Este artículo se publicó hace 13 años.
Amnistía teme "un falso amanecer" de derechos humanos
La organización llama en su último informe a apoyar el cambio nacido de las protestas en Túnez y Egipto
Aviso importante: todos los que creían que los tunecinos y los egipcios ya vivían en libertad tras echar a patadas a sus respectivos dictadores, se equivocan. La libertad no se consigue sólo con una revuelta popular y el año 2010-2011, "primera oportunidad de revolución de derechos humanos desde 1989", puede llevar a "un avance o a un retroceso histórico", a "un falso amanecer de los derechos humanos", advirtió ayer Amnistía Internacional (AI) en la presentación de su último informe anual.
Como cada año, la organización denuncia en casi 500 páginas los abusos, las torturas, las injusticias que se cometen en el planeta y, como cada año, son muchísimos: desde Afganistán hasta Zimbabue, desde Estados Unidos hasta España, casi ningún país sean democracias o dictaduras se salva. La diferencia este año es que, desde la caída del Muro de Berlín y de la URSS,jamás un pueblo se había enfrentado con tanta fuerza a la represión como ahora en el Magreb y Oriente Próximo.
"Nació un movimiento resistente porque se alzó contra tanques y balas, efectivo porque logró que sus gobiernos se sintieran superados, interconectado llegó hasta China gracias a las redes sociales y universal", explicó Esteban Beltrán, director de AI-España. "Estas revoluciones a favor de los derechos humanos están en el umbral de un cambio histórico", añadió su presidente, Alfonso López Borgoñoz.
El problema, avisa la organización, es que este cambio puede ser un engaño y teme que la comunidad internacional no aproveche esta oportunidad para defender los derechos humanos y luchar contra sus violaciones. La esperanza que despertaron las poblaciones árabes puede convertirse en un retroceso por "una represión salvaje, como lo que está ocurriendo en Siria o Yemen. Resulta difícil avanzar tras décadas de dictadura y la libertad de expresión necesita tiempo, y no resulta aún claro si la comunidad internacional ha cambiado sus relaciones con los derechos humanos en su política exterior, es decir, si seguirá siendo ciega ante la represión en función de sus intereses", denunció Beltrán.
Estas revoluciones a favor de los derechos humanos están en el umbral de un cambio histórico"Porque, en efecto, la comunidad internacional fue ciega durante las revueltas en Túnez y Egipto, y sigue siéndolo en Yemen, Siria o China. En nombres de los intereses económicos y políticos, es mejor no criticar una dictadura amiga. El último informe de AI es un compendio de todos los abusos cometidos por gobiernos en el mundo. Las televisiones mostraron las porras de los agentes de Zin al Abidin Ben Alí y de Hosni Muabarak, pero apenas trataron la represión de las autoridades de Azerbaiyán o de China contra las voces disidentes.
En el caso del país euroasiático, "las amenazas, el acoso y los actos de violencia contra periodistas y activistas de la sociedad civil continuaron impunemente", según AI. El informe documenta restricciones a la libertad de expresión en 89 países, casos de presos políticos en 48, tortura y malos tratos en 98 y juicios injustos en 54.
Controlar las redes socialesPara que la esperanza democrática en Oriente Próximo no se convierta en una mera ilusión, "los gobiernos árabes deben apoyar las reformas y condenar las violaciones de derechos humanos, porque no hay mensaje más claro que ver a alguien en la cárcel por violar los derechos humanos", en palabras de Beltrán. AI también llamó a Occidente a abandonar su política de doble rasero.
Pero el llamamiento más importante de la organización ha sido a las compañías de telefonía móvil e internet, a las que también se debería aplicar la legislación de protección de derechos humanos. AI denunció ayer el control de las redes sociales que hicieron posibles las revueltas en Egipto por las dictaduras para identificar a opositores, como hizo China cuando exigió datos a Yahoo. En la actualidad, Siria está utilizando Facebook para generar confusión entre los manifestantes, localizarlos y detenerlos (o matarlos).
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