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La Caída de Afganistán La viuda del comandante Ripollés, muerto en el siniestro del Yak-42 volviendo de Kabul: "Todas esas muertes… ¿para qué?"

Muchos familiares de los caídos en la misión española en Afganistán, 102 en total, han sufrido el silencio y el desprecio del Estado. Más de la mitad de ellos cayeron en el accidente del infame Yakolev-42. Una de las viudas de ese siniestro habla, desconsolada, de la vuelta de los talibán al país y se pregunta para qué ha servido tanta sangre. 

Imagen del funeral de Idoia Rodriguez, muerta en acto de servicio en Afganistán.
Imagen del funeral de Idoia Rodriguez, muerta en acto de servicio en Afganistán. EFE

Afganistán significa para España una de las misiones más largas y amargas para las Fuerzas Armadas. Exactamente 102 militares españoles murieron durante esa intervención, de los cuales 62 cayeron en el accidente del infame Yak-42. Ahora que los talibán han 'reconquistado' el país en tan solo una semana, es hora de preguntarse qué sentido tienen esas muertes.

"¡Son muertes sin sentido!", lamenta amargamente Mari Paz Fernández, viuda del comandante  José Manuel Ripollés --uno de los caídos en el siniestro--, en una serie de emotivos mensajes enviados a Público. "Son muertes por ambiciones políticas nacionales e internacionales", añade, y se pregunta: "¿Qué quedó de aquellos ideales de aquellos hombres que murieron por ellos?".

No hay consuelo posible cuando a una pérdida fruto de la más absoluta negligencia se le suma el dolor añadido de comprobar que todos estos sacrificios no han evitado la vuelta del terror a Afganistán. "Todas estas muertes ¿para qué", lamenta.

"Murieron por la libertad de esas mujeres y esos niños, abandonados ahora a su suerte... cuando ya no interesa"

El testimonio de Fernández es desgarrador pero necesario: "Ellos sí sabían para qué morían", escribe, "y era precisamente por la libertad de esas mujeres y esos niños afganos, abandonados ahora a su suerte... cuando ya no interesa".

"Esta alienación que me llena tanto que, de alguna forma, me hiela las entrañas", prosigue. "En estos días estoy sumergida en el limbo de los 'porqués', algo que me he repetido una y otra vez en bucle sin fin al ver las noticias".

Mientras tanto, los pocos españoles y decenas de colaboradores esperan en Kabul a que dos aviones militares A400 del Ejército del Aire los evacúen. Y todo ello en medio de un caos absoluto que se ha adueñado de la capital y su aeropuerto.

Hace ya 18 años, el 26 mayo del 2003, se produjo la mayor tragedia de las Fuerzas Armadas españolas en tiempos de paz: un viejo Yakovlev-42, fletado a través de una cadena de subcontratas por el Ministerio de Defensa de Federico Trillo, se estrelló cerca de su escala, Trebisonda, en la costa norte turca. De las 75 personas muertas en el siniestro, 62 eran militares españoles que, precisamente, provenían de Kabul.

Mari Paz Fernández sostiene una foto de su marido, el comandante José Manuel Ripollés (sujetando la bandera) tomada en Afganistán antes de fallecer en acto de servicio en el siniestro del ak-42 en 2003. PÚBLICO
Mari Paz Fernández sostiene una foto de su marido, el comandante José Manuel Ripollés (sujetando la bandera) tomada en Afganistán antes de fallecer en acto de servicio en el siniestro del ak-42 en 2003. Público

Durante todos estos años, los familiares de las víctimas han sufrido el silencio y el desprecio de un aparato del Estado que miraba hacia otro lado una y otra vez, gobernase quien gobernase. Ellos son más de la mitad de los 102 militares muertos que ha dejado la misión de Afganistán, la más sangrienta de nuestros ejércitos.

Pocos se atreven a criticar la labor de España en Afganistán, el silencio es ensordecedor. Hace pocos días, con motivo del repliegue definitivo de las tropas españolas de ese país asiático, el portavoz de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME) Jorge Bravo aseguraba a Público que "las órdenes que se dan para evitar que se de información fuera de los cauces del conducto reglamentario han sido continuas y amenazantes". "Relevo tras relevo, los componentes de cada militar tienen las órdenes claras y asumidas de no dar información", añadía.

Sin embargo, ahora una voz se alza desde el dolor más cruel, que es aquél que produce esta pregunta que se quedará sin contestar: "Todas esas muertes… ¿para qué?".

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