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Reino Unido inaugura una era de austeridad

La reina lee el programa del Gobierno de Cameron, que incluye 23 nuevas leyes

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Ningún rey británico ha osado pisar la Cámara de los Comunes desde que Carlos I entró allí en 1642 para detener a cinco parlamentarios por insurrección. Al mismo tiempo, es el monarca el que inicia el calendario parlamentario con un discurso que resume el programa legislativo del Gobierno. Por tanto, la reina pronuncia sus palabras en la Cámara de los Lores en un espectáculo cómicamente anacrónico pero respetado hasta el último detalle.

Isabel II tuvo ayer la 56ª oportunidad de cumplir el protocolo. Sólo ha faltado en dos ocasiones, a causa de sendos embarazos. Esta vez, en ocho minutos y 17 segundos, ofreció el programa de un Gobierno presidido por primera vez por un primer ministro más joven que cualquiera de sus hijos. Y también la primera ocasión en que ese Gobierno es de coalición.

Una de las prioridades del nuevo Gobierno es reducir el déficit

Todo cambio de Gobierno obliga a un numeroso cambio de leyes. A pesar de los ropajes de armiño de los lores, los vistosos uniformes y la corona real de 3.000 diamantes, el discurso no ocultaba que se inicia una era de austeridad (nadie quiere ser como los griegos) y de crispación. Las reformas prometidas serán difíciles de aceptar para la opinión pública por su elevado coste económico, y causarán un aumento de la conflictividad social.

En realidad, los diputados ya sabían lo que iban a escuchar. El programa de Gobierno fue publicado hace días por el Sunday Telegraph, incluidas algunas frases literales del discurso de la reina, para horror de los tradicionalistas.

Había una excepción. Entre las 23 leyes enumeradas, apareció la privatización parcial del Royal Mail (el servicio público de Correos), un asunto que enfrentará directamente al Gobierno con los sindicatos en los próximos meses.

El Ejecutivo se compromete a inspirarse en los principios de 'libertad, justicia y responsabilidad', según dijo Isabel II en la primera frase del discurso. Más importantes son algunas de sus prioridades: reducir el déficit presupuestario, reformar la educación y cambiar las ayudas sociales para obligar a los que reciben los subsidios a que encuentren un trabajo. Es probable que la libertad y la justicia no vayan de la mano en todas estas reformas.

El discurso incluyó las reivindicaciones impulsadas por los liberales demócratas para cambiar el sistema político: un referéndum sobre el voto alternativo en las urnas para aumentar la proporcionalidad del sistema, el fin de los carnés de identidad y un mayor control de los registros de ADN.

 

A las 13.000 personas que aceptaron pagar 30 libras (35 euros) para sacarse su primer carné no se les reembolsará su dinero. El anterior Gobierno se gastó 238 millones de libras en poner en marcha el sistema. El actual ahorrará 86 millones al cancelarlo en los próximos cuatro años.

Terminado el protocolo, el Parlamento da comienzo a varios días de debates sobre el contenido del programa hasta el próximo martes. Las intervenciones del día del discurso de la reina suelen tener un cierto tono festivo y repleto de chistes. Es al día siguiente cuando se empieza a trabajar de verdad.

Por el contrario, ayer, David Cameron apostó por ir a la yugular en su primera intervención. Tras la réplica de la líder laborista, Harriet Harman (en funciones hasta la celebración de las primarias), el primer ministro exigió penitencia al partido que perdió las elecciones: 'No se ha escuchado ni una palabra de disculpa por el horrible estado en que han dejado al país. No tienen nada que decir sobre haber dejado a Gran Bretaña con un déficit mayor que el de Grecia'.

No es que Harman estuviera especialmente dura. Los únicos ataques directos los reservó al partido de Nick Clegg, los nuevos socios de Cameron.

Ese será el mensaje de Cameron en los próximos meses. 'Han dejado al país en tal estado de bancarrota que ayudas como la que usted menciona no pueden mantenerse', le dijo a un diputado. Será su forma de evitar convertirse en el Gobierno más impopular de las últimas décadas.

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