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De Daniel Ortega a Daniel Ortega

El sandinismo celebra dividido el 30 aniversario del triunfo de la revolución en Nicaragua a causa de los escándalos que salpican al líder del FSLN

GORKA CASTILLO

El golpe de Estado en Honduras ha rejuvenecido a Daniel Ortega. Hoy, 30 años después del triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua intenta recuperar las cualidades que le catapultaron como gran líder del FSLN. Entonces, acabó con Anastasio Tacho Somoza, uno de los dictadores más sanguinarios del continente americano.

Ahora, intenta aprovechar el desafío lanzado por Roberto Micheletti para renacer. La semana pasada, rodeado de todos los líderes de América Latina, exclamó: 'Actuaremos con determinación para restaurar la democracia usurpada'. Algo muy similar a su proclama del 19 de julio de 1979 en la Plaza de la Revolución de Managua cuando se convirtió en una suerte de líder para miles de militantes de izquierda del mundo entero.

La única diferencia es que su imagen hoy se encuentra desbaratada. Si hace tres décadas lideró un reparto de tierras formidable que sacó a su país de la Edad Media y redujo el analfabetismo del 67% al 12% en un año, Ortega vive en la actualidad perseguido por las acusaciones de corrupción y el apoyo a nuevas castas que han provocado no pocas y sonoras disidencias.

Cierto es que en los dos años de su segundo mandato ha recuperado la bandera de la educación que le hizo mundialmente famoso hasta su derrota electoral de 1990, logrando rebajar las cifras del analfabetismo hasta el 4,8%, casi como Canadá. Pero nadie olvida sus escándalos.

Uno es el que mantiene con su ex ministro de Cultura, el teólogo de la liberación Ernesto Cardenal, que sigue levantando ampollas en amplios sectores de la izquierda que siguen sin entender el empeño de Ortega 'en humillarle y en hacerle la vida casi imposible', según un diplomático venezolano con amplia experiencia en Nicaragua.

El argumento de Managua es que Cardenal 'incurre en delitos contra la patria y en acusaciones públicas infundadas contra el presidente'. El propio religioso aseguró a Público que la pena inflingida por enfrentarse al 'orteguismo familiar' es la profanación de su intimidad. Pero ni las quejas de escritores 'comprometidos con el sandinismo' como Eduardo Galeano y José Saramago han logrado mellar el muro de desprecio que levantado en torno a Cardenal.

Pero el capítulo más sórdido que le mantiene en vilo es, sin duda, el de su hijastra Zoilamérica Narváez, quien lo acusó de violarla en 1998. Su inmunidad como diputado del Frente Sandinista le eximió de sentarse ante un tribunal hasta que prescribió el delito. 'En Nicaragua los jueces dependen de la voluntad de Ortega', aseguró su ex vicepresidente Sergio Ramírez, en una conferencia en Madrid.

El estigma lo lleva cosido a la espalda. 'El movimiento feminista y de mujeres a nivel internacional no lo olvidará. Donde llegue le van a repudiar', explica Juanita Jiménez, del Movimiento Autónomo de Mujeres hondureño. El pasado año amenazaron con amargarle la proclamación como presidente al paraguayo Fernando Lugo si ponía un pie en el país. Finalmente canceló el viaje.

Con estos asuntos sobre la mesa, la izquierda se desorienta con el revolucionario que en 1986 fue portada de la revista Time. ¿Sigue siendo el mismo líder revolucionario que se enfrentó a Ronald Reagan y la guerrilla de la Contra?

El miembro de la asociación Paz con Dignidad, Luis Nieto, dice que no. 'Está en el poder gracias a un pacto de reparto de poderes con el caudillo Arnoldo Alemán. A algunas fuerzas políticas como la de Cardenal no las dejó presentarse a las elecciones, ataca a las organizaciones de mujeres y prohíbe el aborto terapéutico. Eso no es izquierda' dice.

Otros, como el historiador Aldo Díaz, cree que el Ortega sandinista no ha variado y que su programa sigue siendo igual de práctico que en 1979. 'Un vicio muy frecuente, casi de curso corriente, entre la izquierda demagógica es juzgar con parámetros de la derecha'.

Hoy la bandera roja y negra que simbolizó la Nicaragua sandinista volverá a ser izada en una Plaza de la Revolución remozada. Han pasado 30 años desde que un bello sueño puso a Nicaragua en el mapa del mundo.

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