Este artículo se publicó hace 13 años.
A 40 metros de Kim Jong-il
'Público' asistió en 2010 al delirante desfile militar que consagró a Kim Jong-un como heredero del trono de la dictadura norcoreana
Diez de octubre de 2010. Plaza de Kim Il-sung, en Pyonyang, presidida por los retratos de Lenin y Marx. Por primera vez en muchos años, los misiles de largo alcance norcoreanos, los que podrían llevar una bomba atómica hasta el centro de Nueva York, van a desfilar por las calles de la capital, con motivo de la reelección de Kim Jong-il como mandamás del Partido de los Trabajadores. Por los altavoces atruena No hay patria sin ti, el himno oficioso de Corea del Norte. Su extravagante letra proclama: "Somos incapaces de vivir sin ti, nuestro país es incapaz de sobrevivir sin ti, camarada Kim Jong-il".
El dictador se asoma a la tribuna, a 40 metros de la grada en la que Público se ha colado como parte de una delegación de la turbia Asociación de Amistad con Corea (KFA). Camina como un tentetieso, agarrándose a la barandilla para no besar el suelo. Miles de personas apiñadas en la plaza gritan "¡Mansé!" ("¡Viva!", en coreano). La sobreactuación es hiperbólica. Todo es absolutamente falso, como una parodia. Una farsa brutal.
El dictador apareció tambaleándose tras sufrir una hemorragia cerebral
"Al Querido Líder se le ve fuerte y saludable", comenta Jo Chol Ryong, un alto funcionario del Comité de Relaciones Culturales con Países Extranjeros. Parece que está de guasa, pero no. Su trabajo consiste en negar ante los occi-dentales la hemorragia cerebral que dejó tambaleándose a Kim Jong-il en 2008. Para Jo Chol Ryong, las informaciones que hablaban entonces del hijo del dictador como heredero del trono norcoreano son "mentiras pagadas por las embajadas de EEUU".
Mientras habla, sin embargo, aparece en las pantallas gigantes que presiden la plaza la imagen de Kim Jong-il con su hijo, Kim Jong-un. "Es la primera vez que aparecen juntos los dos camaradas. Es un momento histórico", susurra Kim Hyok-chol, un jovencísimo traductor que dice con ingenuidad todo lo que callan sus superiores.
El desfile militar es la guinda de un viaje surrealista a las entrañas del país más hermético del planeta. El periplo está organizado por la KFA, fundada en 2000 por el catalán Alejandro Cao de Benós, quien quizá algún día deba responder por financiar uno de los regímenes más sanguinarios de la historia. El viaje, de diez días y a un precio de 2.500 euros, incluye una visita a la Exposición de la Amistad Internacional en el monte Myohyang, un disparatado museo que muestra los 59.000 regalos enviados por sus admiradores a Kim Jong-il y los 225.000 recibidos por su padre, Kim Il-sung.
El museo de regalos al sátrapa incluye un caimán disecado vestido de camarero
Las vitrinas son delirantes. Hay un caimán disecado disfrazado de camarero ofrecido por los sandinistas nicaragüenses, un globo terráqueo con bombilla interior regalado por Sierra Leona, una piel de oso del dictador rumano Nicolae Ceaucescu y un Kalashnikov donado por el Frente Nacional para la Liberación de Angola. También hay una escultura de Don Quijote obsequiada por Santiago Carrillo y un puño y una rosa de bronce cortesía de una delegación del PSOE que visitó el país en la década de 1970. Es como un Todo a 100 metido en un descomunal palacio de mármol.
De vuelta a Pyonyang, otro de los agentes norcoreanos que vigilan a los occidentales, Lee Yong Man, se pasea por el autobús con un folio en la mano en el que pone: "Cantar en el karaoke del bus: sí o no". Los visitantes votan. "Esta es la verdadera democracia", dice entre risas. Es el comentario más subversivo escuchado en diez días en Corea del Norte.
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