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Coronabonos Líderes del Norte y el Sur tratarán de sortear sus diferencias para definir el nuevo 'plan Marshall' de Europa

Los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la Unión Europea tratarán de pactar este jueves el contenido básico del fondo para la reconstrucción del continente. Los coronabonos están en coma, pero la emisión conjunta de deuda aún es posible (con un mecanismo que contente a Alemania).

La canciller alemana, Angela Merkel. / CHRISTIAN MARQUARDT (EFE)
La canciller alemana, Angela Merkel. / CHRISTIAN MARQUARDT (EFE)

Si hace unas semanas el presidente del Gobierno decía que la respuesta a la crisis del coronavirus supone "la hora de la verdad" de la Unión Europea, esta semana puede ser la semana de la verdad con mayúsculas. El jueves es el día que Pedro Sánchez y sus homólogos tienen marcado en rojo en sus calendarios. Será entonces cuando los líderes de los 27 países de la UE se vean a través de videoconferencia para tratar de colocar las piedras maestras del fondo de reconstrucción a largo plazo. El plan Marshall poscoronavirus de la UE. Un esfuerzo común de un tamaño sin precedentes en la historia del bloque.

No se espera que los líderes salgan con un plan de choque a largo plazo completo y detallado bajo el brazo. Pero sí puede que decidan las primeras grandes líneas, que guíen el trabajo técnico para que funcionarios y ministros de Economía vayan desarrollando la letra pequeña. Quizá así pueda estar listo para el verano.

Lo que parece casi seguro es que ese fondo de reconstrucción no será un instrumento aislado y único, sino que formará parte del presupuesto a largo plazo de la Unión Europea para los próximos siete años; el llamado Marco Financiero Plurianual 2021-2027. No está claro el tamaño de ese plan ni cómo se financiará. Aunque hay pistas. La horquilla que se maneja en estos momentos es amplísima: va desde medio billón de euros hasta el billón y medio, según fuentes diplomáticas españolas. La cifra de consenso puede estar más o menos por la mitad si se cumplen las previsiones del ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, que cifró ese Plan en un billón de euros hace unos días.

No se prevé fácil que los líderes lleguen a un consenso rápidamente. Incrementar en un billón de euros el presupuesto a siete años significaría llegar a una cifra cercana al 2% del PIB europeo, casi el doble del presupuesto actual. Eso, cuando hace dos meses los líderes se peleaban sobre centésimas en el porcentaje de la renta nacional que debía ir a parar a los cofres de Bruselas. Entonces, la propuesta que parecía más plausible hablaba de un 1,07% de aportación. Y no se consiguió llegar a un acuerdo. Lo de esta semana es un más difícil todavía.

Pero no es imposible. La Europa de hoy se parece poco a la de hace dos meses y la creación de un fondo de reconstrucción de algún tipo ya es segura. Los ministros de Finanzas lo certificaron en el Eurogrupo del 9 de abril, junto con el plan de choque a corto plazo contra la crisis, con una potencia de fuego de 550.000 millones de euros en posibles préstamos y avales para sostener a los Gobiernos, las empresas y los empleos.

Coronabonos, difícil. Bonos de reconstrucción, puede.

Ahora se trata de definir la respuesta de la UE a largo plazo. Tal y como explicaban las conclusiones de ese Eurogrupo, lo que ocupará a los líderes esta semana son los "aspectos legales y técnicos del Fondo, incluida su relación con el presupuesto europeo, sus fuentes de financiación e instrumentos financieros innovadores". Una formulación ambigua adrede que hace que la emisión de eurobonos no esté completamente descartada. Pero la oposición absoluta de Alemania, Holanda y otros países del Norte hace que sean casi imposibles. Al menos con ese nombre.

Una solución que sí permitiría emitir deuda común y que empieza a coger tracción es la que proponía el Parlamento Europeo el jueves pasado, apoyada incluso por el partido conservador de Angela Merkel. Según la resolución de la cámara, sin valor vinculante pero que puede guiar a los líderes, se podrían crear unos "bonos de reconstrucción", como uno de las fuentes de financiación para el plan de respuesta. A diferencia de los llamados eurobonos o coronabonos, los Estados no emitirían deuda conjuntamente, sino que sería una institución europea, probablemente la Comisión Europea, la que podría endeudarse, dentro de las reglas del presupuesto comunitario, para financiar un plan de inversiones pan-europeo.

Oficialmente, Sánchez, Conte y Macron no renuncian a los coronabonos, pero es sabido que para conseguir acuerdos en Europa todos tienen que ceder algo. "La palabra [eurobono] suscita muchos rechazos en las opiniones públicas de muchos Estados miembros" reconocían fuentes diplomáticas. Que sea la Comisión la que se endeude puede resultar en "un esquema que puede permitir la cuadratura del circulo". No sería además la primera vez que una institución europea se endeuda: el fondo de rescate (MEDE), el BEI, y la propia Comisión ya emiten deuda en los mercados para sufragar ciertas partidas, aunque previsiblemente de menor tamaño que los bonos que se tendrían que crear para la recuperación.

Es muy posible que la emisión de deuda para ese Fondo incluya además un aumento en la aportación de los miembros y nuevas fuentes de "financiación propia", es decir, nuevos impuestos a nivel comunitario, como el que se prevé para el plástico.

¿Una recuperación verde y digital?

La discordia no estará solo en las fuentes de financiación. También importa mucho decidir en qué se gastará ese Fondo. Un grupo de trece países, y entre ellos España, Francia y Alemania, han exigido que la transición ecológica planeada en el Pacto Verde sea una prioridad. Otros de los puntos fuertes serán la agenda digital y potenciar una reindustrialización que reduzca la dependencia de China en las cadenas de suministro. Que Europa siga estando abierta al mundo, pero que sea "capaz de cuidar de sí misma", tal y como apuntaba la semana pasada la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen en un discurso pronunciado en el Parlamento Europeo.

Los principios generales no parecen levantar muchas controversias. Pero el reparto del dinero, cuánto irá a parar a cada partida, sí puede crear más ampollas. Si la política agrícola y los fondos de cohesión parecían destinados a recibir un tijeretazo en el presupuesto antes de la aparición del COVID-19, una bolsa mucho mayor implica que cada país volverá a pelear por sus prioridades.

El coronavirus ha reiniciado de facto unas negociaciones que comenzaron allá por mayo de 2018, cuando la Comisión presentó su propuesta para el Marco Financiero. Lo que normalmente lleva al menos dos años de conversaciones entre países e instituciones, ahora tendrá que hacerse en unos pocos meses. "El presupuesto europeo será la nave nodriza de nuestra recuperación", decía Von der Leyen. "Y, por ello, el presupuesto de los próximos siete años debe ser diferente del que habíamos imaginado".

Un rediseño que puede abrir la puerta a cambios sustanciales en el diseño y las reglas de los fondos. "Ha llegado la hora de aprender a deshacernos de las antiguas cargas, a prepararnos para el nuevo mundo que se acerca y que será muy diferente del que habíamos imaginado", decía Von der Leyen citando el Manifiesto de Ventotene, un célebre texto federalista coescrito allá por 1941 por Altiero Spinelli, considerado como uno de los padres fundadores de la Unión.

Si Spinelli contribuyó al nacimiento de la primigenia Comunidad Económica Europea, Merkel, Macron y compañía se enfrentan a la compleja tarea de hacer que la Unión Europea cuente de verdad en la respuesta a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Y de conseguir que los ciudadanos (tanto del Norte como del Sur) no pierdan la fe en el proyecto.

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