Otras miradas

Ser un bully es fácil si sabes cómo

Oti Corona

Ser un bully es fácil si sabes cómo
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

El principal requisito para ser un bully de primera es nacer en una buena familia. No me refiero a la pasta, ojo, aunque eso también ayuda. Me refiero a unos padres amorosos, de esos que prestan apoyo incondicional al hijo en cualquier misión que emprenda. Y, si la misión que emprende su retoño es el acoso escolar, igual ayudar se les antoja indecoroso, pero tampoco le pondrán palos en las ruedas. Cuando les avisen del colegio para explicarles que su hijo le hace la vida imposible al compañero de pupitre, lo negarán con contundencia aunque haya testigos, cámaras, tiktoks, capturas de aquí y de allá. Su hijo no ha sido. O no ha sido él solo. O le provocaron. O ha sido él, pero solo lo ha hecho una vez. O lo ha hecho más veces pero fue una broma. O él solo miraba, o vio y decidió no intervenir, esto no es bullying, cómo se atreven.

Lo siguiente es una maestra de las que no ven nada en un claustro de pusilánimes capitaneado por un equipo directivo que considera que activar protocolos es demasiado follón y supervisados por una inspección educativa con mejores cosas que hacer. Por si alguno de estos elementos fallase, es preciso articular un sistema en el que los docentes no tengan tiempo material para llevar a cabo un tratamiento efectivo del bullying y unos representantes públicos que dediquen parte de su agenda a desprestigiar al profesorado.

Un buen bully comprende mejor que nadie el valor de la amistad, pues jamás habría llegado donde está sin la colaboración impagable de sus amiguetes. Algunos de tanto en tanto y otros a diario y de manera incansable, le ríen la gracia, le dan ideas, le respaldan si en alguna ocasión se ve en dificultades y le cubren cuando miente. No todos en el grupo actúan así, pero el acosador virtuoso sabe cómo conseguir el silencio de la clase.

Las indicaciones anteriores no servirían de nada sin una sociedad que ampare ciertas cuotas de violencia desde la más tierna infancia. Unos adultos que afirman que "a nosotros nos pegaban y no hemos salido tan mal", "ahora son unos débiles" o, la reina de los lugares comunes, "eso son cosas de críos", constituyen el refuerzo que un maltratador necesita. Es esencial que los mayores aseguren que los críos deben curtirse para la vida, que hoy en día no aguantan nada y que la niñez es una especie de escuela militar en la cual deben aprender a defenderse como paso previo a ser personas. El bully tiene en algunos realities un magnífico espejo en el que mirarse: concursantes expuestos a jurados crueles, actividades grupales en las que acuerdan ir todos contra uno y burlas homófobas, machistas, gordófobas o capacitistas como parte del show. Si alguna vez se les afea la conducta, responden con el siempre rentable "era broma", y a seguir.

Para que la dinámica funcione, la víctima será un manojo de defectos. La víctima es irascible, es presumida, está gorda, está flaca, no me gusta su estuche, lleva gafas, es muy guapa, es muy fea, me molesta su forma de hablar, es maricón, fíjate qué carácter, no se entera de nada, es un empollón, es una consentida, huele fatal, usa perfume, es pobre, es rica, es alta, es agresiva, es un marimacho, es bajito, me ha mirado, es un mentiroso, es una chula. Cómo no van a acosarla, si es la persona hacia la que se dirigen todas las miradas. Tiene que caer mal. Es el enemigo. Atente a las consecuencias si pretendes lo contrario. O conmigo o contra mí. A muerte.

El silencio es decisivo para que el acosador pueda llegar a la cumbre. La discreción de la víctima que, avergonzada, a menudo ni puede poner palabras a lo que le están haciendo. La prudencia, nada prudente, de una comunidad educativa que grita bullying cuando un chaval se lanza al vacío pero calló mientras le obligaban a trepar hasta lo alto. El disimulo del resto del grupo, que no se enfrentó al acosador por miedo a que cambiasen los papeles y les tocase a ellos representar al chivo expiatorio. La calma del docente que contempla que el caso que le explican podría ser acoso, casi pero no, todavía no, no es más que una pelea, aún no hay bastante sufrimiento. El mutismo ante un cadáver. La trampa del "accidente doméstico" o la "muerte accidental" que ocultan un suicidio que nunca se habría producido si los acosadores no tuviesen tan despejado el camino.

Fíjense si acosar es sencillo que ni siquiera es imprescindible que se den todos estos requisitos. Basta con uno o dos de ellos y, tachán, el bullying está servido. ¿No les parece fascinante? ¿No les pone los pelos como escarpias?

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