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Los birmanos se ponen en manos de la diplomacia

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El secretismo está marcando la misión de urgencia a Birmania del enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari.  Pocos detalles trascendieron ayer del contenido de sus encuentros con tres ministros de la Junta Militar o de si se produjeron avances para negociar una salida a la crisis desencadenada por la represión de las protestas pacíficas de los monjes budistas. Desde que éstas comenzaron el pasado 19 de agosto han muerto 16 personas y ha habido más de 200 heridos.


Gambari aún no ha logrado reunirse con el  jefe de la Junta, el general Than Shwe.

Ayer sí visitó durante más de una hora a la líder del movimiento democrático de Birmania, la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, de 62 años, que permanece en arresto domiciliario desde hace más de 15 años.  Sólo dos personas del extranjero han sido autorizadas a verla en los últimos tres años: su médico y Gambari.

Las movilizaciones, en las que han sido detenidas más de 1.200 personas, entre ellas 1.000 monjes, han perdido fuerza en los tres últimos días, y ayer, por primera vez, no hubo manifestaciones en la capital, Rangún.
La razón es que los generales han reforzado sus posiciones con unos 20.000 soldados que han entrado en la ciudad para incrementar la seguridad.

Por un lado, más soldados, y por otro, menos monjes. Los monasterios budistas están cercados para impedir que los monjes salgan a las calles a protestar. Hay una fuerte presencia de soldados y agentes antidisturbios en el casco viejo de la ciudad, la zona preferida por los manifestantes.

La ausencia de protestas masivas ha desplazado el protagonismo a la diplomacia, y la población birmana confía en que la misión de Naciones Unidas tenga resultados palpables. “Todo el mundo está depositando su esperanza en Ibrahim Gambari, esperamos que pueda poner presión a los generales”, dijo a la agencia Reuters un jubilado en la capital.
De momento, Estados Unidos ha pedido a la Junta Militar que no obstaculice la misión de Gambari.

La indignación internacional ha llevado a que se pronuncie –a favor de “una solución apropiada”,“la reconciliación y la democracia”–  incluso China, aliada de la dictatura que gobierna Birmania desde hace 45 años y cuyo veto en el Consejo de Seguridad ha impedido adoptar sanciones contra el régimen.

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