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Brexit ¿Volverán a fumigar a quienes lleguen a Dover?

A menos de tres meses para que acabe el período de transición, en Reino Unido afloran los nervios sobre los asuntos prácticos del brexit mientras los ciudadanos se ven ya afectados en su vida cotidiana.

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Desde Thatcher hasta David Cameron, los británicos ocupaban de mala gana su silla sin abandonar la mesa europea. (REUTERS)

Conxa Rodríguez

Otra semana de negociaciones sobre el Brexit acaba y empieza. La diferencia de ésta es que ya quedan pocas para superar otra fecha límite (15 de octubre) o extender otra (de las muchas) prórrogas. Reino Unido ha salido de la Unión Europea (UE); el período de transición acaba el 31 de diciembre y los trámites para los acuerdos pendientes exigen varias semanas de gestión. El reloj toca su último tic-tac y no se le puede dar más cuerda.

El sonido del tic-tac está generando nervios, no únicamente entre negociadores sobre los acuerdos de comercio, pesca, seguridad, medicinas, subvenciones estatales o frontera en Irlanda, sino que los ciudadanos se ven ya afectados en su vida cotidiana: gestiones bancarias, telefonía, viajes de turismo o trabajo, asistencia sanitaria, prestaciones sociales o trámites burocráticos. ¿Volverán a fumigar a los viajeros que lleguen a Dover como hacían hasta la década de 1990? En tiempos de pandemia y siendo una isla hasta tendría sentido.

Oficialmente, un millón de británicos reside en los países de la UE y tres millones de europeos habitan en Reino Unido. Sharon Clarke, británica que lleva 20 años en Holanda, cuenta a la BBC que "he recibido una notificación de mi banco [Lloyds] diciendo que si en dos meses no presento una dirección postal en Reino Unido cerrarán mi cuenta y yo tengo que rajar mi tarjeta de pago o crédito".

Lloyds Bank ha confirmado la notificación debido al Brexit; no es la única entidad financiera que ha mandado avisos como el recibido por Sharon. El NatWest Group, con Barclays y Coutts entre otros, siguen la misma senda que Lloyds, a diferencia de HSBC y Santander que han optado por no exigir dirección postal en Reino Unido a los británicos como Sharon o Robert Kane, que reside en España desde hace 14 años, y tendrá que romper su tarjeta Barclayscard o cambiar de banco.

España es el país de la UE en el que residen mayor número de británicos (registrados, 360.000), en cambio, es el noveno en mandar ciudadanos allí (oficialmente, 180.000), la mayoría de los cuales ha solicitado y obtenido el estatus de residente que les permitirá continuar en el país a partir del 1 de enero de 2021.

A menos de tres meses de la salida definitiva los nervios emergen en asuntos todavía por concretar como el citado de las cuentas bancarias. Otros son las pensiones, que podrían dejar de incrementarse anualmente a los británicos residentes en la UE; restricciones en ambos sentidos para el acceso a la sanidad pública; nuevas tarifas de telefonía, después de que la UE lograra unificarlas; limitaciones en las prestaciones sociales. El final de la libre circulación de ciudadanos que rige en la UE conlleva la vuelta a los visados de antaño, según se viaje a Reino Unido de turismo (con un máximo de seis meses no se requerirá visado) o para trabajar.

En este segundo caso, los europeos entran en el mismo saco que el resto. Se establece un sistema de puntos "para atraer a personas que puedan contribuir a la economía británica", según los requisitos que anuncia Home Office (ministerio de Interior), para lo cual se necesitará una oferta de trabajo de un ente "aprobado" en un nivel profesional "adecuado". Y se requerirá también que hablen inglés. Para el joven español o española que se pasa un año en Londres aprendiendo inglés y sirviendo cafés o haciendo camas, el panorama está chungo a no ser que se opte por la picaresca de medio año de turista fake en la economía sumergida. No se permiten dos periodos de seis meses con una interrupción en medio. ¿Volverán a sellar los pasaportes ahora que son electrónicos?

Reino Unido no apunta a ser territorio amigo para los europeos de 27 países. Los británicos llamaron por primera vez –toc-toc– en 1961 a la puerta para entrar en Europa con la candidatura que llevaba bajo el brazo el tory y aristócrata, Harold Macmillan. El presidente francés Charles De Gaulle no les abrió.

En 1967 el laborista, Harold Wilson, volvió a hacer toc-toc con las mismas credenciales y De Gaulle, de nuevo, vetó la entrada. Londres insistió hasta su ingreso en 1973 con el tory, Edward Heath, junto a la República de Irlanda y Dinamarca. Un referéndum ratificó la permanencia en 1975 con un 67% de los votos.

La dicha británica en Europa duró poco, hasta que Margaret Thatcher (al mando de 1979 a 1990) despertó la retórica patriotera contra el monstruo de la burocracia europea y consiguió en 1984 su "cheque británico" o la devolución de una parte de la aportación. Aunque ambos eran tories: Edward Heath era euroentusiasta; Margaret Thatcher, euroescéptica.

El desasosiego de Londres en Europa se vio también con John Major, que logró excluirse del Acuerdo de Schengen (control de fronteras) o de la Carta Social del Tratado de Maastricht en 1992. Los laboristas, Tony Blair y Gordon Brown, se excluyeron, con un rosario de criterios (excusas), de la Unión Monetaria Europea que alumbró el euro, uno de los mayores pasos en la armonización de la UE.

Desde Thatcher hasta David Cameron, los británicos ocupaban de mala gana su silla sin abandonar la mesa europea. El referéndum de junio de 2016 convocado por Cameron lo aprovechó Boris Johnson para coronarse como el líder del Brexit. Entre ambos se sacrificó Theresa May, a quien le hicieron el gobierno imposible. El Brexit, combinado con la covid-19, está resultando letal para el ya cansado Boris Johnson que podría acabar también sacrificado por un golpe urdido por diputados y ministros, típico del Partido Conservador, que cuando alzan los sables son de nuevo tories a pesar de que renunciaron a esta denominación en el siglo XIX con Benjamín Disraeli, el primer líder excéntrico.

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