Este artículo se publicó hace 4 años.
AlemaniaLa extrema derecha, la gran asignatura pendiente de la Alemania reunificada
Se cumplen tres décadas de la 'Wiedervereinigung', pero la brecha entre la Alemania occidental y la oriental sigue presente hoy en día. Aparte de la despoblación y el retraso económico, las regiones que en el pasado conformaron la República Democrática Alemana se ven más afectadas por "la mayor" amenaza para el país: la extrema derecha.
Javier Pérez de la Cruz
Berlín-
Solo habían pasado cuatro días desde los fastos por la reunificación cuando tres neonazis dieron una paliza y apuñalaron a Andrzej Fratczak.
La noche del siete de octubre de 1990, este polaco de 36 años salía de una discoteca de Lübbenau sin saber que estaba a punto de convertirse en la primera víctima oficial de la extrema derecha en la recientemente expandida República Federal Alemana, que en esos momentos estrenaba nuevos territorios más allá del antiguo Telón de Acero.
Andrzej Fratczak es una de las, al menos, 187 personas asesinadas en Alemania durante los últimos 30 años por la violencia ultraderechista. La cifra corresponde a una investigación periodística y no a una lista publicada por un organismo oficial. El asesinato de Andrzej Fratczak, por ejemplo, no fue reconocido por las autoridades regionales como un acto de violencia radical hasta 2015.
Las 187 víctimas se reparten por toda Alemania, las viejas occidental y oriental. El último gran atentado de extrema derecha se produjo en Hanau, cerca de Fráncfort, y también en el oeste del país asesinaron hace poco más de un año a Walter Lübcke, el político conservador que se había mostrado a favor de la acogida de refugiados. Pero es en los territorios de la extinta y socialista República Democrática Alemana donde la presencia ultraderechista está más extendida. Y no solo en las instituciones.
"Desde hace años observamos entre la población niveles altos de actitudes de extrema derecha, tanto en el oeste como en el este", explica Michael Lühmann, experto en movimientos ultraderechistas e investigador del Instituto para la Democracia de Göttingen. "Pero en la investigación del extremismo de derechas, distinguimos entre actitudes y acciones, y aquí sí vemos que en el este de Alemania las acciones han aumentado más. El número de ataques a inmigrantes, pero también a muchos otros grupos, como periodistas, es más pronunciado en la parte oriental de la República".
Años 90 vs. actualidad
La extrema derecha no es el único problema que sufre la vieja Alemania oriental. Más de tres millones y medio de personas se han marchado al oeste durante los últimos 30 años, una crisis demográfica que dificulta el crecimiento económico y dispara el resentimiento contra las instituciones y la identificación con la actual República Federal.
Frauke Büttner conoce bien la naturaleza de la extrema derecha en el este del país. Como representante de Aktionbündnis Brandenburg, una coalición de organizaciones contra el racismo y la violencia en el estado federado que envuelve Berlín, sabe cómo han evolucionado los grupúsculos más radicales desde los años 90, los primeros tras la reunificación, impregnados por numerosos episodios violentos. Uno de los más infames, en el que milagrosamente no hubo muertos, ocurrió en 1992 en la población de Rostock. Cientos de extremistas atacaron durante días con piedras y cócteles molotov un albergue de refugiados ante el retroceso de la policía y la mirada complaciente de miles de curiosos.
"Lo que ha pasado con la escena ultraderechista desde entonces es que, más que volverse más más fuerte, ha cambiado", apunta Büttner. "Hoy en día hay conciencia de que el extremismo de derechas y el racismo es un problema en muchos lugares".
Aunque todavía reticente a dar ciertos pasos concretos, como investigar el racismo estructural en la policía, el Gobierno de Angela Merkel sí admite públicamente que la extrema derecha es "la mayor" amenaza para la seguridad del país. Y este año, el informe del delegado del Bundestag para la vieja Alemania oriental se centraba en el crecimiento en estas zonas del ultraderechismo. "Es más probable que empeore antes de que mejore", resumía el responsable del informe.
Frauke Büttner tampoco tiene dudas: "que no se me entienda mal. Las cifras de asociaciones como Opferperspektive, que monitorizan los ataques violentos, muestran una realidad tan clara como triste. No solo en los años 90 hubo disturbios parecidos a un pogromo, como ocurrió en Rostock o en Hoyerswerda, sino que hace solo cinco años una turba racista también asedió y atacó un centro para refugiados en Heidenau".
La extrema derecha alemana está capitaneada por el partido Alternativa para Alemania (AfD), que, a pesar de caer en las encuestas y estar sumido en intensas batallas internas, sigue siendo la tercera fuerza con más representación en el Bundestag. Activistas como Frauke Büttner están convencidos de que su fuerte "anclaje parlamentario" normaliza y legitima "discursos discriminatorios".
No obstante, los tentáculos radicales se extienden también a través de otros grupúsculos más pequeños, medios de comunicación, marcas de ropa y conciertos de rock.
Según datos ofrecidos por Mobit, organización que presta apoyo y asesoramiento a comunidades que se ven afectadas por la extrema derecha, solo en el estado de Turingia se celebraron 60 conciertos el año pasado. "La escena ha seguido ampliando sus actividades en los últimos años. Aunque los partidos neonazis clásicos no juegan casi ningún papel en los parlamentos, la escena ha ampliado sus actividades en áreas como la música o los deportes de combate", asegura Felix Steiner, trabajador de Mobit.
Fascistas en la RDA
La actividad callejera de elementos neonazis y la fortaleza de la AfD en los parlamentos regionales de las zonas que conformaban la Alemania oriental (en cuatro de cinco los ultraderechistas son segunda fuerza) lleva inevitablemente a preguntarse: ¿por qué tienen aquí más apoyo? La eterna cuestión para la que no hay una única respuesta.
La inmensa ola de despidos que provocó la absorción de la extinta república socialista, y su consecuente depresión económica, cuyos efectos se sienten todavía hoy, es uno los principales factores señalados por los analistas. Pero cuatro días después de la reunificación, cuando asesinaron al polaco Andrzej Fratczak, el proceso de desmantelamiento de la industria oriental apenas había comenzado. Lo cierto es que ya existían los fascistas en la República Democrática Alemana, donde el antifascismo era política oficial.
En 1989, meses antes de que cayera el Muro, el cineasta Konrad Weiss escribió el artículo "El nuevo viejo peligro. Jóvenes fascistas en la RDA", en el que alertaba del surgimiento de una escena de extrema derecha en su país. "Fueron precisamente esos últimos hijos de la RDA, nacidos alrededor de 1970, los que, como sabemos por las escasas encuestas sobre la juventud en la RDA, renunciaron al antifascismo en los años 80 y migraron a actitudes muy ultraderechistas", señala el investigador Michael Lühmann. "Estas culturas juveniles dominaron los llamados 'años de los bates de béisbol' [los años 90], la lucha brutal por la hegemonía en el este de Alemania y las 'zonas nacionales liberadas'. Y son estas mismas culturas, masculinas y hoy ya de mediana edad, las que en la actualidad constituyen el mayor núcleo de votantes de la AfD".
El apoyo al partido ultraderechista se disparó en 2015 tras la denominada "crisis de los refugiados de 2015". Y este año, transcurridas tres décadas desde la reunificación, se extendió el temor a que pudieran sacar provecho de la pandemia del coronavirus. Pero hasta el momento no ha sido así. A pesar de dos multitudinarias manifestaciones negacionistas convocadas en Berlín con presencia de grupos e individuos radicales, las encuestas siguen dando a la AfD menos apoyo que el que recibieron en las elecciones federales de 2017.
"La AfD es producto de un momento de crecimiento, no de crisis", analiza Lühmann. Y concluye: "Si las pensiones parecen peligrar, si la crisis se extiende, entonces los votantes buscarán la moderación y el centro, es decir, el viejo partido de la moderación y el centro, la CDU [el partido de Merkel], o el nuevo partido de la moderación y el centro, los Verdes".
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