Posibilidad de un nido

Núñez Feijóo: la sota de bastos

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y la presidenta de la Comunidad y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto cívico militar con motivo del Día de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, a 2 de mayo de 2023, en Madrid (España). Foto: Diego Radamés / Europa Press
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y la presidenta de la Comunidad y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto cívico militar con motivo del Día de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, a 2 de mayo de 2023, en Madrid (España). Foto: Diego Radamés / Europa Press

La semana pasada viajé a Valencia en tren por asuntos de libros y tuve la suerte de que en asiento de atrás me acompañara el típico señoro que antes denominábamos "un ejecutivo" y ahora ignoro cómo. Digo suerte, porque me permitió vivir uno de esos momentos de iluminación en los que, clic, de golpe entiendes algo que siempre había estado ahí. 

El tipo marcó y saludó a su primer interlocutor, a quien, con tácticas muy básicas de maltrato psicológico de oficina, vino a apretar para que echara a otro tipo, quien, según nuestro viajero, "entre tú y yo, no te está haciendo ningún bien". Su tono era grave. Habló de la "reunión de la junta". Habló de "el consejo de administración". Habló del "cierre de cuentas". Parecía una parodia. Cuando vio que tenía convencido al desgraciado que lo estuviera aguantando, pasó a la actitud amable e incluso hizo alusión a las familias de ambos. 

El viajero colgó e inició una nueva conversación con otro sujeto, a quien informó que el anterior -"me ha hecho falta muy poco, macho"- les haría el trabajo sucio. Se reía entonces, también de forma grave. No con jajajá sino con jojojó. Con este habló de "dividendos" y también del "cierre" de algo. Después, pasaron a comentar la cena que se iban a regalar esa misma noche. Aún hizo una tercera llamada –subió al tren hablando y bajó sin haber dejado de hacerlo– a una tal Carmen a la que dictó ciertas órdenes que llamaré "económicas" o "empresariales" porque no entendí de qué se trataba.

Fue entonces, con Carmen al teléfono, cuando lo vi todo con una claridad meridiana: No se trata solo de cambiar las leyes sobre la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres. No se trata solo de exigir paridad en las listas electorales, las tertulias, la Academia. No se trata solo de que las mujeres alcancen los puestos directivos en las empresas, las presidencias en los gobiernos. Hay que cambiarlo todo de raíz, porque todo está hecho difícil a propósito, como la factura de la luz, como los asuntos de Hacienda, para que no se entienda. Como los asuntos de la política.

Al día siguiente, en un aparte de un programa de televisión, la presentadora preguntó a un periodista solvente si tener dos "pagadores" la perjudicaba a la hora de cobrar. Él le respondió que eso era un bulo, pero que no sabía explicarle por qué. A eso me refiero, al no saber explicar algo tan obvio como quién te paga y cómo, y qué cobras.

Cuando vi el rifirrafe entre la presidenta Isabel Díaz Ayuso y el ministro Félix Bolaños pensé en eso. La mayor ventaja de la política, despojada de toda teoría enredadora, una vez desbrozada del palabrerío de los señoros, es su similitud con un patio de colegio, con un parque infantil, un juego de mesas, una partida de cartas

Sobre el tapete de la fiesta de la Comunidad de Madrid había cuatro cartas, dos de cada palo. Por un lado, Margarita Robles y Bolaños, de oros (porque están en el Gobierno del Estado). Por otro, Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, de bastos (porque representan, frente al Gobierno, la oposición). El juego de la presidenta y del ministro de la Presidencia estaban cantados. Llevaban una semana relatándolo en los medios. Ella decía que Bolaños no estaba invitado. Él, que no le podían impedir participar. Ambos, igual que sus respectivos equipos, sabían lo que iba a suceder y, de hecho, sucedió. Sencillamente, cumplieron su papel.

El jaleíto sobre el supuesto atropello al ministro por parte de la jefa de protocolo (pongamos que un diez de bastos), el posterior paseíllo de Díaz Ayuso por los medios celebrando, todo estaba implícitamente acordado, era sabido. Había otras dos cartas allí: Margarita Robles, que se echó sobre la mesa como movimiento necesario; y Núñez Feijoó. Ah, el bueno de Feijóo quedó el pasado 2 de mayo retratado exactamente como lo que es, o sea, que no es la reina de su palo. El "jefe de la oposición" del Partido Popular, con cara de pistacho triste, apareció en todo aquel juego como la sota de bastos que se queda en la mano, innecesaria, segundona, para el arrastre.

Y yo que me alegro, porque situar a Núñez Feijóo, esa carta baja, como candidato del PP para las próximas Generales supone que los populares no se juegan todo, o sea, no van a por todas en esa partida, echan su sota y se guardan en la mano a la reina de bastos. Para la próxima ronda. Quizás dentro de cuatro años. Tengo la sensación de que ellos, mejor que nadie, tienen claro que en España volverán a gobernar las izquierdas, que todavía no es el momento de darlo todo. Lo malo de todo este asunto es que, tarde o temprano, por mera alternancia histórica en el poder, la derecha acabará gobernando. Nos queda esperar que los tiempos vayan poniendo a sus socios ultras en el papel que les corresponde, o sea sin participación. Mientras tanto, a ver si le quitamos gravedad a algo que debería ser tan sencillo como la economía doméstica, e igual de honesto.

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