Punto de Fisión

El dedo de Vox en semejante parte

El dedo de Vox en semejante parte
El diputado de Vox por Alicante, Manuel Mestre Barea, interviene durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, en Madrid (España), a 9 de marzo de 2021. EUROPA PRESS/J. Hellín  (Foto de ARCHIVO) 09/3/2021

En La cruda y tierna verdad, el primer tomo de sus Memorias no autorizadas, uno de los mejores libros autobiográficos jamás escritos en España, José Luis de Vilallonga confiesa que su familia era tan rica y tan pija que además de médico privado contaban con diversos especialistas a su servicio. Uno de ellos era un viejo urólogo catalán del que el pequeño Vilallonga huía en cuanto le echaba la vista encima; si lo veía caminando por la acera de enfrente o al doblar una esquina, de inmediato Vilallonga salía de estampida junto a sus amigos del colegio mientras el galeno, agitando su bastón, le advertía a voz en grito: "No corra, don José, no corra, que tarde o temprano le he de meter un dedo por el culo".

El dedo por el culo es un pánico ancestral del macho español de toda la vida, un pánico tan arraigado que un día un oficial de Policía jubilado de cuyo nombre no quiero acordarme me dijo que a él por semejante parte no le cabía ni el pelo de una gamba. Tampoco quiero acordarme de qué modo desembocamos en semejante conversación, pero lo cierto es que no se me ocurrió preguntarle cómo diablos se las apañaba para hacer sus necesidades. El caso es que Manuel Mestre, diputado de Vox en el Congreso y candidato a la alcaldía de Orihuela, acaba de renovar el pánico ancestral a la exploración rectal al resumir el programa de educación sexual en la escuela con una frase histórica: "No queremos que Irene Montero se meta en nuestros colegios a enseñarles a nuestros hijos cómo tienen que meterse el dedo por el culo".

Lo primero que piensa uno ante este ejemplo de delicadeza expresiva es que tal vez su autor sea un poeta, un poeta de la experiencia, concretamente, que recuerda con nostalgia su educación católica, apostólica y romana, una educación como Dios manda, sin adoctrinamiento ni tonterías modernas, en la que los curas te indicaban las duras y a veces dolorosas verdades de la vida. Dónde va a parar enseñarte esas chorradas de la igualdad o del respeto a las minorías con las lecciones impagables del catecismo y los misterios de la Santísima Trinidad. Pero no, de ningún modo es un poeta, sino un teniente general del Ejército del Aire, antiguo jefe del Mando Aéreo de Canarias, es decir, un experto en gases a reacción, un acróbata del pensamiento capaz de dibujar a chorro libre un endecasílabo entre las nubes.

Lo segundo que piensa uno (aparte de esa primera persona del plural, no se sabe si mayestática o borbónica, que incluye colegios e hijos) es en cómo andará el funcionamiento de la jerarquía militar en España para darle el Mando Aéreo de Canarias a un señor que entiende que la educación sexual consiste en que Irene Montero se meta en un colegio a enseñarles a los niños la mejor manera de meterse un dedo en el culo. En cuanto al funcionamiento del organigrama de Vox ya nos habíamos hecho una idea, aunque en Orihuela, precisamente en Orihuela, una concejala acaba de dimitir por las bravas después de denunciar que Mestre había enchufado a familiares y amigos en las listas y que la cúpula del partido decidió apropiarse de la asignación del grupo municipal. No podía esperarse otra cosa de una formación que presenta un programa electoral pidiendo la protección de las playas de Madrid o la ampliación del metro en Almería. Probablemente el metro también lo vayan a hacer a dedo.

Más Noticias