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La derecha francesa reniega de Sarkozy

Los sondeos ante los comicios locales de hoy auguran una bofetada para el partido del presidente

ANDRÉS PÉREZ

Toda Francia está inundada de carteles electorales para la primera vuelta de los comicios locales que se celebra hoy.

Pero busque usted una sola cara impresa de Nicolas Sarkozy en la propaganda de la derecha. Mejor buscar una aguja en un pajar.

Los notables del partido sarkozysta Unión para un Movimiento Popular (UMP) han preferido masivamente ocultar su pertenencia a la formación del presidente para intentar evitar el descalabro que les auguran todos y cada uno de los sondeos.

Malos tiempos para ser sarkozysta. En una cola de un supermercado Super U del este de París, una cajera bajita y pálida echa pestes ante los clientes contra un Gobierno incapaz de hacer que su sueldo de 700 euros alcance a pagar el alquiler de su buhardilla en la capital.

Y se acuerda de quien prometió ser “el presidente del poder adquisitivo”. “Trabajar más sí que trabajo, pero lo de ganar más, no lo veo en ninguna parte”, cuenta Nadine.

Empleo precario

Unos metros más allá, un señor de 50 años, homme toutes mains de oficio (lo que sería en España un manitas), efectúa la limpieza a fondo de un piso en mudanza.

Djibril tiene uno de los llamados empleos de servicios a la persona, medida estelar de uno de los ministros favoritos de Sarkozy, Jean-Louis Borloo, para alcanzar una disminución del paro, que ahora se sitúa en el 7,8%.

La medida fue efectiva y oportunamente anunciada hace cuatro días. Djibril critica con dureza: “Me han sacado de las estadísticas de paro porque trabajo 12 horas por semana y gano 300 euros netos al mes”.

Un tufo de timo de la estampita reina en la Francia profunda. Peluqueros en contra de la anunciada liberalización de su oficio, taxistas en huelga contra la reforma de sus licencias que les privaría de jubilación, jubilados manifestándose a pie porque sólo les han subido las pensiones un 1,1%, cuando el anuncio electoral de Sarkozy fue de un 25% en cinco años.

El país de los cinco millones de pobres, tres de ellos trabajadores-pobres, huele a museo de los horrores económicos.

Y la causa de esos horrores, para la opinión pública francesa, confluye hoy en el otrora adulado Nicolas Sarkozy.

El hombre que hace diez meses prometía poder cambiarlo todo y batía récords de audiencia, tiene hoy una popularidad bajo mínimos. Así las cosas, los candidatos a alcalde y a consejeros departamentales de la UMP, gente práctica por excelencia, han optado por esconder al monstruito.

En Marsella, Toulouse, Estrasburgo, Rouen y otras grandes ciudades, los desplazamientos programados de Sarkozy o sus previstos mensajes de apoyo han sido anulados por petición discreta de los candidatos locales implicados, que a veces son ministros de su propio Gobierno.

El presidente, que había anunciado el 8 de enero que sí participaría en la campaña, ha tenido que arriar velas y limitarse a una entrevista, el jueves pasado, al diario conservador Le Figaro.

La entrevista fue concedida después de tomarse unos días más de vacaciones en Suráfrica al término de una visita oficial. En esa entrevista, el marido de Carla Bruni intenta desactivar la bomba que son, parasu campo, los comicios.

Afirma que “tendrá en cuenta el resultado”, pero que “no habrá una gran remodelación del Gobierno” y que “mantendrá el rumbo y la aceleración de las reformas”.

O sea que escuchará el mensaje de los electores, pero sea cual sea seguirá aplicando lo que él llama “reformas”. Unas reformas que, de todas formas, ya nadie sabe exactamente en qué consisten. Que comprenda quien pueda.

Ségolène Royal reaparece

La socialista Ségolène Royal, que fuera candidata contra Sarkozy en las presidenciales de mayo pasado y nunca consiguió ser coherente ni verdaderamente popular, se ha puesto alas en los pies durante esta campaña local.

Ha ido tranquilamente a barriadas populares donde Sarkozy no se atreve ni a asomar la nariz. Ha respaldado a candidatos de la izquierda, ecologistas e incluso aliados centristas.

Ha tomado la temperatura del apoyo que algunos barones socialistas le brindan y otros le retiran para dárselo al alcalde de París, Bertrand Delanoe.

Ségolène Royal ha enfatizado sobre todo un punto: “Es evidente que este Gobierno prepara en secreto un plan de rigor económico”. Con esta acusación, pone su credibilidad en juego frente a la de Sarkozy y su primer ministro, François Fillon, quienes aseguran que no tienen previsto acentuar la presión fiscal ni frenar aún más los salarios superados los comicios.

Con ese envite, y con la invitación que ha hecho Royal pidendo que “36.000 municipios, es decir la nación reunida, diga lo que piensa”, los comicios locales cobran, por mucho que le pese a la derecha, un perfil irrefutable: el de una inesperada tercera vuelta de las elecciones presidenciales y un referéndum sobre la credibilidad de las promesas de Sarkozy. 

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