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China hostiga a Taiwán con sus barcos y aviones de guerra en respuesta a la presión política de EEUU

Las maniobras navales y aéreas chinas a gran escala en el estrecho de Taiwán advierten al Gobierno de la isla y a Estados Unidos sobre el elevado riesgo de un choque militar directo con Pekín si prosiguen con un acercamiento que China considera un desafío directo a su soberanía.

Una pantalla gigante de Pekín transmite imágenes de noticias de un avión de combate de la Fuerza Aérea del Ejército de Liberación de China volando cerca de Taiwán.
Una pantalla gigante de Pekín transmite imágenes de noticias de un avión de combate de la Fuerza Aérea del Ejército de Liberación de China volando cerca de Taiwán. Tingshu Wang / REUTERS

China ha respondido este sábado con unas temerarias maniobras militares a la visita de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, a Estados Unidos, donde se reunió el pasado miércoles con uno de sus líderes más preeminentes, el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, la tercera autoridad más importante de EEUU.

El Gobierno chino ha interpretado esta visita y el recibimiento que ha tenido la presidenta taiwanesa en EEUU como una nueva bofetada de Washington y Taipéi que atenta contra la soberanía e integridad del gigante asiático. China considera a Taiwán como parte inalienable de su territorio nacional, a pesar de que se desgajó del control de Pekín en 1949.

Estados Unidos dejó de reconocer a Taiwán como un Estado independiente en 1979 y no lo reconoce como un país. Eso no ha sido óbice para que Washington haya subrayado el derecho de Taiwán a defenderse de un posible intento de reunificación por parte del Gobierno comunista de Pekín y que, para ello, haya suministrado un buen número de armas a su ejército. La Casa Blanca, también con Joe Biden al frente, ha reiterado su compromiso de defender Taiwán a toda costa si se produjera un intento chino de tomar la isla.

EEUU insiste en provocar a China

Es la segunda vez en menos de un año en que EEUU reta a China con un encuentro similar. La antecesora de McCarthy en ese puesto, Nancy Pelosi, se reunió con la presidenta Tsai en Taipéi en agosto de 2022. Pelosi ya provocó entonces la ira de Pekín y elevó en muchos grados la tensión militar en el estrecho de Taiwán. Una tensión que no ha cesado desde entonces y en torno a la cual se han cruzado amenazas de desencadenar una guerra por el control chino de la isla o por su defensa por EEUU.

El Comando Oriental del Ejército Popular de Liberación ha anunciado este mismo sábado las maniobras de tres días, aunque ya en las últimas jornadas se había asistido en la región a un inédito incremento del número de navíos chinos de guerra en las aguas cercanas a la Taiwán.

El mando militar chino no tuvo reparos en denominar las maniobras como "un serio aviso contra la colusión de las fuerzas separatistas taiwanesas con fuerzas externas, y un movimiento necesario para defender la soberanía nacional y la integridad territorial".

El "cerco total" de la isla por los barcos y aviones chinos

El objetivo de los ejercicios militares, según el mando regional del EPL, es "organizar patrullas alrededor de la isla para crear un cerco total y una situación de disuasión" ante esa confluencia de fuerzas. En las maniobras participan una decena de navíos y más de 70 aviones militares, de los cuales 45 al menos incursionaron en la llamada zona de identificación de defensa aérea, considerada por Taiwán como una zona de contención adyacente al espacio aéreo propio.

El Ministerio de Defensa taiwanés ha acusado a China de crear "de forma deliberada" tensiones a fin de "desestabilizar y dañar la paz" en la zona.

Aunque las partes taiwanesa y estadounidense han querido quitar importancia a la visita de Tsai, quien recaló en Estados Unidos procedente de una gira por Centroamérica, la presencia de la presidenta de Taiwán en suelo estadounidense y su encuentro con la tercera autoridad en importancia del país no han sido algo baladí.

El tercer hombre fuerte de Washington desafía a los chinos

El propio McCarthy al terminar su reunión con Tsai reiteró que Estados Unidos seguirá apoyando política y militarmente a Taiwán, con la oportuna venta de armas a la isla, además de fortalecer la cooperación comercial y tecnológica bilateral.

"La amistad entre Estados Unidos y Taiwán nunca había sido tan fuerte", resumió McCarthy la relación entre los dos países en su encuentro con Tsai en la Librería Presidencial Ronald Reagan de Los Ángeles. La jefa de Estado de Taiwán también visitó Nueva York, en su estancia en Estados Unidos.

Además de las maniobras militares, China ha respondido al nuevo desafío estadounidense con la imposición de sanciones contra el Instituto Hudson, con sede en Washington, y la propia Biblioteca Reagan por proporcionarle a Tsai una plataforma en la que "fomentar las actividades separatistas" del Gobierno de Taipéi, "lo que socava gravemente la soberanía y la integridad territorial de China", según ha indicado Pekín.

China también ha sancionado al máximo representante diplomático de Taiwán en Estados Unidos, el embajador de facto Hsiao Bi-khim, a quien ya había castigado en agosto pasado por organizar la visita de Nancy Pelosi a Taipéi.

La visita de Tsai a EEUU busca opacar la de Macron a Pekín

La reunión de Tsai y McCarthy se celebró "casualmente" el mismo día que llegaban a Pekín dos de los principales líderes de la Unión Europea, implicados en una importante ofensiva diplomática que no contaba con la aquiescencia de Washington.

Esta oportuna coincidencia ha puesto una vez más en evidencia la voluntad estadounidense de marcarle a Europa sus pasos en el ámbito internacional y especialmente en lo que se refiere a sus relaciones con China, país al que EEUU contempla como su mayor rival en el ámbito global.

Un enemigo irreconciliable, China, que, sin embargo, es uno de los principales socios comerciales de la Unión Europea. Si la invasión de Ucrania ya ha trastocado muchas de las relaciones económicas europeas, con Rusia convertida en un paria internacional, y ha beneficiado a Estados Unidos como alternativa en el suministro de gas a Europa, ahora viene la segunda parte de la jugada, con el intento de alejar a China de la UE de mano de la agresiva política exterior estadounidense.

Pero Europa, y sobre todo algunos países europeos, como Francia, no parecen dispuestos a que el mundo unipolar que propugna Estados Unidos malogre una larga tradición de relaciones diplomáticas, comerciales y culturales, que ya había visto en los últimos años suficientes dificultades derivadas de las políticas comerciales y de derechos humanos de China.

La visita a Pekín del presidente francés, Emmanuel Macron, y de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y su reunión con el líder chino el jueves dejó claro que, si bien la UE cierra filas con EEUU respecto a la guerra de Ucrania y en la provisión de armamento al Gobierno de Kiev, sin embargo, Bruselas tiene unos límites que no quiere traspasar en su supeditación a la geopolítica de Washington.

Uno de esos límites es la relación con China, incluso aunque algunos líderes de la UE, como el alto representante para la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, hayan reiterado sus recelos hacia Pekín y defendido el alineamiento europeo con las tesis de Washington y la OTAN que consideran a Pekín como un desafío a derrotar, o al menos a doblegar con sanciones internacionales.

Europa necesita reducir la brecha abierta con China

La guerra de Ucrania ha ahondado la brecha que existía entre la UE y China, con la imposición de sanciones a Moscú, rechazadas por Pekín, o la apuesta sin paliativos de Bruselas por la guerra como única forma de alcanzar una "paz justa", un término que gustan mucho de utilizar entre los 27.

Esa brecha se había empezado a manifestar con mayor virulencia a raíz de la crisis por la pandemia de covid, que llevó al confinamiento y aislamiento de China durante casi tres años. Con la reapertura de los últimos meses, China retorna con mucha fuerza a la arena internacional, con Xi Jinping como el líder que reclama un lugar central para su país en un mundo multipolar, muy alejado del unipolarismo en torno a Estados Unidos que respaldan la OTAN y muchos de los miembros de la UE.

China no ha condenado a Rusia por su invasión de Ucrania y aunque en su plan de paz de doce puntos para ese conflicto defiende la soberanía y la integridad territorial de todos los países, está claro que no pedirá a Moscú una humillación y que salga de Ucrania como entró.

Rusia es un socio primordial para China y eso ni siquiera podrán evitarlo los buenos modos de Macron en Pekín, cuando pidió a Xi el jueves pasado que hiciera entrar en razón a Moscú para sentarse a la mesa de las negociaciones.

Europa no quiere ser arrastrada una guerra en Taiwán

En las relaciones con China, la UE se mueve con mucha cautela, pero eso no quiere decir que no vea con inquietud las crecientes presiones de EEUU en torno al delicado tema de Taiwán. Quizá Washington podría hacer frente a una nueva crisis bélica mundial, esta vez en la cuenca del Pacífico, pero en Europa bien saben que eso significaría la salida estadounidense del abismo en que se ha convertido la guerra de Ucrania para centrarse en la región que más le interesa, Asia. Y ello con el apoyo ya juramentado de la OTAN, dejando a Europa sola en el apoyo a Ucrania contra Rusia.

Más preocupa en Europa la constatación de que China es una pieza fundamental en la consolidación económica de la UE tras la crisis de la pandemia, y que, aunque pueda ser un "rival sistémico", como la denominó Von der Leyen, es precisa su cooperación comercial para realzar el propio potencial geoeconómico y geopolítico de la Unión Europea.

A nadie se le escapa que, en un mundo sin China y sin Rusia como contrapesos, la UE estaría totalmente subordinada a Washington. O peor, se arriesgaría a convertirse en uno de esos rivales y enemigos que Estados Unidos siempre ha precisado a lo largo de su historia para sacar adelante su propia estrategia global.

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