Otras miradas

Primo fuera del Valle

Alfredo González Ruibal

El Valle de los Caídos es un monumento. Pero también un discurso. Porque igual que hay discursos que se construyen con palabras, los hay que se construyen con piedras –y huesos-. El discurso del Valle nos habla de la Guerra Civil, de la dictadura y de España. Todo ello, naturalmente, desde la perspectiva del régimen franquista. No se dejó nada al azar. De la carretera a la cruz colosal pasando por los pinos o los tapices que decoran la basílica, todo tiene significado. Todo va encaminado a contar una historia. La tumba de Primo de Rivera también.

Primo de Rivera fue el principal ideólogo del fascismo en España. Al contrario que Francisco Franco, era un personaje carismático y con una ideología fuerte, lo que equivale a decir un rival. La Falange, que tanto contribuyó a la dictadura, fue también un elemento molesto para el dictador que intentó (y consiguió) neutralizarlo de diversas maneras. La primera, sin proponérselo, mediante la ejecución de Primo por las autoridades republicanas en Alicante el 20 de noviembre de 1936. La segunda, mediante el decreto de unificación que fusionó falangismo y carlismo el 20 de abril de 1937. Los conflictos entre carlistas y falangistas y el cambio de suerte del Eje en 1942 terminaron con la influencia de la Falange joseantoniana en el régimen.

A Primo de Rivera y el falangismo la dictadura no podía borrarlos del mapa sin más. Tenía que neutralizarlos. Y para ello se apropió de ambos. En el caso del líder falangista lo hizo literalmente, llevándose sus restos y enterrándolos en el lugar más prominente de la basílica. Con su cuerpo en el centro del monumento, Franco podía mostrarse como heredero legítimo de la Falange –ahora transformada en Movimiento Nacional-.

Es irónico que Primo corriera, en parte, la misma suerte que miles de individuos muertos en la guerra, de uno y otro bando: muchos fueron llevados a Cuelgamuros sin el consentimiento expreso de sus familiares, a veces en contra de su voluntad; todos sirvieron de ladrillos simbólicos en la construcción de un monumento que, no nos engañemos, siempre fue a mayor gloria de Franco. Dicen los neofranquistas que el Valle de los Caídos es un monumento a la reconciliación. Curiosa forma de reconciliar, robando cadáveres.

Tampoco casa con la idea de reconciliación situar en el centro del monumento al ideólogo de uno de los movimientos políticos que más hicieron por desestabilizar el país y provocar la guerra. Un movimiento que se conoce internacionalmente como fascismo. El propio Primo, en la cárcel desde marzo de 1936, participó en la gestación de la sublevación militar que eventualmente se llevaría a cabo y provocaría la Guerra Civil. Precisamente por ello, y como ha señalado el filósofo Reyes Mate, no puede ser considerado una víctima de la Guerra Civil.

Que Primo de Rivera no podía seguir ocupando un lugar central en la basílica de Cuelgamuros es de lógica democrática. La pregunta no es si debía salir o no, sino por qué ha tardado tanto en hacerlo. En este caso, además, difícilmente supone hacerle violencia al personaje: es más que dudoso que quisiera recibiera sepultura en el mausoleo que diseñó Franco, sirviendo de material de construcción a sus delirios de grandeza.

Está bien que salgan del Valle los restos de Primo. Ya solo quedarían los de otros 33.000. Porque de la misma manera que el líder falangista estaba allí para sustentar un discurso y una memoria antidemocráticas, lo mismo están los miles de muertos con que se llenaron las criptas. Y esos muertos merecen un lugar de reposo más digno. Un lugar donde no se haga violencia a su memoria.

No debería haber objeción a desmontar el Valle de los Caídos. Planteárselo siquiera es entrar en la lógica de la dictadura. La única objeción posible es al ritmo del proceso. A este paso, deconstruir simbólicamente el Valle va a llevar más tiempo que construirlo materialmente. Desde la llamada Ley de Memoria Histórica de 2007 han pasado 16 años. El monumento tardó 19 en construirse. Esto, más que la conveniencia o no de trasladar a Primo, es lo que nos debería hacer reflexionar en estos momentos.

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