimo deberían devolvernos su versión menos producida y, en cambio, nos encontramos con arranques espontáneos en los que las costuras asoman. Uno de los lemas de la promoción de este reality fue precisamente: «Antes coleccionaba bolsos, ahora los regala», e incluso se ideó una campaña para que la enorme lona de Gran Vía se convirtiese en complemento para sus seguidores. No entraremos en si la propia Georgina luciría uno de ellos, pero desde luego una de las escenas de la serie documental evidencia que, a pesar de que ha hecho célebre su frase «yo comparto bolsos y joyas, pero no me hagáis compartir el chorizo», le cuesta Dios y ayuda permitir que alguno de sus inseparables toque su nuevo bolso Hermès confeccionado en piel de avestruz y eso que tiene una colección millonaria con más de 150 ejemplares de lujo.

@xpaulam Que opinan? #soygeorgina #viral ♬ sonido original – xyzwlm

 

«Con vuestras manos, no», espeta a una de sus amigas, que se queja. Se excusa, asegura que soñaba con él desde hace cuatro años y solo deja que lo sostenga unos segundos, tras envolver antes el asa. No es el único gesto que rechina. En otra ocasión, nos muestran su vestidor con el pretexto de buscar algo que prestarle a una ellas para una boda. En lugar de eso, acaba por decirle a una de ellas que tiene unas botas de 4.000 euros que no le caben, le pide que se las ponga en una cena para que cedan y se las devuelva. Lo que sorprende no es la solicitud, sino el tono casi imperativo con el que se dirige a su gente más cercana.

@laitalianaplex Temp 2 | #viral ♬ sonido original – 3rayasPreci

«No ha aprendido de sus errores. En vez de mostrarse más cercana e intentar ser un poco más simpática, ha vuelto a estar exactamente igual que en la primera temporada», valora Molina. «Eso provoca que el espectador empatice con ella en momentos dramáticos como la pérdida de su bebé, pero cuesta mucho estar cercano a su figura. Ni siquiera consigue traspasar la barrera de la pantalla en el encuentro con Rosalía. Le da dos besos y ya está, se aparta y al final es la cantante quien le da un abrazo e intenta establecer conversación», añade este especialista en pantallas.

«¿Tú sabes que veo siempre tu reality? A veces, por las mañanas, estamos desayunando Rauw y yo mientras lo miramos», le dice Rosalía con toda espontaneidad. Ese instante, en cambio, es uno de los que más reverdece a sus hijos que, a pesar de vivir en un entorno absolutamente privilegiado, se muestran deslumbrados por encontrarse en el backstage después de uno de los dos conciertos que dio la catalana en el WiZink Center durante el tour de Motomami.  Esta escena es también es una pequeña venganza con respecto al arranque de la primera temporada, en la que Rodríguez se desplaza [de nuevo en jet privado, como no] a París hasta el atelier de Jean Paul Gaultier y, al llegar, el diseñador no está para recibirla. Su representante ya se lo había advertido durante el trayecto: «Es su cumpleaños, por eso hoy no va a estar». Aun así, ella le lleva un lote de ibéricos para agasajarlo y el legendario modista no aparece para agradecerlos. «Qué chasco y qué buena manera de contar que para muchas personas la protagonista de Soy Georgina no existe. Si en vez de una serie titulada Soy Georgina estuviésemos hablando de otra titulada Soy Dita o Soy Madonna, Jean Paul habría estado ahí en la puerta, encantado de recibir a su musa. Gaultier ha sido siempre discretamente reacio a entrar en el juego de la celebridad vacía», recogía Alberto Rey, en su columna Asesino en serie de El Mundo, cuando se estrenó este docureality.

@mootorosi Rosalía en el documental de «Yo soy Georgina» #rosalia #georgina ♬ sonido original – Rosalia

El equipo de producción se ha encargado de que, en esta ocasión, quede claro que Rodríguez sabe rodearse de un entorno privilegiado y vemos desfilar por los seis episodios de 40 minutos de duración a artistas como Bella Hadid, Simon Porte Jacquemus, Sebastián Yatra, Nathy Peluso, Camilo, Robert Lewandowski y Rauw Alejandro, además de la anteriormente mencionada Rosalía. 

Conversaciones sobre diamantes y… baños polacos

Kira Cochrane, periodista de The Guardian, sitúa el origen de las WAGS en 1992, cuando se fundó la Premier League inglesa y el negocio del fútbol explotó en televisión. Las nóminas de los jugadores crecieron exponencialmente y ese nuevo estatus los colocó en el punto de mira de las grandes firmas de moda. Fue entonces cuando sus parejas dieron también el salto a las páginas de las revistas de estilo de vida. Indudablemente, Georgina Rodríguez forma parte de ese universo icónico, pero no es habitual que conceda declaraciones a los medios. De hecho, el pasado 22 de marzo visitó El Hormiguero para conceder a Pablo Motos su primera entrevista en directo y le llovieron las críticas. Dejó titulares que probablemente su representante deseará olvidar como «(Arabia Saudita) es un país muy seguro, familiar, en el que cuidan mucho a las mujeres, a los niños» o «La comida no se deja, si no para merendar (…) A veces les pongo vídeos de niños que no tienen comida para y les digo ‘mira, esto es lo que os puede pasar'», en alusión a la mano dura que dice aplicar en la educación a sus hijos.

@cotilleostelevision T2 Georgina va a pagar la cuenta 😳🛍️ #soygeorgina #soygeorgina2 #georginarodriguez #netflix #documental #parati #foryou #foryoupage #fyp #fy #UnlimitedHPInk ♬ dance(256762) – TimTaj

«En su aparición hizo unas declaraciones muy criticadas debida a su vehemencia y su inexperiencia en el directo, porque, aunque en su reality no le digan lo que tiene que decir, evidentemente está grabado y editado, y las situaciones, guionizadas, lo que permite que aparezca solo lo que ella y la productora crean conveniente. Y que permita hacerla brillar, que es de lo que se trata. Aunque no haya gustado lo que dijo en el espacio de Pablo Motos, también está bien conocer a la persona sin pasar por filtros», plantea Inés Álvarez, redactora de Televisión de El Periódico de Catalunya.

El espectador puede poner en suspenso la realidad y hacer cómo que se cree que Rodríguez ordena y se encarga personalmente de tener en estado de revista su vestidor o que ella se ocupa de sus cinco hijos en solitario, sin ayuda de ningún tipo de personal. Es la magia de la tele y nadie quiere conocer sus trucos. Para miserias, ya tenemos las de todos los días. Lo que no puede colar, en ningún caso, es que no son materialistas, tal y como afirmó a lo largo de su intervención en el programa de entretenimiento de Antena 3. Sobre todo, después de que en uno de los episodios de esta temporada nos muestre una mañana de compras en Cerdeña que se salda con una cuenta de 27.515 euros. Con todo, su amigo Iván le resta peso a la suma y exclama: «¡Te ha salido más barato de lo que pensabas!».

En la película Titanic, la insumergible Molly Brown desprecia el concepto de «nuevo rico» y señala el afán de este colectivo por evidenciar su «poderío económico». Sin duda, hubiera sido sensacional verlas compartiendo mesa porque para Rodríguez no hay límite a la hora de exhibir sus diamantes. «Con las joyas no pienso que menos sea más y siempre me pongo más, más, más. Me dicen que parezco un árbol de navidad», reconoce la de Jaca en otro de los momentos de Soy Georgina. Sin ir más lejos, al rodaje de El Hormiguero acudió con un collar y dos anillos fabricados con esta piedra preciosa, uno de ellos de nueve quilates. Se estima que la pieza podría rondar un precio estimado entre los 238.000 y los 358.000 euros.

A pesar de estar más que acostumbrada a evitar que las mejores joyas de su colección acumulen polvo, Rodríguez no parece cómoda del todo con la posibilidad de que alguna se extravíe y, en un momento de esta temporada, no puede evitar mostrarse temerosa cuando se baja de una furgoneta de cristales tintados en la madrileña calle Valverde (junto a la Gran Vía) y advierte: “¡A ver si me van a robar!”.

«Hay que reconocerle que sabe hacer muy bien de ella misma: es una filósofa banal, una madre preocupada, una adicta a la moda… En definitiva, es un contenido para el consumo, un producto muy hijo de su tiempo, muy de la cultura líquida», resume Aller. «Lo que a los entusiastas de los realities nos gustaba de la telerrealidad es precisamente que la verdad suscite más interés que cualquier ficción y yo soy una señora que me acerco a los cincuenta años. Me temo que no soy el público objetivo. Debo dar un paso atrás y tratar de comprender o empatizar con quien lo comprende», lamenta esta profesional que trabajó en el reality de Alaska y Mario. A cambio, le concede un punto de gracia al programa: «Creo que está admirablemente bien hecho, porque refleja a la perfección lo que son Georgina y su mundo sin llegar a pronunciarse, que me parece muy difícil», agrega.

Eso no quita que los guionistas le hayan colado alguna bomba de racimo entre escenas. Durante su visita a Cannes, Georgina recibe un guion y en una entrevista a cámara se felicita por estar más cerca de su objetivo: ser una mocatriz (la contracción de modelo, cantante y actriz). Sin embargo, como advierte Juan Sanguino en su crítica televisiva, este término fue acuñado en la canción homónima del grupo Ojete Calor.  Su letra contiene perlas como: «He llegado lejos por mi talento, no por el que tengo sino porque el que me invento», «Quiero solo lujos, dame pasta gansa, pero no me ofrezcas un trabajo del que cansa» y «No sé cantar, no sé posar, no sé actuar, vivo feliz». Es tan probable que Georgina Rodríguez desconozca esta parodia como que Gaultier la tenga a ella en el radar.

Durante todo el metraje, la protagonista del reality pasa del lujo más absoluto a la chabacanería. Basta con hacer referencia a ese instante, que podría haber parecido sacado de una publicación sobre interiorismo, en el que muestra a sus ‘queridas’ los avances de la reforma de su casa de Madrid y deja clara su prioridad en la construcción del nuevo aseo: «En mi baño sí que quiero un bidé para el baño polaco y para el ‘checo, checo, checo, checo'». Quizás, ahí se encuentre la clave de su éxito. El formato está montado con cierta «malicia», de manera que la propia Georgina Rodríguez se autoparodia, voluntaria o involuntariamente. «Se presenta como una mujer normal, pero tiene maneras de diva y creo que son esas contradicciones, unidas a la exhibición casi pornográfica de un lujo al que no tenemos acceso, el que provoca adicción a su reality de Netflix. Algo, por lo demás, que ya ocurrió en su día con las Kardashian, que puede ser lo que se ha buscado convirtiendo en estrella a la mujer de Ronaldo: crear una Kardashian hispánica», diagnostica Álvarez, de El Periódico de Catalunya.