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La Comisión Europea pierde peso dentro y fuera de la UE

El servicio exterior no despega y los estados miembros mandan más que nunca

 

DANIEL BASTEIRO

Casi seis meses después de la entrada en vigor del Tratado Lisboa y transcurridos los cien días de gracia del renovado Ejecutivo comunitario, la Unión Europea sigue sin solucionar los problemas que diez años de debates pretendían zanjar para siempre. Por una parte, la representación exterior de la UE en el mundo, uno de los objetivos del Tratado de Lisboa, sigue sin respuesta.

La propia titular de la diplomacia, Catherine Ashton, lo expresó la semana pasada en un chiste que a numerosos diplomáticos no les hace ninguna gracia. 'La secretaria de Estado de EEUU le dice al presidente: ya tengo la respuesta a la pregunta de Henry Kissinger sobre el número al que llamar cuando se quiere hablar con Europa', asegura en referencia a la célebre pregunta de su antecesor en el cargo. Según Ashton, Hillary Clinton, con quien tiene una buena relación personal, decide junto a Barack Obama llamarla y se encuentra con su contestador. 'Bienvenido a Europa. Si quiere saber la posición francesa, pulse 1, si quiere saber la alemana, pulse 2...'

El chiste tuvo éxito en una conferencia pronunciada recientemente en Londres, pero 'la posición de la Unión Europea no ha mejorado nada desde que Ashton llegó al cargo', asegura un alto funcionario comunitario, que recuerda que la baronesa no tiene ni las dotes ni la voluntad de Javier Solana, su predecesor adicto al trabajo.

La vicepresidenta apenas ha tomado ninguna decisión de alcance y su viaje a Oriente Próximo en marzo pasó desapercibido. Además, ha logrado que su proyecto de Servicio de Acción Exterior, el nuevo cuerpo diplomático de la UE con presupuesto multimillonario, haya cosechado la oposición frontal del Parlamento Europeo, imprescindible para aprobarlo, horas después de su presentación.

Ashton es vicepresidenta de una Comisión Europea cuyo presidente evita sistemáticamente la confrontación o los temas sensibles. 'No es nuevo', asegura Ulrike Guerot, jefa de la oficina en Berlín del European Council on Foreign Relations, un think tank europeo. 'La Comisión ha perdido presencia en los últimos diez años', señala.

Seis son responsabilidad de Barroso, 'al que le comen el terreno los gobiernos', especialmente el francés y el alemán a pesar de que el Ejecutivo comunitario tiene como función principal proteger los intereses de los europeos y no someterse al dictado de Angela Merkel o Nicolas Sarkozy.

El ejemplo más patente tuvo lugar ayer, cuando el presidente del Consejo, la institución que reune a los 27 Estados, presidió la primera reunión de una serie que culminará en la creación de un Gobierno económico europeo (ver páginas 20 y 21). Herman Van Rompuy dirigió la discusión de los 27 sobre la base de una muy dura propuesta de Alemania y no de Bruselas, como suele ser habitual. Todo ello a pesar de que otros estados y la propia Comisión han criticado la deriva nacionalista de sus políticas, influenciada por los conflictos internos y las recientes elecciones en Renania del Norte-Westfalia.

Un portavoz de la Comisión se afanó ayer en defender el papel menguante de la institución. 'No hemos perdido ni un día, ni un minuto', aseguró Olivier Bailly ante las críticas, de las que sólo se salva los comisarios de Justicia, Telecomunicaciones, Interior y Economía.

Otros, como Michel Barnier, comisario encargado de la regulación financiera, fueron adelantados sin contemplaciones esta semana por Alemania, que anunció un golpe a los especuladores que el comisario lleva meses estudiando sin concretar.

Pese a las nuevas estructuras y la aprobación del Tratado de Lisboa, sucedáneo de la Constitución Europea, el chiste que repite Ashton no dista, según se percibe en Bruselas, mucho de una dolorosa realidad.

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