Este artículo se publicó hace 17 años.
Bush pide una rectificación, pero no se atreve a presionar
La crisis pone en evidencia la influencia de EEUU en un aliado clave en la guerra contra Al Qaeda
Isabel Piquer
Estados Unidos pidió ayer al líder paquistaní, Pervez Musharraf, que levante el estado de excepción y libere a todos los detenidos. El presidente George Bush criticó las acciones de su principal aliado en la lucha contra Al Qaeda. La política paquistaní ha puesto a Washington en una posición extremadamente incómoda.
Bush pidió en público que Pakistán levante rápidamente el estado de emergencia para que se puedan convocar elecciones. A Musharraf le dijo que confirme su promesa de abandonar la jefatura del Ejército.
Desde Jerusalén, Condoleezza Rice aseguró que el Gobierno estadounidense piensa revisar la ayuda de 150 millones de dólares que cada mes envía a Islamabad, aunque de momento parece poco probable que vaya a cerrar el grifo. Lo confirmó su homólogo de Defensa, Robert Gates, en visita oficial a China, "Estamos reexaminado todos los programas de ayudas pero no queremos hacer nada que pueda perjudicar nuestros esfuerzos contra el terrorismo".
Desde 2001, Pakistán ha recibido 11.000 millones de dólares, el 90% dedicado a contener a los talibanes y proteger a los 40.000 soldados de la OTAN y de Estados Unidos. Washington teme ahora que su pilar estratégico en la guerra de Afganistán, una potencia nuclear siempre al borde del conflicto con India, caiga en una guerra civil.
La crisis ha puesto de manifiesto su escaso control sobre lo que pasa en la zona. De momento, Bush ha elegido esperar y ver.
Musharraf nunca ha sido un aliado fácil. No responde al ideal demócratico que EEUU ha esgrimido para justificar su acción en Irak y tampoco ha resultado ser tan eficaz contra los talibanes ni a la hora de capturar a Bin Laden. Los expertos estadounidenses aseguran que los acuerdos que el presidente paquistaní concluyó en diciembre con tribus locales y grupos islamistas para controlar la frontera con Afganistán han reforzado por el contrario la posición de Al Qaeda en la zona.
Concesiones al general
El Gobierno de Bush ha tenido que hacer serias concesiones en pro de la lucha antiterrorista: mantuvo un perfil bajo ante la decisión de Musharraf de exiliar de nuevo al ex primer ministro Nawaz Sharif, cuando éste intentó regresar a Pakistán.
No protestó ante la negativa de Islamabad de permitir a los investigadores estadounidenses interrogar a A.Q. Khan, el científico paquistaní que exportó tecnología nuclear a dos países poco queridos en Washington: Irán y Corea del Norte.
The Washington Post aseguró este fin de semana que Rice consiguió evitar por los pelos que Musharraf declarara el estado de excepción en agosto. El líder paquistaní se comprometió entonces con Rice y el primer ministro británico, Gordon Brown, a permitir el regreso de Benazir Bhutto, después de ocho años de exilio, y abrir así el panorama político en su país. Los demócratas, aunque discretos por miedo a parecer blandos en la lucha antiterrorista, han criticado la apuesta de Bush por un solo hombre.
"Debemos cambiar el enfoque de nuestra política, de Musharraf a Pakistán", aseguró el senador demócrata Joseph Biden. Pero el margen de maniobra de EEUU es muy escaso. Los expertos no se atreven a hacer pronósticos. En plena precampaña, el Gobierno de Bush no puede permitirse un paso en falso. D
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