Este artículo se publicó hace 17 años.
China enciende la estufa, el último reducto comunista
Instaurado en los años 60, este servicio es uno de los últimos reductos de la economía planificada comunista. La tendencia es ceder el suministro de la calefacción a las empresas privadas para que en el futuro el servicio compi
Andrea Rodés
Los clientes de una cafetería de moda en el barrio artístico de Pekín almorzaban el pasado martes tiritando de frío. La temperatura en la calle no superaba los 4ºC y la calefacción no estaba en marcha. Tuvieron que esperar hasta ayer para gozar de la calefacción central, suministrada por las autoridades municipales. Cada año, por la misma fecha, el gobierno chino enciende las calderas públicas que proveen de calor a sus ciudadanos. Instaurado en los años 60, este servicio es uno de los últimos reductos de la economía planificada comunista.
"El martes dejé de ponerme el gorro y el abrigo antes de entrar a la oficina, al notar que el radiador empezaba a funcionar" explica Sara Muñoz, una consultora española que trabaja en una fábrica en Dashanzi. En unos apartamentos de bajo coste de los suburbios, la temperatura en el exterior es más alta que en el interior. Por supuesto, las residencias de las clases acomodadas disponen de calderas propias que regulan con libertad.
El sistema de calefacción central fue pensado para optimizar recursos energéticos en un país sumido en la miseria. Hoy, la red de calefacción de Pekín se extiende 680 km y abastece a una superficie de 10 millones de metros cuadrados pero el recurso más popular para calentar un hogar de la capital china sigue siendo las estufas de carbón. El gasto anual en energía de Pekín asciende a los 2 mil millones de yuanes, 200 millones de euros, el 27% de ellos procedentes del consumo del hogar. Con el precio del carbón y gas estabilizado, el coste de la calefacción por metro cuadrado para toda la temporada -del 15 noviembre al 15 de marzo- es de 24 yuanes, 2,4 euros. Una tarifa demasiado alta para los bolsillos de miles de pekineses. En 2005, se amenazó con suprimir el servicio de calefacción central pero todo quedó en unas reformas.
La más destacada es la creación de un programa capaz de adaptar los niveles de calefacción a las previsiones del tiempo. Se han instalado 100 puntos de control por todo Pekín que informan de la temperatura interior y exterior en las áreas residenciales, la de las calderas y la velocidad del viento.
Esto permite regular la temperatura de los edificios en límites no superiores a 16ºC. Según Ding Deping, director del departamento de previsión meteorológica de Pekín, "esto permitirá reducir un 5% el consumo de energía". La tendencia es ceder el suministro de la calefacción a las empresas privadas para que el servicio compita a precios de mercado.
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