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Cartel promocional de la serie de Netflix 'El Silencio'.
Cartel promocional de la serie de Netflix 'El Silencio'.
Arón Piper, en el papel de Sergio Ciscar en la serie 'El Silencio' de Netflix.
Arón Piper, en el papel de Sergio Ciscar en la serie 'El Silencio' de Netflix.

‘El silencio’: una serie que se desmarca del asesino de la catana y bordea la distopia

Netflix estrena un thriller psicológico creado por Aitor Gabilondo y protagonizada por Arón Piper que indaga en la personalidad de un joven inexplicablemente violento y plantea el debate sobre la reinserción social.

Aurora Muñoz

La activista Audre Lorde (Harlem, Nueva York, 1934- Saint Croix, 1992) acuñó la frase: «Mis silencios no me habían protegido. Tu silencio no te protegerá”. Lo escribió cuando supo que tenía un tumor con elevadas probabilidades de ser maligno. Su enfermedad duró 14 años y empleó todo ese tiempo en hacer un acto de autorrevelación con el que desentrañó como convertir el silencio en lenguaje puede entrañar peligro, aunque la visibilidad conlleve mayores dosis de vulnerabilidad.  Sin embargo, la nueva serie de Netflix, que se estrena este 19 de mayo, da la vuelta a su teoría. La trama gira alrededor de Sergio Ciscar (Arón Piper), que sale de la cárcel seis años después de haber asesinado a sus padres, cuando aún era menor de edad. Durante la condena, no ha dicho ni una palabra ni colaborado con la Justicia, por lo que los motivos del crimen y sus intenciones tras quedar en libertad son un misterio.

Uno de los grandes misterios que mantendrán pegado al espectador a la pantalla a lo largo de estos seis capítulos es la verdad que se esconde detrás de las palabras no dichas. Los que se congreguen en el sofá para ver esta ficción no serán los únicos que quieren averiguar qué pasó.  La joven psiquiatra Ana Dussel (Almudena Amor) y su equipo serán los encargados de evaluar hasta qué punto Sergio podría suponer un peligro para la sociedad, observándolo en secreto día y noche pero, ¿podemos saber cómo es alguien solo viéndolo a través de una pantalla? En esta entrevista, el guionista y productor de la serie, Aitor Gabilondo (creador de la versión audiovisual de Patria y Entrevías) y su protagonista, Arón Piper (El desorden que dejas y Élite) nos ayudan a desentrañar algunas de sus claves.

En mayo se cumple practicamente un año de espera desde que comenzó el rodaje de El silencio y el suspense se traslada por fin al catálogo de Netflix. Ahora que ya podemos comentar la serie, toca hablar sobre callar. ¿El silencio escuda?

Arón Piper: Aquí el silencio puede llegar a a crear una hembra de protección para Sergio y además es una herramienta de manipulación que crea confusiones.

Aitor Gabilondo: Además, este silencio que planteamos en torno al personaje de Sergio es un silencio muy violento, que puede hacer tanto daño o más que las palabras.

El silencio es difícil. Nuestro cerebro está contaminado por el exceso de información y permanecer callado a veces es un ejercicio titánico. ¿Cómo se maneja un papel en el que el peso del personaje está en lo que no dice?

Arón Piper: A veces el silencio se me da casi mejor que cuando intento hablar, así que no ha supuesto una dificultad. Ha sido más gratificante que un reto.

«Todo gigante muere cansado de que lo observen desde afuera», escribió El Flaco Spinetta en la letra de su canción Cristálida. Este proyecto también plantea si realmente podemos conocer a alguien observándolo día y noche. En este panorama televisivo donde los realities tipo Gran Hermano se suceden, ¿hay una crítica velada a ese voyerismo?

Aitor Gabilondo: Efectivamente, no sé si es una crítica tan directa, pero desde luego tratamos de plantear la duda de si solo observando a una persona puedes saber quién es.  Igual las conclusiones que sacas dicen más de ti, como observador, que de la persona que estás observando en las proyecciones y de esa manera buscábamos darle la vuelta a la cámara. A veces miramos a la pantalla, pero no vemos nada.

En un comunicado anterior al estreno se definía la serie como un thriller psicológico sobre los monstruos que engendran los silencios. ¿Podríamos extender este planteamiento a la sociedad?

Aitor Gabilondo: Hay muchos silencios que pesan, sobre todo entre las personas que más sufren, pero el peor de todos es el que origina no querer escuchar. La sociedad no quiere oír hablar sobre situaciones que son incómodas, que hacen daño. En el caso de la serie, parece mentira que ninguno de los que observan a Sergio haya hecho un intento real de acercarse a Sergio de forma natural. En lugar de eso, han infectado su casa de cámaras para intentar sacar conclusiones y quizás lo más humano hubiera sido hablar con él.

Arón Piper: De hecho, el único personaje que aparenta intentarlo es Natanael [Ramiro Blas, conocido por su papel en El internado: Las cumbres], que tampoco hace eso exactamente o, al menos, no con una intención limpia y los prejuicios acaban por dominarlo todo.

Aitor Gabilondo: El silencio casi siempre se tiene como un atributo positivo. Damos por hecho que alguien que calla es cauto y prudente, pero también puede ser cobarde y violento. No podemos dar por hecho que contiene esa ausencia de palabras, pero lo hacemos.

Durante unos segundos, el espectador puede recordar la historia de José Rabadán y el crimen de la catana, que además de un documental, tuvo una adaptación al teatro de la compañía madrileña El Pavón Teatro Kamikaze, pero rápidamente, todo adquiere otro tinte. ¿Os inspirasteis en una amalgama de casos reales o bebe de otras ficciones?

Aitor Gabilondo: No nos hemos basado en ninguna ficción en concreto, pero sí hay una mirada a la sociedad. Yo vengo de esa cultura de leer los periódicos y la prensa generalista siempre ha sido una fuente de inspiración constante. Es verdad que los crímenes protagonizarlos por menores causan un impacto enorme, como por ejemplo el de ese adolescente que asesinó a sus padres y a su hermana pequeña con un sable, pero a mí lo que me interesaba, más que el crimen en sí, era lo que sucede después. Quería reflexionar sobre qué se hace con estos chavales cuando cumplen su pena y se reinsertan en la sociedad o lo intentan.

Es inevitable que, a lo largo del thriller se toquen aspectos psicológicos: altas capacidades, narcisismo, psicópatas… ¿Cómo habéis trabajado esos perfiles?

Aitor Gabilondo: Hemos estudiado todo lo que hemos podido y nos hemos asesorado también con expertos, pero lógicamente todos estos traumas y síndromes son una etiqueta, pero detrás hay una persona y eso nos impide trazar un patrón nítido. Escogimos una forma concreta de retratarlo en la historia e intentamos ser lo más fieles posibles a lo que hasta ahora se entiende de estos comportamientos. En cualquier caso, creo que todos los seres humanos, en mayor o menor medida, tenemos esos rasgos y las circunstancias en las que te toca vivir acaban condicionando tu perfil.

¿Quién es entonces la presa? ¿El que está dentro de la pantalla o quien le observa?

Aitor Gabilondo: Es una respuesta complicada. Creo que no hay que equivocar y el acto violento es injustificable. Si has matado a tus padres o a tu mujer, ahí no hay nada que cuestionarse. Las redes sociales, la sobreexposición mediática y la ficción pueden distorsionar la realidad y es importante separar los hechos de la opinión. Por eso no quisimos centrarnos en el hecho violento en sí. Lo que nos preocupaba era desarrollar la respuesta a la necesidad que tiene Ana [Almudena Amor, actriz de El buen patrón] de entender a alguien que ha hecho algo incomprensible, de contextualizarlo. Era una forma de reflejar cómo nos mostramos los seres humanos alrededor de un hecho violento y, sobre todo, ver qué sucede después. Ahí sí que hay espacio para las dudas.